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De la manigua heroica

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De la manigua heroica

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En las páginas de la obra titulada Cuba heroica, debida la pluma del general Enrique Collazo, se encuentran narraciones históricas y episodios de la manigua heroica, que confortan el espíritu y ensanchan el corazón, en esta época de materialismo criminal, cuando todo se olvida y cuando los cubanos nos empeñamos en perder la soberanía y la independencia: en esas páginas leemos cosas que levantan el espíritu y aprendemos mucho de aquellos hombres, q[ue] todo lo dieron por la libertad de esta tierra, en la que ahora, en plena República, vemos inválidos de la epopeya gloriosa, pidiendo una limosna en las calles, mientras a los más altos cargos, han podido llegar hombres que combatieron la revolución.

De las páginas de esa obra, entresacamos algunos episodios de la manigua heroica, que publicamos, para que los lean y no los olviden algunos viejos y muchos jóvenes.


Cuando llegaban los prisioneros del Virginius a la cárcel de Santiago de Coba, iba de los primeros, Bernabé de Varona. AI verlo la mujer del alcaide de la cárcel exclamó: “Qué joven y qué buen mozo”. AI oírla, Bembeta dijo: “Tengo esperanzas, entramos con buen pie, ya hemos conquistado a la mujer del alcaide”.

El primer día fusilaron a los cuatro expedicionarios que aparecían como jefes; éstos eran Bembeta, el americano OʼRyan, Pedro Céspedes y Jesús del Sol; el segundo día al capitán Fray, a Boza y treinta y cinco más que aparecían como tripulantes; entre ellos iba el trinitario Alonso Arcis, que se distinguía por su corpulencia.

Al ser llevados al lugar de la ejecución, atravesaron a pie la población; parece que Alonso Arcis llamó la atención a un tendero que estaba en la puerta de su almacén, el que le brindó un trago.

“Gracias, amigo, le contestó Arcis; acabo de tomar uno en la cárcel y el otro lo tomaré con Plutón en los infiernos.”


Al tercer día fusilaron doce, todos muy jóvenes, entre ellos Herminio de Quesada, de diez y siete años, hijo del general Manuel de Quesada.

La noche anterior a la ejecución, se les dio una buena cena y esperaron la muerte cantando himnos y canciones patrióticas.

Al salir a la mañana siguiente para el lugar de la ejecución los llevaron esposados de dos en dos; los primeros que salieron fueron Molita y Quesada.

Este último, al pasar la puerta de la cárcel, cuando ya pisó el terreno de la calle, se agachó y cogió un puñado de tierra y tirándolo por encima a sus compañeros que iban detrás, dijo en son de burla: “compañeros, que la tierra les sea leve”.


Así eran aquellos cubanos, los que todo lo sacrificaron para darnos una bandera y la libertad que disfrutamos: ahora pensamos de otra manera; unos saquean el tesoro público, para enriquecerse fácilmente: otros desde el extranjero, dicen horrores de la administración pública e invitan a los capitales extranjeros, para que no inviertan esos capitales en esta tierra, so pretexto de una campaña que será muy buena, pero que casi siempre toma senderos tortuosos; extraños a la nacionalidad también.

Dr. Emilio L. Luaces


Tomado de
El Camagüeyano. Diario independiente. Fecha ilegible.
Nota de El Camagüey: En aras de hacer más cómoda la lectura, se ha modificado levemente la puntuación.

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