No es ocasión ésta de torneos oratorios ni de lucir frases retóricas; si tal fuera no estaría yo ahora en este sitio, pues bien sé que no podría regalar vuestros oídos con las bellezas del lenguaje ni con los encantos de la elocuencia.
Momento es éste en que la patria llama a sus hijos, y los hijos buenos, cuando la madre reclama sus servicios, han de prestárselos incondicionalmente. Cuando la patria manda hay que obedecerla. —Cuando la patria necesita algo hay que darlo. —Cuando la patria nos ordena ocupar un puesto, no hay que medir los peligros ni las responsabilidades de ese puesto; no hay tampoco que medir nuestras fuerzas débiles. Querer es poder. La patria manda, la patria exige: a nosotros, sus servidores sumisos y leales, sólo nos toca obedecer.
Nos reunimos aquí esta noche, no ya como en otros tiempos a conmemorar nuestros muertos ilustres, ni solamente a entonar alabanzas de pasadas glorias. Objeto mucho más fructuoso y práctico tiene la reunión de esta noche.
Vinimos aquí a decir al pueblo de Cuba que por voluntad unánime de todos los grupos de la emigración, sin disidencias ni exclusiones, nos hemos constituido en una agrupación vigilante y prudente, en un partido disciplinado y unánime que aspira a trabajar por Cuba, con Cuba y para Cuba, con todos los cubanos y para todos los cubanos, para fundar en nuestra tierra el ideal del pueblo cubano, que es el ideal de este partido, la República Democrática.
El Partido Revolucionario Cubano, cuya proclamación confirmamos aquí esta noche, no obedece a inspiraciones de un hombre ni de un grupo: es la expresión más unánime y enérgica de todos los cubanos fuera de la Isla (ilegible) en un sentimiento creador, en una aspiración suprema: la felicidad, la dignidad, la independencia de la patria.
Sabe el Partido Revolucionario Cubano que hay en Cuba algunos comerciantes que aun pueden vivir del contrabando, algunos cubanos que aun pueden vivir a la sombra del gobierno del que cobran sueldos, y algunos gefes (sic) del Partido Autonomista, hijos legítimos de los antiguos reformistas, enemigos antes como ahora de toda revolución. Si a estos grupos ha de concederse la representación del país, entonces habrá que confesar que el país no quiere la revolución. Pero sabe también el Partido Revolucionario Cubano que aun hay en en Cuba una juventud inteligente y vigorosa que glorifica nuestros héroes; que aún quedan gefes (sic) de la pasada guerra que rechazan empleos y honores del gobierno, porque aún se consideran como ciudadanos de la República de Cuba; que hay aún ciudades legendarias en cuyos salones se cuelga y venera el retrato del héroe de Jimaguayú. El Partido Revolucionario Cubano sabe que ésta y no aquélla es la verdadera representación del país cubano: y con éstos cuenta, y con éstos ha de trabajar, el Partido Revolucionario Cubano.
El partido fundado en Cuba por cubanos cuyas intenciones no quiero discutir, para conseguir por la paz lo que no es dable conseguir sino por la guerra, se ha gastado. En vano ha pedido, en vano ha llorado, en vano ha implorado de rodillas, en vano ha dicho y repetido en todos los tonos que lo sacrifica todo por la paz. Sus gestiones han sido infructuosas. Ya no le queda más que un medio, y lo está usando y lo está gastando: de la súplica ha pasado a la amenaza: “dadnos, le dice a España, las reformas que pedimos, o nos disolvemos, y dejamos que el país vaya a la guerra”.
Nosotros sabemos que esas amenazas nada significan; pero la amenaza está lanzada, la promesa está hecha, el país está cansado de amenazas y de promesas que no se cumplen. Ya el partido de adentro está gastado; acá está pues el partido que ha de hacer buena la amenaza.
Para redimir las promesas no cumplidas está aquí, con el arma al brazo, el Partido Revolucionario Cubano.
Tomado de Suplemento al No.7 de Patria, New York, 23 de abril de 1892, p.1.
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Comentarios
El Camagüey
2 años
No hay muchos datos de este camagüeyano noble y honrado. Fermín Valdés Domínguez lo menciona varias veces en su Diario de soldado. Ésta es una de las más significativas, y que nos permite aquilatar la magnitud de su vínculo con el Apóstol:
"Me dijo Tirado (Modesto Arquímides Tirado y Avilés) que Martí, al ir para Santo Domingo, le dejó a Benjamín Guerra dos cartas cerradas: una para Gonzalo de Quesada y la otra para su hijo Pepe, para que las entregara tan pronto como supiera que había muerto en la guerra.
Cumplió Benjamín el triste encargo.
"En la de Gonzalo le encargaba que guardara todos sus papeles y en la de Pepe le dejaba la cadenita de su reloj.
"Me dice también que Carmen (Zayas-Bazán) a su llegada a Nueva York solicitó de Gonzalo los papeles por pertenecer a su hijo y me dice que cuando él salió para acá dejó a Gonzalo dispuesto a acceder a sus deseos." (p.282)
La confirmación de la proclamación del PRC es descrita así en el periódico Patria, en el número 7 del rotativo, correspondiente al 23 de abril de 1892:
¡Desciende el alma de los padres sobre las cabezas de los hijos; centellean otra vez los ojos como centellearon cuando se cambió el yugo por la horquetilla; junta otra vez a los cubanos el entusiasmo puro de los primeros días de gloria, y rostros y almas se inundan de la divina luz del sacrificio! Con la cabeza baja, del respeto, salieron los hombres de la confirmación de la proclamación del Partido Revolucionario Cubano en la sala de Hardman, el 17 de Abril. Y las mujeres volvieron a sentirse orgullosas de los hombres.
Entre palmas y flores de resurrección se erguía el estrado donde se sentaban juntos los próceres de la guerra de ayer, los cubanos constantes del destierro, y los hombros, a la vez impacientes y reflexivos, del sacrificio de mañana. Y por sobre ellos, ya en sus astas, las banderas que colgaban hasta hoy, como sauces más que como banderas, en los días velados de la patria. La de Lares cruzaba el asta con la de Guáimaro, y entre ellas, con todo su color, lucia el escudo. La sala henchida, como los pabellones, ¡no era sala de sauces!
Y fue justo que en aquella sala de Hardman, testigo del continuo esfuerzo de los cubanos y puertorriqueños para poner en sobria acción política, y en ordenamiento amplio y cordial, las fuerzas sentimentales y espasmódicas, de la revolución: en aquella sala que ha visto crecer, con la lentitud y seguridad con que debe fundarse todo lo duradero, esta nueva alma patriótica que trae en la raíz el ansia de justicia inextinguible en los pedios humanos, y combina el ímpetu de la arremetida con la prudencia de la constitución, y la sagacidad política con la humanidad abrasante; en aquella sala donde, como de una torre de pelea, se han ido echando atrás los elementos dañinos y esenciales con que salió de la guerra la revolución, y se ha abierto los brazos a todos los buenos y los desconsolados de este mundo; en aquella sala donde, en noche fraternal, abrió puesto la emigración de New York, más temida que amada en otro tiempo, a la emigración de Cavo Hueso, más generosa que conocida en todos sus merecimientos y virtudes, — se declarase coronada al fin la obra de congregar, en un plan fijo, expansivo é inexpugnable, las fuerzas revolucionarias, temibles en la dispersión; la obra de ordenar la guerra imprescindible en las Antillas de modo que se salven, después de la victoria, del caudillaje y confusión que, por la época y la política imitada, trastornaron y trastornan aún las repúblicas de nuestra América: la obra de unir para su parte de obra en la revolución, en disciplina estrecha y democrática a la vez, a todas las emigraciones antillanas. ¡Y está hecho! ¡Y lo justo y lo necesario no se detienen jamás!
Ah, no! La revista ordenada y pálida no puede decir, con sus formas prostituidas, la santidad y hermosura de aquella reunión. ¿Que Juan Fraga, que sólo consulta a su juicio independiente, habló como un fundador; que Sotero Figueroa, el carácter puertorriqueño, leyó unas páginas que son como sollozo humano, y quedarán con lo muy bello de nuestra literatura; que Justo Lantigua, sagaz y grandilocuente, intimó a su pueblo, y a los que hayan de aconsejarlo, la necesidad de la virtud; que Rafael Serra calzó la fuerza breve de su discurso con máximas inflexibles; que Emilio Arteaga, con la emoción primeriza de la adolescencia, confirmó, más que leyó, la oración de los jóvenes, la oración franca y valiente de Gonzalo de Quesada; que Benjamín Guerra, sin palabra sobrante ni idea floja, demarcó la política necesaria, de empuje a la vez que de concierto, del partido cíe la revolución; que José Martí, en noche en que más largas declaraciones hubieran parecido prematuras y presuntuosas, tuvo algunas palabras que decir; que habló, como se habla pocas vece, el compañero de Céspedes y de Aguilera, el que a marcha forzada vino de la escuela que rige a proclamar la nueva fe, como a marcha forzada, cuando la luz de gloria, fue de San Ramón al Camagüey, para llegar a tiempo de proclamar la fe de Guáimaro, el presidente inmaculado de nuestra república, Tomás Estrada Palma?
No eran las palabras, sobrias y expresivas; no era el discurso verboso, frío e innecesario; no era el alarde de la obra hecha, grato sólo a los nimios; no era la promesa vocinglera de la obra por hacer. Era el momento en que el presidente del Cuerpo de Consejo de New York, de los clubs infatigables del destierro que preparan en equidad y república la guerra inevitable de mañana, cedía la presidencia al patriarca de la guerra de ayer, al que llevó en sí la república por el voto de sus conciudadanos; eran las palabras con que la guerra cíe ayer, sin visitar el pecado de los culpables en la persona de los inocentes, saludaba, al ocupar la presidencia, al patriotismo del destierro, al patriotismo invicto, al patriotismo de los doce años, que ha ligado en sí la gloria abandonada de Yara, y la que va a coronarla; era la voz creciente y amorosa de los que de li injusticia social se vengan poniéndose de columnas para salvar la sociedad; era la agitación conmovedora con que el hijo de un hombre de la guerra, trémulo como el valor verdadero en la primer batalla, leía, cortado el aliento, el discurso de un joven que se vuelve airado contra los que tienen paces (ilegible) mientras no se logre el decoro de la patria; era el enfermo obediente, que no ve mejor modo de morir que el de caer, al pie de la bandera de los padres, convidando a su patria naciente a acomodar sus fuerzas decisivas en un justo abrazo; era el instante augusto en que, con el fuego de los héroes en el rostro, con la dicha de la resurrección en el inspirado acento, con la firmeza de un pueblo entero que ha decidido no alquilar a nadie el alma, evocó el héroe vivo los días de limpia aurora del derecho de Cuba, bendijo con ardiente ternura a los que levantan por sobre sus cabezas la santa luz de ayer, y ungió al Partido Revolucionario, el partido de la justicia amorosa y la independencia inflexible, hijo legítimo de los constituyentes de Guáimaro.
Así, con la dicha de las horas grandiosas, con la fe difícil en los que la han visto vendida y defraudada, con aquel poder que en las almas hechas no se levanta sin el veredicto de la razón, pero derriba obstáculos y obra maravillas cuando la razón lo sanciona, se confirmó en noche memorable por su fuerza de juicio y corazón, el Partido Revolucionario Cubano, que se funda para congregar todos los elementos útiles a la salvación de Cuba y Puerto Rico; para impedir en la preparación, acción y triunfo de la guerra, la autocracia, parcialidad ó disensión que pudiera poner en peligro la república; para salvar a la patria de su propio desorden, a la hora del estallido impremeditado, o del que le llevase la invasión loca; para continuar la revolución democrática con el espíritu de los constituyentes de Guáimaro.
Los oradores de la noche fueron:
-Juan Fraga, presidente del Cuerpo de Consejo de los Clubs de Nueva York;
-Sotero Figueroa, Secretario del Cuerpo de Consejo y presidente del Club Borinquen (quien, por cierto, se dirige a los antillanos);
-Justo Lantigua, en representación del club José Martí;
-Rafael Serra, vicepresidente del club Pinos Nuevos;
-Gonzalo de Quesada, presidente del club "Independientes de Cubanaán",
-Benjamín J. Guerra, tesorero electo del Partido Revolucionario Cubano;
-José Martí, delegado del Partido;
-Tomás Estrada Palma, expresidente de la República de Cuba y presidente de la Asamblea de Confirmación.
Aparecen en ese orden sus alocuciones en el suplemento al número 7. Al parecer no estaba previsto que Martí hablara, por "el estado visible de su mala salud".
En breve El Camagüey publicará también el discurso de Tomás Estrada Palma.
Así se refiere al acto de confirmación de la proclamación del PRC Enrique Trujillo en sus "Apuntes históricos" (de los que ya han sido publicados algunos fragmentos en El Camagüey). Nótese que incluye la versión del acto aparecida en el periódico El Porvenir, dirigido por él:
PROCLAMACIÓN DEL PARTIDO REVOLUCIONARIO
El día 10 de abril quedó proclamado el Partido Revolucionario en Cayo Hueso, Tampa y Nueva York por todos los clubs que se habían adscripto, Para los cargos de Delegado y Tesorero, fueron designados, respectivamente, los señores José Martí y Benjamín J. Guerra; designaciones que fueron muy bien acogidas, por la competencia del primero, creador del Partido, y la reconocida honradez, posición social y mercantil del segundo.
El domingo 17 se celebró en Nueva York el Meeting de Proclamación. En El Porvenir del 20 se lee lo siguiente:
REUNIÓN DE CUBANOS Y PUERTORRIQUEÑOS. — Los Presidentes de los clubs cubanos y puertorriqueños de esta ciudad invitaron para la noche del domingo 17, con objeto de celebrar la proclamación recientemente hecha del Partido Revolucionario Cubano.
"Es muy grato para nosotros, que vamos sumando años en el destierro, asistir a fiestas de hermanos, donde se habla de la patria, de sus ideales y de sus esperanzas. Sentimos verdadero placer en aquella reunión donde se desbordaba el sentimiento purísimo de amor a la libertad e independencia, y parecía como que se tocaba la realidad, sin que nadie se ocupara, guiados por el entusiasmo, de lo difícil que es llegar a ellas sin los elementos necesarios y sin el concurso de todas las voluntades, unidas a las necesidades e intereses perfectamente equilibrados. Pero como quiera que sea hay que darle rienda al sentimiento, y tratar de las cosas patrias, y rendirle tributo a los buenos principios es una lección que, tarde ó temprano, puede aprovechar.
"Una buena concurrencia asistió al acto, realzado por algunas damas. Al frente se veían, alegrando con sus vivos colores. en fraternal enlace, las banderas de Yara y de Lares y el escudo de la República de Cuba.
Abrió la sesión el veterano Presidente del Club Los Independientes, el señor Juan Fraga, quien delegó la presidencia del acto en el venerable señor Tomás Estrada Palma, el mentor de Central Valley, el cubano inmaculado, que estaba allí presente.
"A grandes rasgos, porque nos falta espacio y tiempo, nos ocuparemos de la oratoria. Los señores Juan Fraga y Benjamín Guerra (Tesorero general del Partido), coincidiendo en apreciaciones sobre el Partido Revolucionario Cubano, dijeron que no se lanzaría a empresas arriesgadas. Ambos estuvieron muy juiciosos. El señor Guerra se refirió con entusiasmo y elocuencia a la briosa juventud que se levanta en la patria.
"El señor Sotero Figueroa, aprovechando la fiesta pascual de Resurrección y el recuerdo de Jesús, habló de ideas de democracia, explicando la doctrina del Nazareno como la savia de que necesitan los pueblos para redimirse.
"Al señor Rafael Serra siempre se le oye con gusto, porque a su moderación une su juicio.
"El señor Lantigua es un patriota fervoroso, de abundancia de palabra.
"El joven señor Emilio Arteaga, muy conmovido, (primera vez que se presenta al público), dio lectura al trabajo que tenía preparado el señor Gonzalo de Quesada, en el que se analiza la situación de Cuba.
"Tocó el turno al señor José Martí, Delegado del Partido Revolucionario Cubano, palabra que siempre se espera con impaciencia. Hizo un esfuerzo extraordinario para poder hablar, porque verdaderamente estaba muy afectado de la gar-ganta. Fue una peroración relampagueante, de períodos enérgicos y rotundos. Nos fijamos en dos pensamientos, principalmente. Dijo que la bandera de Yara no había quedado en Cuba, y aludiendo a Estrada Palma, refirió como éste, último Presidente de la República Cubana, al no haber capitulado, se la había llevado consigo. Entendemos, pues, que el señor Martí ha querido significar que puesto que la bandera está “fuera” hay que llevarla “dentro.” Y a la verdad, este juicio se completa con otro símil del orador. Aludiendo a los que faltaban y a los que estaban, a los que eran o no eran, refirió aquella contestación que diera a Napoleón uno de sus generales, Augereau, en junta, sobre la conveniencia de dar una batalla en Casteglioni, que era comprometida: "Yo me quedo solo,” dijo éste, y Martí dijo: “Haya los que hubiere, Augereau se ha quedado con nosotros.” Deducimos, pues, que fuera de Cuba está su salvador.
"Tomás Estrada Palma cerró la sesión, y a la verdad, quedó para todos un recuerdo tan agradable de la fiesta con la palabra del angélico señor Palma, que aún resuenan en los oídos aquéllas como dulcísimas armonías. Y es que en el orador no había ficción. Hablaron sus recuerdos, habló su corazón, toda su naturaleza de patriota integérrimo, de hombre amante del derecho, cumplidor del deber, consecuente y abnegado en sus principios. Se refirió a aquellos días inmortales de la promulgación en Guáimaro de la Constitución Cubana, y su frase brotaba espontánea, y el concepto sincero, y la forma galana.
"Si muchos aplausos hubo para los oradores del 17, para el señor Palma hubo la más grande manifestación que pudiera hacerse, —el tributo, la apoteosis en vida al hombre sincero, bueno, que lleva en su espíritu la redención de la patria, para la libertad, la justicia y el derecho."
El notable discurso del señor Martí se publicó en el periódico Patria, pero trunco; por lo que no se pudo evidenciar si el orador pronunció la frase: “Augereau se ha quedado con nosotros.” Conste que el señor Martí negó haber pronunciado tal concepto.
Tomado de Enrique Trujillo: Apuntes históricos. Propaganda y movimientos revolucionarios cubanos en los Estados Unidos desde enero de 1880 hasta febrero de 1895. Nueva York, Tip. de El Porvenir, 1896, pp.116-118.
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El Camagüey
2 añosNo hay muchos datos de este camagüeyano noble y honrado. Fermín Valdés Domínguez lo menciona varias veces en su Diario de soldado. Ésta es una de las más significativas, y que nos permite aquilatar la magnitud de su vínculo con el Apóstol: "Me dijo Tirado (Modesto Arquímides Tirado y Avilés) que Martí, al ir para Santo Domingo, le dejó a Benjamín Guerra dos cartas cerradas: una para Gonzalo de Quesada y la otra para su hijo Pepe, para que las entregara tan pronto como supiera que había muerto en la guerra. Cumplió Benjamín el triste encargo. "En la de Gonzalo le encargaba que guardara todos sus papeles y en la de Pepe le dejaba la cadenita de su reloj. "Me dice también que Carmen (Zayas-Bazán) a su llegada a Nueva York solicitó de Gonzalo los papeles por pertenecer a su hijo y me dice que cuando él salió para acá dejó a Gonzalo dispuesto a acceder a sus deseos." (p.282)
El Camagüey
2 añosLa confirmación de la proclamación del PRC es descrita así en el periódico Patria, en el número 7 del rotativo, correspondiente al 23 de abril de 1892: ¡Desciende el alma de los padres sobre las cabezas de los hijos; centellean otra vez los ojos como centellearon cuando se cambió el yugo por la horquetilla; junta otra vez a los cubanos el entusiasmo puro de los primeros días de gloria, y rostros y almas se inundan de la divina luz del sacrificio! Con la cabeza baja, del respeto, salieron los hombres de la confirmación de la proclamación del Partido Revolucionario Cubano en la sala de Hardman, el 17 de Abril. Y las mujeres volvieron a sentirse orgullosas de los hombres. Entre palmas y flores de resurrección se erguía el estrado donde se sentaban juntos los próceres de la guerra de ayer, los cubanos constantes del destierro, y los hombros, a la vez impacientes y reflexivos, del sacrificio de mañana. Y por sobre ellos, ya en sus astas, las banderas que colgaban hasta hoy, como sauces más que como banderas, en los días velados de la patria. La de Lares cruzaba el asta con la de Guáimaro, y entre ellas, con todo su color, lucia el escudo. La sala henchida, como los pabellones, ¡no era sala de sauces! Y fue justo que en aquella sala de Hardman, testigo del continuo esfuerzo de los cubanos y puertorriqueños para poner en sobria acción política, y en ordenamiento amplio y cordial, las fuerzas sentimentales y espasmódicas, de la revolución: en aquella sala que ha visto crecer, con la lentitud y seguridad con que debe fundarse todo lo duradero, esta nueva alma patriótica que trae en la raíz el ansia de justicia inextinguible en los pedios humanos, y combina el ímpetu de la arremetida con la prudencia de la constitución, y la sagacidad política con la humanidad abrasante; en aquella sala donde, como de una torre de pelea, se han ido echando atrás los elementos dañinos y esenciales con que salió de la guerra la revolución, y se ha abierto los brazos a todos los buenos y los desconsolados de este mundo; en aquella sala donde, en noche fraternal, abrió puesto la emigración de New York, más temida que amada en otro tiempo, a la emigración de Cavo Hueso, más generosa que conocida en todos sus merecimientos y virtudes, — se declarase coronada al fin la obra de congregar, en un plan fijo, expansivo é inexpugnable, las fuerzas revolucionarias, temibles en la dispersión; la obra de ordenar la guerra imprescindible en las Antillas de modo que se salven, después de la victoria, del caudillaje y confusión que, por la época y la política imitada, trastornaron y trastornan aún las repúblicas de nuestra América: la obra de unir para su parte de obra en la revolución, en disciplina estrecha y democrática a la vez, a todas las emigraciones antillanas. ¡Y está hecho! ¡Y lo justo y lo necesario no se detienen jamás! Ah, no! La revista ordenada y pálida no puede decir, con sus formas prostituidas, la santidad y hermosura de aquella reunión. ¿Que Juan Fraga, que sólo consulta a su juicio independiente, habló como un fundador; que Sotero Figueroa, el carácter puertorriqueño, leyó unas páginas que son como sollozo humano, y quedarán con lo muy bello de nuestra literatura; que Justo Lantigua, sagaz y grandilocuente, intimó a su pueblo, y a los que hayan de aconsejarlo, la necesidad de la virtud; que Rafael Serra calzó la fuerza breve de su discurso con máximas inflexibles; que Emilio Arteaga, con la emoción primeriza de la adolescencia, confirmó, más que leyó, la oración de los jóvenes, la oración franca y valiente de Gonzalo de Quesada; que Benjamín Guerra, sin palabra sobrante ni idea floja, demarcó la política necesaria, de empuje a la vez que de concierto, del partido cíe la revolución; que José Martí, en noche en que más largas declaraciones hubieran parecido prematuras y presuntuosas, tuvo algunas palabras que decir; que habló, como se habla pocas vece, el compañero de Céspedes y de Aguilera, el que a marcha forzada vino de la escuela que rige a proclamar la nueva fe, como a marcha forzada, cuando la luz de gloria, fue de San Ramón al Camagüey, para llegar a tiempo de proclamar la fe de Guáimaro, el presidente inmaculado de nuestra república, Tomás Estrada Palma? No eran las palabras, sobrias y expresivas; no era el discurso verboso, frío e innecesario; no era el alarde de la obra hecha, grato sólo a los nimios; no era la promesa vocinglera de la obra por hacer. Era el momento en que el presidente del Cuerpo de Consejo de New York, de los clubs infatigables del destierro que preparan en equidad y república la guerra inevitable de mañana, cedía la presidencia al patriarca de la guerra de ayer, al que llevó en sí la república por el voto de sus conciudadanos; eran las palabras con que la guerra cíe ayer, sin visitar el pecado de los culpables en la persona de los inocentes, saludaba, al ocupar la presidencia, al patriotismo del destierro, al patriotismo invicto, al patriotismo de los doce años, que ha ligado en sí la gloria abandonada de Yara, y la que va a coronarla; era la voz creciente y amorosa de los que de li injusticia social se vengan poniéndose de columnas para salvar la sociedad; era la agitación conmovedora con que el hijo de un hombre de la guerra, trémulo como el valor verdadero en la primer batalla, leía, cortado el aliento, el discurso de un joven que se vuelve airado contra los que tienen paces (ilegible) mientras no se logre el decoro de la patria; era el enfermo obediente, que no ve mejor modo de morir que el de caer, al pie de la bandera de los padres, convidando a su patria naciente a acomodar sus fuerzas decisivas en un justo abrazo; era el instante augusto en que, con el fuego de los héroes en el rostro, con la dicha de la resurrección en el inspirado acento, con la firmeza de un pueblo entero que ha decidido no alquilar a nadie el alma, evocó el héroe vivo los días de limpia aurora del derecho de Cuba, bendijo con ardiente ternura a los que levantan por sobre sus cabezas la santa luz de ayer, y ungió al Partido Revolucionario, el partido de la justicia amorosa y la independencia inflexible, hijo legítimo de los constituyentes de Guáimaro. Así, con la dicha de las horas grandiosas, con la fe difícil en los que la han visto vendida y defraudada, con aquel poder que en las almas hechas no se levanta sin el veredicto de la razón, pero derriba obstáculos y obra maravillas cuando la razón lo sanciona, se confirmó en noche memorable por su fuerza de juicio y corazón, el Partido Revolucionario Cubano, que se funda para congregar todos los elementos útiles a la salvación de Cuba y Puerto Rico; para impedir en la preparación, acción y triunfo de la guerra, la autocracia, parcialidad ó disensión que pudiera poner en peligro la república; para salvar a la patria de su propio desorden, a la hora del estallido impremeditado, o del que le llevase la invasión loca; para continuar la revolución democrática con el espíritu de los constituyentes de Guáimaro.
El Camagüey
2 añosLos oradores de la noche fueron: -Juan Fraga, presidente del Cuerpo de Consejo de los Clubs de Nueva York; -Sotero Figueroa, Secretario del Cuerpo de Consejo y presidente del Club Borinquen (quien, por cierto, se dirige a los antillanos); -Justo Lantigua, en representación del club José Martí; -Rafael Serra, vicepresidente del club Pinos Nuevos; -Gonzalo de Quesada, presidente del club "Independientes de Cubanaán", -Benjamín J. Guerra, tesorero electo del Partido Revolucionario Cubano; -José Martí, delegado del Partido; -Tomás Estrada Palma, expresidente de la República de Cuba y presidente de la Asamblea de Confirmación. Aparecen en ese orden sus alocuciones en el suplemento al número 7. Al parecer no estaba previsto que Martí hablara, por "el estado visible de su mala salud". En breve El Camagüey publicará también el discurso de Tomás Estrada Palma.
El Camagüey
2 añosAsí se refiere al acto de confirmación de la proclamación del PRC Enrique Trujillo en sus "Apuntes históricos" (de los que ya han sido publicados algunos fragmentos en El Camagüey). Nótese que incluye la versión del acto aparecida en el periódico El Porvenir, dirigido por él: PROCLAMACIÓN DEL PARTIDO REVOLUCIONARIO El día 10 de abril quedó proclamado el Partido Revolucionario en Cayo Hueso, Tampa y Nueva York por todos los clubs que se habían adscripto, Para los cargos de Delegado y Tesorero, fueron designados, respectivamente, los señores José Martí y Benjamín J. Guerra; designaciones que fueron muy bien acogidas, por la competencia del primero, creador del Partido, y la reconocida honradez, posición social y mercantil del segundo. El domingo 17 se celebró en Nueva York el Meeting de Proclamación. En El Porvenir del 20 se lee lo siguiente: REUNIÓN DE CUBANOS Y PUERTORRIQUEÑOS. — Los Presidentes de los clubs cubanos y puertorriqueños de esta ciudad invitaron para la noche del domingo 17, con objeto de celebrar la proclamación recientemente hecha del Partido Revolucionario Cubano. "Es muy grato para nosotros, que vamos sumando años en el destierro, asistir a fiestas de hermanos, donde se habla de la patria, de sus ideales y de sus esperanzas. Sentimos verdadero placer en aquella reunión donde se desbordaba el sentimiento purísimo de amor a la libertad e independencia, y parecía como que se tocaba la realidad, sin que nadie se ocupara, guiados por el entusiasmo, de lo difícil que es llegar a ellas sin los elementos necesarios y sin el concurso de todas las voluntades, unidas a las necesidades e intereses perfectamente equilibrados. Pero como quiera que sea hay que darle rienda al sentimiento, y tratar de las cosas patrias, y rendirle tributo a los buenos principios es una lección que, tarde ó temprano, puede aprovechar. "Una buena concurrencia asistió al acto, realzado por algunas damas. Al frente se veían, alegrando con sus vivos colores. en fraternal enlace, las banderas de Yara y de Lares y el escudo de la República de Cuba. Abrió la sesión el veterano Presidente del Club Los Independientes, el señor Juan Fraga, quien delegó la presidencia del acto en el venerable señor Tomás Estrada Palma, el mentor de Central Valley, el cubano inmaculado, que estaba allí presente. "A grandes rasgos, porque nos falta espacio y tiempo, nos ocuparemos de la oratoria. Los señores Juan Fraga y Benjamín Guerra (Tesorero general del Partido), coincidiendo en apreciaciones sobre el Partido Revolucionario Cubano, dijeron que no se lanzaría a empresas arriesgadas. Ambos estuvieron muy juiciosos. El señor Guerra se refirió con entusiasmo y elocuencia a la briosa juventud que se levanta en la patria. "El señor Sotero Figueroa, aprovechando la fiesta pascual de Resurrección y el recuerdo de Jesús, habló de ideas de democracia, explicando la doctrina del Nazareno como la savia de que necesitan los pueblos para redimirse. "Al señor Rafael Serra siempre se le oye con gusto, porque a su moderación une su juicio. "El señor Lantigua es un patriota fervoroso, de abundancia de palabra. "El joven señor Emilio Arteaga, muy conmovido, (primera vez que se presenta al público), dio lectura al trabajo que tenía preparado el señor Gonzalo de Quesada, en el que se analiza la situación de Cuba. "Tocó el turno al señor José Martí, Delegado del Partido Revolucionario Cubano, palabra que siempre se espera con impaciencia. Hizo un esfuerzo extraordinario para poder hablar, porque verdaderamente estaba muy afectado de la gar-ganta. Fue una peroración relampagueante, de períodos enérgicos y rotundos. Nos fijamos en dos pensamientos, principalmente. Dijo que la bandera de Yara no había quedado en Cuba, y aludiendo a Estrada Palma, refirió como éste, último Presidente de la República Cubana, al no haber capitulado, se la había llevado consigo. Entendemos, pues, que el señor Martí ha querido significar que puesto que la bandera está “fuera” hay que llevarla “dentro.” Y a la verdad, este juicio se completa con otro símil del orador. Aludiendo a los que faltaban y a los que estaban, a los que eran o no eran, refirió aquella contestación que diera a Napoleón uno de sus generales, Augereau, en junta, sobre la conveniencia de dar una batalla en Casteglioni, que era comprometida: "Yo me quedo solo,” dijo éste, y Martí dijo: “Haya los que hubiere, Augereau se ha quedado con nosotros.” Deducimos, pues, que fuera de Cuba está su salvador. "Tomás Estrada Palma cerró la sesión, y a la verdad, quedó para todos un recuerdo tan agradable de la fiesta con la palabra del angélico señor Palma, que aún resuenan en los oídos aquéllas como dulcísimas armonías. Y es que en el orador no había ficción. Hablaron sus recuerdos, habló su corazón, toda su naturaleza de patriota integérrimo, de hombre amante del derecho, cumplidor del deber, consecuente y abnegado en sus principios. Se refirió a aquellos días inmortales de la promulgación en Guáimaro de la Constitución Cubana, y su frase brotaba espontánea, y el concepto sincero, y la forma galana. "Si muchos aplausos hubo para los oradores del 17, para el señor Palma hubo la más grande manifestación que pudiera hacerse, —el tributo, la apoteosis en vida al hombre sincero, bueno, que lleva en su espíritu la redención de la patria, para la libertad, la justicia y el derecho." El notable discurso del señor Martí se publicó en el periódico Patria, pero trunco; por lo que no se pudo evidenciar si el orador pronunció la frase: “Augereau se ha quedado con nosotros.” Conste que el señor Martí negó haber pronunciado tal concepto. Tomado de Enrique Trujillo: Apuntes históricos. Propaganda y movimientos revolucionarios cubanos en los Estados Unidos desde enero de 1880 hasta febrero de 1895. Nueva York, Tip. de El Porvenir, 1896, pp.116-118.
Javier Vázquez
2 añosMuy interesante. Gracias a El Camagüey por la información complementaria.