Querida Olivín:
En mi poder tu última del cinco. Veo que ya tienes resuelto todo lo del viaje. Pero ¿pasa por La Habana ese vapor de turista?
Querida Olivín:
En mi poder tu última del cinco. Veo que ya tienes resuelto todo lo del viaje. Pero ¿pasa por La Habana ese vapor de turista?
¿Sabes ya los requisitos que tienes que llevar para viajar sola? Creo lo mejor decir, como yo, que solo vienes por 6 meses.
Sobre el dinero que te falta no sé qué hacer. Papá, como desde hace dos años, mantiene la misma inestabilidad. Díjome que te iba a enviar. Pero no sé más nada. Te enviaré mañana unos 35 o 40 dólares. Es lo más que puedo hacer no te imaginas [hay una palabra ilegible, pero parece decir Hofman], como lo que tienen allá los tintoreros. Gano 25 dólares semanales. Pronto ganaré más, aquí o en otra casa.
De allá nadie ha contestado una sola carta. Tampoco un telegrama que puse tras antes de ayer ofreciendo ir si el movimiento era serio para ayudar al P. en su labor.
Bueno, al diablo. Me concretaré a lo de Cuba. La carta que me envías del P. está muy buena. Pero sobre la U. N. tienen equivocaciones o la situación cambió ya. Las gentes de aquí de la U. N. prueban que sí irán hasta donde sea necesario
Me alegro de que Salvador embarque para Rusia. Igualmente Gustavo. Le convendrá mucho estar al lado de su mujer en Europa. Se equilibrará y sanará. Estoy bien. Trabaja y cosa rara, toma parte en el trabajo del P. Debes ver qué es lo que vas a traer. Escríbeme sobre esto. Hay un libro que me interesa me envíes por correo enseguida. Las Universidades Populares de L. Palacios. Úrgeme mucho. Lo espero.
No traigas todos los libros. Tampoco los de cuestiones sociales, mis recuerdos de agitación porque registran y los quitan. Aquí hay de todo. Lo que sí desearía es que no desaparecieran. Dime dónde piensas guardarlos bien seguro hasta que volvamos a Cuba. Me sería muy doloroso perderlos.
No olvides contestar esta carta, PUNTO por PUNTO. Hazlo a la dirección de Dr. Miguel Suárez (para Julio A. Mella) 325 W-82 rd. Street. New York N.Y. U.S.A.
Acabo de recibir tu cable. Bien. Te espero. Pero lo que no sé es si tienes dinero, si Papá envió bastante o todavía debo enviarte. Si no te envió avísame. Pero no podré enviar + de 35 o 40 por ahora.
Otra cosa:
¿Por qué llegó tan tarde la carta de Cuba?
Y las direcciones del sobre, por qué no llegaron. Ellas me anunciaban el envío de buenas direcciones secretas. Qué has hecho de ellas.
Contéstalo todo. Escribe tu carta con esta delante.
12 de octubre de 1927
Mi querida Olivín:
No sabes cómo me encuentro. Un poco más y me llevan para un manicomio o una cárcel. Tus cartas indicaban una contestación mía para decidir y antes de recibirlas decidiste. Cuando ya tenía todo preparado para irme y recibo un cable de Rafael en que me decías que tú habías salido para ésta: New York. Como me pensaba ir había ya dejado el trabajo y ahora resulta que llevo una semana sin dinero, sin trabajo, etcétera. Por una carta de Gustavo parece que tú estás en La Habana.
Puse un cable a papá diciéndole que esperaban esta. Ya a México te había contestado las cartas. Primero. No puedo quedarme aquí. Me es imposible vivir solamente comiendo y durmiendo.
Después de trabajar unas doce horas al día, no se puede hacer nada más. Ahora necesito ir enseguida a la ciudad de donde vine. Voy a ingresar en la Universidad. Aquí no tengo porvenir alguno. He determinado acabar la carrera. A Cuba no podré volver más nunca, Machado será eterno. La U.N., por las noticias que tengo, no hará nada. Entonces Cuba no tiene más solución que la revolución proletaria en otros países. Es terrible haber nacido en un maletín de mano… Así soy yo en Cuba. Si sigo dependiendo de Cuba no me desarrollaré más que lo que es posible en pedazo tan miserable de tierra, miserable por su tamaño, miserable por su ideología de los que podrían hacer algo. Solamente los obreros, solamente ellos, podrán hacer algo, cuando el tiempo les llegue, pero por hoy…
Segundo. En esta situación no me es posible permanecer y he de volver a México enseguida. Yo sé bien los compromisos que tengo contraídos, el deber que tengo de mantener a Nachta y a ti, mientras no puedas trabajar. Pero, ya sabes: vivir aquí me es imposible. No olvides tampoco el aspecto político. En cualquier momento de agitación me expulsarían. En vista de esto es que te decía en carta enviada a México que tu decisión de irte para Camagüey me parece correcta aunque dolorosa.
Pero más doloroso sería que Nachta se enfermase o tú. No sería una partida muy larga. Hasta que yo me arreglase y pudiese encontrarme entradas extras.
Escríbeme, escríbeme. ¿Por qué embarcaste sin decirme nada?
1o de noviembre de 1927
Tomadas de Mella. Textos escogidos. Compilación: Julio César Guanche. Prólogo: Rosario Alfonso Parodi. Ediciones La Memoria. Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau. La Habana, 2017, pp.217-219.
Comentarios
Javier Vázquez
3 añosParece que ya la relación entre ellos no andaba muy bien...
María Antonia Borroto
3 años@Javier Vázquez Tengo la misma impresión. Desconsuelan un poco. Tienen un tono hasta áspero. Una vez vi una carta de ella, dirigida a otra persona, en la que se sentía tan dolida, sobre todo por el protagonismo que le daban a Tina Modotti en la vida de él. Y pensar que Tina fue cómplice de los asesinos. La vida tiene cada paradojas... Me imagino que el libro que justo hoy se presentó aquí en Camagüey, sobre Natasha Mella, de los investigadores Adys Cupull y Froilán González nos ayude a entender la historia familiar.
Liz Marian Rio Olazabal
2 años@María Antonia Borroto hola. No estoy al corriente de la complicidad de Tina en el asesinato. En qué fuente puedo conocer más del asunto?
María Antonia Borroto
2 años@Liz Marian Rio Olazabal Creo que en el blog de Julio César Guanche está publicado el juicio político a Mella, y en el blog Mango con arroz, de Romel H. Zell hay otras publicaciones relacionadas con el asunto. El propio Romel, en comentarios a otros artículos de El Camagüey relacionados con Olivín ha aportado alguna información.
María Antonia Borroto
3 años@Javier Vázquez Aunque la de noviembre es un poco más amable, y ese escríbeme, escríbeme suena un poco desesperado, ¿no?
Tania Bermúdez
2 añosMella es un personaje que ha despertado en mi, curiosidad. Deben ser los espacios oscuros que he encontrado alrededor de él. En Cuba dejé la biografía de Tina Modotti. Supe que iba con Mella cuando lo asesinaron y que más tarde estuvo en la reconstrucción de los hechos. De cierta manera, me molesta la preponderancia que se le ha dado a Tina sobre la vida de Mella, en detrimento a la de Olivita, no solo porque era su esposa y madre de su hija, si no porque también fue su compañera de lucha contra la dictadura de Machado. En algún momento un conocedor del tema me comentó que Tina había estado involucrada en el asesinato de Mella, cosa que no dudo, dadas las fracturas del partido en aquel momento y la cercanía de Mella a las tendencias de Troski... Paradojas de la historia.
Javier Vázquez
2 años@Tania Bermúdez A muchos nos molesta la preponderancia que le han dado a Tina Modotti.
Elida Olga Diaz Fleites
1 añoMuy esclarecedores las cartas y los comentarios, como siempre nutriéndome con textos que resultan interesantes,sobre todo cuando se confrontan con informaciones anteriores.
Andrés Dovale Borjas
1 añoLa historia real del asesinato de Julio Antonio Mella está muy bien detallada en la Wikipedia, Yo la conocía desde mucho antes. Tanto el asesino, cómo Tina Modoti eran agentes de la Komintern, ambos italianos.
Andrés Dovale Borjas
1 añoStalin tiene en México un comité central lleno de líderes fieles, pero, junto a ellos, emergen figuras peligrosamente atraídas por el trotskismo. Y es para controlarlas o suprimirlas que Vittorio Vidali —alias Carlos Contreras, Enea Sormenti, Comandante Carlos9 o José Díaz— es enviado a México. El mismo Trotski definió a Vidali como «uno de los más crueles agentes de la GPU en España».11 Para muchos Vidali era el típico hitman al servicio del Politburó soviético. Palmiro Togliatti —secretario del Partido Comunista Italiano durante casi cuatro décadas— expresó esta opinión: «Vidali es muy bueno para disparar, pero no demasiado para pensar».12 En resumen, Vidali es «el hombre de los trabajos sucios, el encargado de la logística de los crímenes estalinistas y de enlodar a las víctimas. Es quien encubrió a los asesinos de Andrés Nin propagando la versión de una fuga organizada por los nazis» Mella no fue nunca un abierto partidario de Trotski,1415 pero su deseo de derribar a Gerardo Machado en Cuba es bloqueado por Moscú8 continuamente: cada foco rebelde en América Latina representa un peligro para la consolidación del poder en la Unión Soviética. Apoyar un intento insurreccional en la isla significa desafiar los intereses económicos estadounidenses, y Moscú no quiere que Washington considere a la Unión Soviética una amenaza a su «patio trasero», según la Doctrina Monroe. Los partidos comunistas, en esta fase histórica, trabajan para impedir sublevaciones armadas en sus respectivas áreas de influencia. Mella es destituido del comité central y aislado. Ante la prohibición absoluta de organizar una expedición a Cuba, suspende su colaboración con el partido y sigue con su proyecto. En diciembre de 1928, un mes antes de su asesinato, durante una acalorada reunión en la calle de Mesones, la última en la que Mella participa, Vidali pierde el control y se acerca al cubano gritándole: «No lo olvides nunca: de la Internacional se sale de dos maneras, ¡o expulsado o muerto!» Julio Antonio Mella fue asesinado la noche del 10 de enero de 1929 en la esquina de Abraham González con Morelos, de dos tiros de revólver calibre 3818 (que por cierto era el tipo de arma que Vittorio Vidali usualmente portaba): la primera bala atravesó el codo izquierdo y el intestino, la segunda perforó un pulmón. El juez Alfredo Pino Cámara interroga a Tina Modotti y «la sorprende en varias contradicciones»:19 Modotti declaró que quien disparó desde un automóvil en la oscuridad lo hizo mientras ella caminaba tomada del brazo izquierdo de Mella, algo imposible porque la primera bala lo hirió en ese brazo, y no pudo ser un acto sorpresivo porque Mella corría tratando de escapar. Hubo tres testigos de los hechos: el panadero Luis Herberiche, quien se encontraba en la puerta de su panadería, y los jóvenes Anacleto Rodríguez y José Flores, que estaban a la puerta de su casa en Abraham González. Los tres afirman que vieron «a tres personas, dos hombres y una mujer», avanzando desde Bucareli y discutiendo animadamente, y que uno de los dos hombres sacó una pistola y disparó mientras el otro corría hacia delante. En el careo con Tina Modotti, Herberiche declaró: «No tengo ningún motivo para engañar a la justicia. Soy un comerciante al que no le gusta verse implicado en estos hechos. Siento mucho desmentir a la señora, pero lo que dije es la verdad y lo sostengo» La policía, no obstante, decide descartar las declaraciones de tres testigos en favor de la de Modotti debido a que era «imposible que unos vecinos hayan podido ver lo que dicen haber visto el jueves un poco después de las nueve, ya que la luna era muy pequeña y baja»13 No debe descartarse el factor de influencia que las gestiones de Diego Rivera (quien era amigo personal del Presidente) a favor de Modotti tuvieron en este resultado. Asimismo, es el propio presidente de México quien el 16 de enero (sólo 6 días después) ordena mediante decreto el cierre de las pesquisas. ¿Quién mató a Mella? La versión política se impone: unos fantasmagóricos agentes enviados desde La Habana, a quienes nadie vio y ningún testigo pudo ubicar en la escena del crimen, lo hicieron. La policía se deslinda del problema remitiéndolo al extranjero. Los comunistas tienen un mártir.13 Tina Modotti queda libre de sospechas.
María Antonia Borroto
3 mesesCito a continuación algunos fragmentos del libro "El soviet caribeño: la otra historia de la revolución cubana", de César Reynel Aguilera, que se apartan de la que ha sido la narrativa oficial cubana respecto a Mella y su muerte: Hoy los archivos del Comintern permiten reconstruir la corta e intensa relación de Mella con el PCC, los eventos que antecedieron a su expulsión de esa organización y las consecuencias que la misma tuvo sobre la vida política de ese joven revolucionario. Esa relación es imprescindible a la hora de entender la historia de PCC, los orígenes del castrismo y algo tan distante en el tiempo, y en apariencia no relacionado, como la muerte de Ernesto “Che” Guevara. Los análisis de la relación de Mella con el PCC son un ejemplo temprano y evidente de los embrollos que surgen cada vez que se intenta explicar las decisiones de esa organización a partir de una concepción homogénea de la misma. Al mismo tiempo, la mayoría de esos análisis son hechos sin tener en cuenta que la corta relación de Mella con el PCC se superpuso a esos años —entre 1924 y 1928— en los que el Comintern tampoco fue una organización homogénea, pues en ella coexistieron cuadros y visiones de la vieja guardia bolchevique —condenados a desaparecer— con la nueva y despiadada ola del estalinismo. El Mella anterior a la fundación del PCC fue un joven librepensador y rebelde. Una figura cuyas formas de pensar y actuar siempre estuvieron más cerca del ideal libertario que de cualquier otra doctrina. No es casual que la persona que él siempre reconoció como maestro y guía de sus primeros pasos en la política haya sido el famoso anarcosindicalista cubano Alfredo López. Tampoco fue obra de la casualidad su visión libertaria en el artículo que escribió en 1924 como un homenaje póstumo a Lenin. En el congreso fundacional del PCC esa actitud librepensadora de Mella se hizo notar. Las actas de esa reunión recogen que en casi todos los puntos discutidos Mella expresó sus opiniones sin tapujos e invitó a los presentes a expresarse. Esas actas muestran una tensión constante entre la visión —cubana y librepensadora— de Mella y la obediencia de un grupo de hombres a una organización, el Comintern, cuyos principios apenas entendían y cuyas directivas acataban a partir de la influencia de un número reducido de miembros de esa organización que, para más extrañezas, no eran cubanos. Algo que llama la atención sobre ese Congreso es que al momento de conformarse el Comité Central Mella fue elegido como secretario de Propaganda, mientras que la elección para secretario de la Juventud recayó sobre Yoska Grinberg. Esa decisión es absurda si se toma en cuenta que ya en el año 1925 Mella era, por méritos propios, el líder natural de los jóvenes cubanos con ideas de izquierda. Para cualquier organización que tuviera entre sus objetivos hacer proselitismo dentro de la juventud cubana Mella era un candidato caído del cielo; mientras que Yoska Grinberg era, por su condición de extranjero, por sus grandes diferencias culturales con los cubanos y por su escaso dominio del español, un cuadro que bien poco podía hacer por el PCC dentro de los jóvenes cubanos. La explicación de ese desatino es que para algunos miembros del PCC era más importante garantizar el control y la lealtad a Moscú que diseminar las ideas comunistas dentro de Cuba. Bajo esa premisa, Yoska Grinberg devenía el candidato ideal para un trabajo con niños y jóvenes que, en la lógica del bolchevismo, tenía que ser un trabajo de selección, adoctrinamiento y sumisión. Solo así podrían formarse cuadros con un nivel de lealtad a Moscú que Mella, por ser cubano y librepensador, nunca habría podido crear. Algo que refuerza esta idea es el hecho de que a partir de 1928, y ya con Yoska Grinberg fuera de Cuba, la persona que estuvo al frente del trabajo con la juventud fue Grobart. Esa responsabilidad, entre otras, estuvo en manos de “El Polaco” hasta el año 1936, fecha en la que pasó a ocupar el cargo de Organizador. Dos responsabilidades que tienen una gran coherencia y continuidad: la primera consistiría en seleccionar y adoctrinar a unos cuadros que con el tiempo serían leales hasta el fanatismo y obedientes hasta la sumisión; la segunda emplazaría a esos cuadros, según sus talentos y características personales, dentro de una estructura organizativa que al paso de los años se convertiría en un aparato muy eficiente y muy difícil de penetrar. Las tensiones entre Mella y el PCC no fueron, como ha querido hacer creer la propaganda del comunismo cubano, simples diferencias de opiniones entre hombres aunados por una causa común. No. Esas tensiones fueron expresión de un conflicto profundo e insalvable entre la visión hegemónica del estalinismo de primera hora y la perspectiva cubana y latinoamericana que Mella siempre tuvo a la hora de luchar por la justicia social. Con ese conflicto como referencia se puede explicar mejor el origen de su expulsión del PCC. El 5 de diciembre de 1925, ya estando preso por órdenes de Machado, Mella decidió declararse en huelga de hambre después de que intentaran asesinarlo mediante la aplicación de la ley de fuga. En unas cuantas horas el huelguista se apropió de la primera plana de los periódicos cubanos. La gente empezó a seguir su huelga día a día y, ya al final, hora a hora. En medio de esa extraordinaria movilización popular el PCC, lejos de sumarse a la misma, al menos bajo la premisa de cooperar con lo inevitable, decidió distanciarse y en algunos casos romper relaciones con los grupos que apoyaban a Mella. Hoy los archivos liberados demuestran que la Liga Antiimperialista acusó al PCC de incompetente y que esa acusación se tradujo en una ruptura entre esas dos organizaciones. Después de diecinueve días sin ingerir alimentos, y de sufrir una complicación cardiorrespiratoria aguda que casi lo lleva a la muerte, Mella triunfó en su huelga y el PCC decidió expulsarlo de la organización. La primera de las acusaciones que usaron contra él fue haberse declarado en huelga de hambre sin autorización del Partido. Poco importó que con esa acción su popularidad y la del PCC alcanzaran niveles inconcebibles para una organización tan pequeña y de tan corta vida. La popularidad de Mella alcanzó un nivel tan alto que el PCC bien pudo haberla usado para lograr una mayor membresía y un mejor reconocimiento social. En contra de esa lógica, el Partido, lejos de felicitarlo, decidió apartarlo de sus filas. Una medida que fue sustentada en acusaciones absurdas y en un celo partidista exagerado. Un error de consecuencias tan negativas que durante décadas los comunistas cubanos lo escondieron. Esa expulsión respondió a un grupo de preguntas que ya estaban muy bien definidas desde la misma fundación del PCC. ¿Un cubano librepensador y con conexiones anarquistas haciendo de las suyas? ¿Un miembro del Comité Central que lo discute todo? ¿Un militante con opiniones propias? ¿Un líder estudiantil que se niega a obedecer al Partido? ¿Un revolucionario criollo y popular apropiándose del PCC? ¿Pérdida de control del NCIS? ¿Zigzagueo de la línea del Comintern? ¿Lealtad a Moscú comprometida? ¿Cuba antes que la URSS? No, eso nunca. Las actas del proceso, que ya hoy están disponibles de forma pública, muestran muchas de las características de los procesos estalinistas que pocos años después se convertirían en habituales. Las acusaciones fueron: haberse declarado en huelga de hambre sin consultar con el Partido; seguir la huelga después de que el Partido le ordenó que la abandonara; haber permitido que en el famoso manifiesto de protesta, que fue firmado por muchos intelectuales de la época, apareciera escrita una frase —en franca referencia al PCC— diciendo que Mella había sido “abandonado, por mezquinos motivos, de todos aquellos a los cuales ha dedicado sus esfuerzos”. ¿Quién tenía dentro del PCC la autoridad moral y ejecutiva para imponer la expulsión de Mella? A inicios de 1926 el Partido acababa de nacer, había sido rápidamente diezmado y la gran mayoría de sus dirigentes estaban en la cárcel. Hoy se sabe que esas decisiones, aunque siempre se presentaban como colectivas y llegaban envueltas en un metalenguaje grupal, eran tomadas por una persona o por una claque muy reducida.
María Antonia Borroto
3 mesesAsí continúa su relato César Reynel Aguilera: Una vez expulsado, Mella decidió apelar al Comintern y emigrar hacia México. El PCC, dando por contado que en Moscú ratificarían la sentencia, se dedicó a perseguirlo. Mella llegó a México en febrero de 1926 y ya en marzo de ese mismo año el PCC le escribió una carta a Rafael Carrillo, en aquel entonces secretario general del Partido Comunista Mexicano, para pedir que lo expulsaran de esa organización. Hoy los historiadores del comunismo cubano ponen en duda la autenticidad de esa carta. En mayo de 1926, sin embargo, el PCC volvió a la carga. Esta vez con un documento inobjetable en el que aparece una frase que echa por tierra algo que los comunistas cubanos repitieron durante décadas. Según la propaganda de los comunistas cubanos, Mella salió de Cuba porque el tirano Gerardo Machado había jurado matarlo y se temía por su vida. Esa versión encaja muy bien con la adjudicación ulterior de su muerte a los esbirros del tirano. En la carta de mayo de 1926, sin embargo, el PCC le deja bien claro a sus colegas mexicanos lo siguiente: “Mella salió de la prisión por la presión de la opinión pública, la que le garantizaba que su persona no corría peligro, y en vez de hacer lo que sus compañeros de prisión, que después de salir hicieron frente a la situación, se marchó dejándolo todo confuso y desarreglado”. A pesar de todos esos ataques, los comunistas mexicanos le dieron a Mella el beneficio de la duda y lo dejaron actuar dentro de su organización con toda libertad. En diciembre de 1926 el PCC envió un informe a Moscú para referirse al caso.69 Finalmente, en enero de 1927, el Secretariado de la Internacional Comunista dio su sentencia sobre la expulsión y después de repartir críticas a diestra y siniestra terminó dándole la razón al expulsado. Así llegó la resolución del PCC readmitiendo a Mella en la organización. En buena lid ahí tendría que haber terminado todo. De hecho, la propaganda del comunismo cubano intenta ahora, una vez que las informaciones que ellos negaron durante décadas ya están disponibles, demostrar que ahí terminó todo, que la sanción fue revocada, que volvieron a ser “amigos” y que la muerte de Mella, solo diecinueve meses después, fue culpa de Machado. Por desgracia para Mella, eso no fue así. Ahí habría terminado todo si el PCC y el Comintern hubieran sido organizaciones homogéneas; si en Cuba el NCIS no hubiera estado luchando por el control del Partido, y si en la URSS, a casi diez mil kilómetros de distancia, la facción estalinista no hubiera estado luchando por el control del PCUS y del Comintern. En febrero de 1927, ya recién reinstaurado como miembro pleno del PCC, Mella partió hacia Bruselas para participar en el Congreso Mundial contra el Imperialismo y la Opresión Colonial. Desde Bruselas viajó hacia Moscú en compañía de Sandalio Junco para participar en el IV Congreso de la Internacional Sindical Roja (ISR). Durante su estancia en la Unión Soviética los dos supieron por primera vez de la lucha de poder que ya estaba ocurriendo en la URSS, de las tesis de la Oposición de Izquierda (léase trotskismo) y de los esfuerzos de Trotsky y sus seguidores para contrarrestar el enorme poder que ya Stalin empezaba a acumular. Junco regresó a Cuba convertido en un trotskista convencido, algo que también terminaría costándole la vida. Durante su estancia en Moscú quedó claro que los problemas que Mella había tenido con el PCC, lejos de desaparecer, se extendían hacia la URSS y al grupo de poder que eventualmente saldría victorioso dentro de esta. En algún momento del congreso el delegado ítalo-argentino Victorio Codovilla, quien ya desde esa época empezaba a forjar su largo historial de estalinista rabioso, propuso la expulsión de varios trotskistas de la Internacional Sindical Roja y del PCUS. Mella no firmó esa solicitud de expulsión y a partir de ahí sus problemas aumentaron. La propuesta de su candidatura para delegado permanente de Latinoamérica ante el ISR fue rechazada y tuvo que regresar a México, para morir. En octubre de 1928 llegó a tierra azteca uno de los hombres más siniestros y oscuros en la historia del comunismo internacional: Vittorio Vidali. Otro estalinista rabioso que antes de llegar a México pasó por La Habana y se entrevistó con Fabio Grobart. A partir de la llegada de Vidali, las cosas a Mella le empezaron a irle de mal en peor. En los primeros meses de 1928 creó la Asociación de Nuevos Emigrados Revolucionarios Cubanos (ANERC) con el objetivo de preparar una invasión armada a Cuba. Desde el mismo inicio de su creación, la ANERC atrajo a emigrantes cubanos tan disímiles en sus orientaciones y lealtades políticas como Raúl Amaral Agramonte, acusado posteriormente de haber sido un provocador al servicio de Machado, y Alejandro Barreiro, quien unos meses antes había formado parte del tribunal que expulsó a Mella del PCC y que bien pudo haber sido un elemento de penetración del Partido dentro de la ANERC. Mientras Vidali empezaba su trabajo de zapa en México, y quizás para ayudarlo, Victorio Codovilla siguió atacando a Mella desde el exterior. En la conferencia sindical panamericana, organizada por el Comintern en la ciudad de Montevideo durante la primavera de 1928, Codovilla acusó a Mella de ser un militante trotskista y pidió su expulsión del Partido Comunista Mexicano. Los comunistas mexicanos rechazaron esa acusación y nombraron a Mella como su secretario general interino cuando en junio de 1928 Rafael Carrillo, el titular de la plaza, se fue a Moscú —en compañía de Vittorio Vidali— para participar en el VI Congreso de la Internacional Comunista. Al regresar de ese congreso, que marcó la derrota definitiva del trotskismo dentro del Comintern y validó la nueva política estalinista de la organización, muchos comunistas mexicanos empezaron a distanciarse de Mella. En aquel momento la obsesión del cubano era organizar una expedición militar para derrocar a Gerardo Machado. Lograr ese objetivo implicaba hacer contactos y establecer alianzas con elementos de la política cubana que, por no pertenecer a la clase obrera, caían fuera de la efímera política de Stalin que se conoció bajo el lema de lucha de clase contra clase. Una receta que prohibía, al menos de momento, cualquier tipo de alianza con elementos no obreros. Los planes de Mella no llegaron a ninguna parte. Intentó, a través de Rubén Martínez Villena, convencer al PCC de la validez de su propuesta, pero sin resultado alguno. Fue a Nueva York para establecer contacto con algunos opositores a Machado y muy poco pudo sacar en limpio. Envió a Leonardo Fernández Sánchez hacia La Habana, para que estableciera contactos con el movimiento antimachadista, y la Policía Secreta lo detuvo en unas cuantas horas. Al final, sus esfuerzos solo sirvieron para convencer a Machado de la necesidad de eliminarlo, y para aumentar sus fricciones con el siniestro Vidali. Los problemas de Mella fueron de mal en peor cuando quiso crear en México la llamada tercera central sindical. La historia de ese conflicto es demasiado larga y compleja para este libro. Baste decir que el gran favorecido de la misma fue Vicente Lombardo Toledano, quien acababa de publicar a principios de 1927 un libro titulado La libertad sindical en México, un texto que Mella rechazó por hacerse eco de eso que él consideraba reformismo. Al mismo tiempo, y en otros textos, Mella criticó la corrupción de la Confederación Regional Obrera Mexicana (CROM), por su defensa de los intereses del gobierno y no de las demandas y los derechos de los trabajadores. La propuesta de Mella chocó con cierta oposición dentro del PCM, sobre todo de Alfred Stirner, quien en ese momento era uno de los representantes del Comintern en México. La idea del cubano, sin embargo, no era descabellada y ya había sido discutida y aprobada durante el IV Congreso de la Internacional Sindical Roja (ISR) en Moscú. De esa aprobación dejó testimonio Diego Rivera en una entrevista en la que dijo que una de las razones por las que lo habían declarado “sospechoso” durante su visita a la URSS fue por su defensa de una línea sindical para México que proponía, en contra de la opinión de una fracción del Comintern y de Stalin personalmente, la fundación de una tercera central sindical, la Confederación Sindical Unitaria de México (CSUM). Esa línea, continuó diciendo Rivera, fue aprobada tras largas discusiones en la ISR. En cuanto Carrillo y Vidali regresaron de Moscú el PCM decidió disciplinar a Mella. Empezaron por criticarle su posición con respecto a la tercera central sindical y terminaron por prohibirle sus preparativos para derrocar a Gerardo Machado mediante una invasión armada a Cuba. Mella respondió presentando su renuncia. Después decidió retractarse y pidió ser readmitido en el PCM. Su solicitud fue aceptada bajo la condición de que no desempeñara cargos de dirección y acatara todas las decisiones del Partido. Fue a partir de ese momento que empezó la hostilidad abierta entre Vidali y Mella, un conflicto que además se vio estimulado por la relación extramatrimonial que Mella sostenía con la comunista y fotógrafa italiana Tina Modotti. Una mujer de belleza inobjetable que enseguida llamó la atención de Vidali y que terminaría convertida, una vez muerto Mella, en la amante y cómplice del italiano. Durante mucho tiempo se ha especulado sobre la participación de Vidali y de los estalinistas cubanos en la muerte de Mella. La respuesta definitiva tendrá que esperar. Por el momento se puede decir que habría sido una verdadera chapucería implicar al Comintern en la muerte del cubano. La razón es que no hacía falta. A Mella lo detestaban por igual los hombres de Stalin en América y los seguidores de Machado en Cuba; pero solo a uno de esos dos grupos le convenía convertirlo en bandera y lograr que fuera útil hasta después de muerto. En ese sentido no es descabellada la idea de Natasha Mella, la única hija reconocida de Julio Antonio, cuando expresó que el Comintern fue el autor intelectual de la muerte de su padre, mientras que los sicarios de Machado fueron los autores materiales.