En la cuestión de anexión has tomado, como siempre, muy buenas posiciones; pero no me atreveré a decir si tu victoria sería de celebrarse. Por lo que he oído, el folleto no ha gustado a la gente del movimiento y del progreso. Se dice que los españoles, los pacíficos y pancistas, han celebrado mucho tus argumentos contra la anexión; si bien parece que se les ha indigestado esas cosas que enjaretas contra España, y esotras que pides para Cuba sin venir a caso, pues que sin nada de eso se vive perfectamente. No te aflijas por esto, Saquete, que ellos curarán de la indigestión tan luego como se convenzan de que el gobierno de España no es tan dócil que se deje guiar de consejos de Babujales, ni tan tonto que necesite de apuntes para sacar sus cuentas según le convenga.
Sin duda es desgracia mía ver todas las cosas de Cuba de mal a peor. Me represento a Cuba como una linda muchacha a merced de déspotas, de pícaros y de cobardes; y por más que busque entre las tres clases a un Salvador, por Dios que no sé en cuál de ellos encontrará la salvación. En cada pulgada de Cuba, en su gente, en su vecindario, en todo, veo el combustible acumulado de antemano y que (en) una hora menguada ha de inflamarse sin que lo evite otro poder que el de Dios.
Pues por lo mismo, dirás tú, es preciso estarse quietecitos y no mover ni una naranja, cuanto menos una paja. Esto no me tranquiliza; antes bien, aumenta mi inquietud. ¿Bastará que los cubanos se estén quietos? ¿Es ése el medio seguro, probable siquiera de asegurar, no diré el bienestar, sino el malestar presente? ¿Qué importa que el colmenero se esté quieto contra el colmenar, si los de afuera tiran palos y piedras y alborotan los enjambres? Quietos se estaban los colonos de Inglaterra; quietos los de Francia y demás posesiones europeas en nuestro archipiélago. ¿Y alcanzó la quietud a salvarlos de su ruina? ¿Cómo evitar las causas exteriores, el movimiento, la agitación de la humanidad en todo el mundo, y muy cerca ya sobre Cuba? Tú mismo has dicho con tanta exactitud como guanchinanguería (sic) para sacudirle la mosca al abolicionismo, que el siglo era el abolicionista, y tú no eras más que un mensajero del siglo. Pues bien, este mismo siglo es también el de la democracia, de la independencia americana, y es forzoso obedecer a su impulso irresistible.
¿Y quién es el profeta que responde de que España triunfará de la revolución interior que se agita en su seno, o de la exterior que la invade y la conmueve? ¿Quién asegura que el gobierno de España ni por honor, ni por vergüenza, ni por necesidad, ni por la fuerza cumplirá sus tratados y compromisos pendientes; o no entrará en otros peores, o no trocará, permutará, venderá, cederá o dispondrá de Cuba según lo aconsejen o exijan las circunstancias? Entonces, me dirán, entonces será tiempo de obrar. Entonces, digo yo, será muy tarde; y no lo digo por repetir la cantinelita de moda francesa; sino porque cuando se decrete el precepto de pago de las verdes y las maduras, irá acompañado de la fuerza propia y las prestadas para la ejecución y cumplimiento.
Es preciso tener muy presente que para arruinar a Cuba basta una plumada, y que para darla tiene España todo el estímulo, todo el apoyo y aprobación de la Europa entera, de casi toda América, incluso las Islas, nuestras acusadoras hoy. Más que rivales. Y no hay que olvidar que para salvar a Cuba no queda otra puerta entreabierta que la de los Estados Unidos, único pueblo, única gente que acá en América tiene vergüenza, saber, fuerza y unión como nación libre. A nadie quiero ofender, Saco mío; pero yo deseo para Cuba los bienes y la protección de los Estados Unidos, del Coloso, del Briareo americano con sus veinte millones de brazos fuertes y robustos que podrán darle y conservarle a mi patria los bienes que paso a indicar como me salgan de la cabeza, y que tú estimarás en lo que valgan haciendo el paralelo concienzudo de ellos con las gangas y conveniencias de la nacionalidad española.
1ro. Cuba anexada sería un estado soberano, con toda la libertad e igualdad que jamás puede darle España. Su constitución sería hecha por sus hijos, arreglada a su pasado y su presente, y calculada para su porvenir.
2do. Cuba anexada tendría toda la seguridad interior y exterior de que necesita en su actual estado de peligro y debilidad. Éste es otro bien que se encontraría en la fuerza, el prestigio, los recursos y poder de 30 estados que son uno.
3ro. Cuba anexada obtendría la tregua, el respiro que le daría tiempo para reformar y mejorar su estado social. En muy pocos años, y en una progresión incalculable, Cuba tendría en su suelo 500 mil blancos más, que no se absorberían, sino que se injertarían o disolverían en otros 500 mil que tiene Cuba; y ellos con ellas harían otros 500 mil que, mal que le pesase al Sr. Saco, serían cubanos. Y yo aseguro que un atravesadito mío con una yanqui o alemanota había de salir más cubano, y más bonito, y blanquito, y sanito y briosito y guapito que el Sr. Saco y su compinche Narizotas, con toda la pureza de su raza goda, árabe o gitana, que de todo hay en las Viñas de Iberia.
4to. Cuba anexada tendría soldados y marineros hijos suyos a quienes confiar su vida, su honra y sus intereses; y que aunque fuesen atravesados, le inspirarían más confianza y seguridad que los Pelayos, Cides, Pizarros, Corteses, Tacones y Roncalis, héroes sin duda de gran mérito y eterna gloria, pero héroes que se consideran amos, que no hijos de Cuba.
5to. Cuba anexada tendría al Maestro que necesita para aprender la ciencia del gobierno, el arte de gobernar, de formar hombres libres y no instrumentos del despotismo, arte que en España no se ha distinguido gran cosa, y cuyos discípulos constituidos en estados independientes ha más de 25 años, todavía no han dado frutos que honren al Mestro ni a ellos.
6to. Cuba anexada adquiriría riquezas sólidas, sin escrúpulos, zozobras ni peligros. Los 500 mil advenedizos, como te place llamarlos, no serán por cierto 500 mil salvajes africanos, malayos e indios, que es la gente que los cubanos pueden esperar que les permita traer el gobierno de España para cruzar y perfeccionar su noble raza; sino que serán 500 mil yanquis, irlandeses, alemanes, franceses, suizos, belgas, diablos y demonios, pero diablos y demonios blancos, inteligentes, industriosos y además con máquinas, instrumentos, industrias, métodos, capitales y cuanto más poseen y emplean los hombres libres en la producción de la riqueza.
Ahora bien, ¿cuál de estos bienes hay que esperar del gobierno de España? ¿O cuál de ellos no se realizaría por la anexión en el breve espacio de ocho a diez años? ¿Y cuál de esos bienes, por María Santísima, equivale la vanidad salvaje de raza, o la dicha de ser colonia, y colonia hoy muy pisada de España?
Pero yo voy más lejos. ¿Tendremos siquiera la seguridad y la dicha de conservar nuestro malestar, nuestra raza y condición colonial en el orden que van las cosas de Cuba, en Cuba y fuera de Cuba? ¡Ay, Saco mío! Si tú estuvieras en Cuba, y palpases cuanto allí pasa; si vieses a tus hermanos más humillados que sus propios esclavos; si estudiases en el terreno la marcha de la opinión pública; si vieses los semblantes solamente de esos aristócratas que supones perderían su posición social. ¡Cuán diferente sería tu política! ¿Sabes cómo recibo yo tu consejo de inacción y quietud? Como si viendo mi casa y mi familia rodeadas de incendiarios o asesinos me dijesen: “Acuéstense todos a dormir que en estándose quietecitos no hay peligro alguno”. ¡Para los diablos, hermano!
Ciertamente no será el gobierno americano el que mandará 25 o 30 mil hombres a tomar a Cuba. Serán sí, 50 mil yanquis los que al primer grito de Cuba acudirán a su socorro, mal que le pese a este gobierno y al de España. El gobierno americano ni querrá ni podrá evitar que el pueblo americano vaya donde le diere su regalada gana, o sirva al que sus simpatías le inclinen. Y por lo que hace a Inglaterra, ya se guardará de meterse con Yankee Doodle, que desde el año 1814 le hizo saber que en América él sólo es poderoso, y el que está a la cabeza de la civilización, libertad e independencia de América. Inglaterra, que no es España, sabe muy bien que Cuba es de América, y que los Estados Unidos la tiene a su alcance, entre sus brazos, casi entre sus brazos, casi entre los dedos ya, y que toda demora está en la ocasión, o el pretexto para cogérsela, con razón o sin razón, pésele a quien le pesare. Inglaterra sabe también que Cuba, injertada en el tronco frondoso de la Confederación, sería un país riquísimo, opulento y el mejor mercado para los ingleses, que es lo que hoy busca y necesita la Inglaterra; y por asegurarle a España el monopolio, no partirá lanzas John Bull con su hijito Jonathan, no lo creas.
Ya he pasado a otro pliego, y es preciso no fastidiarte más. No tengo tu laconismo, y siempre se me asoma algo nuevo de que hablarte; pero voy a concluir con descarga de metralla.
Domingo, y tú y todos los que tenéis esperanza en que España le dará a Cuba libertad, igualdad, representación nacional, y todas esas cosas que esperáis de los derechos de raza y paternidad, sois para mí judíos, a quienes yo pusiera a clavar o sembrar janes de jobo prometiéndoles que les producirían naranjas. Consolaos, pues, majando agua y mirando al cielo, que el maná cayó una vez, pero en el día sólo caen granizos y pedruscos. Lo que te encargo es que me escribas, que te cuides mucho porque te necesita Cuba, y porque los cubanos te queremos siempre como antes, como ahora y como siempre te ha querido tu
Narizotas
New York, abril 3 de 1849
Tomado de José Antonio Saco: Contra la anexión. Recopilación de sus papeles con prólogo y ultílogo de Fernando Ortiz. La Habana, Editorial de Ciencias Sociales, 1974, pp.209-212.
Comentarios
Fernando Ibarra
3 añosHermosa carta, para entenderla hay que trasportarse en el tiempo. El Lugareño dice muchas verdades, pero muy crudas para digerir. También dice cosas que pueden ofender a otras personas y culturas, y en mi opinión no son justas, ni correctas.
Jorge Ojeda
3 añosEn breve y sobre todo luego de tantos años, las partes de la Capitanía General de Cuba, que se unieron a USA y hoy son varios Estados (o Repúblicas) del vecino norteño, son cada uno economías mucho más desarrolladas que la nuestra (eran más atrasadas que Cuba en tiempos del Imperio Español). Desde ese punto de vista, la "anexión" hubiese sido muy beneficiosa. También seríamos parte de la nación más poderosa. Quienes hoy viven en USA no serían inmigrantes; todos los cubanos en cualquier parte del mundo serían ciudadanos americanos, etc. No tendríamos más de 6 décadas de enemistad, bloqueo o embargo, etc. etc. Quizás los tildados de anexionistas fueron visionarios mal comprendidos. Todo depende del punto de vista con el cual se vean las cosas. Este tema hoy tiene fuertes connotaciones políticas e ideológicas, sigue dividiendo profundamente a los cubanos. Aplaudimos una integración latinoamericana o iberoamericana, caribeña, etc. pero cuando el asunto incluye a USA, la cosa cambia furibundamente. Solamente el escribir esto, ya es usado por no pocos para atacarme, ofenderme, amenazarme, etc. en las redes. Pero al fin y al cabo, de vez en cuando, me gusta ser polemista. En cierto sentido, la Cuba actual no dista mucho de parecerse a la descrita y no pocas cosas dichas en la carta, mantienen vigencia. Aún hoy el término anexión (y anexionista) sigue siendo negativo, peyorativo, despectivo, descalificante, denigrante... usado intencionalmente así (en vez de los positivos unión o unionista; integración o integracionista).
María Antonia Borroto
3 años@Jorge Ojeda ¡Interesantísima perspectiva! Y es muy cierto lo que dice sobre el sentido peyorativo de anexionismo y anexionista. Estamos tan permeados por ciertos discursos, muy poco atenidos a la lógica histórica, que he visto, al pie del link a este texto (compartido por mí en varios grupos de Facebook) a varias personas pretendiendo comparar a El Lugareño con Maceo (en detrimento del primero, por supuesto). ¡Delirante! Ni siquiera les respondí: ¿qué se puede argumentar frente a los discursos estereotipados y politiqueros con que esa suerte de gatillos alegres que pululan en las redes saltan y "le salen al paso" a cualquier cosa que se aparte un ápice de su catecismo?
Gaspar Barreto Argilagos
3 añosComenzó reformista, fue luego anexionista opuesto al esclavismo y murió independentista, algo coherente con las épocas y con la larga lucha del Lugareño por Cuba. En la biografía de Francisco Argilagos hecha por su hijo Franklin y publicada en un cuaderno del MINSAP, hay una carta entregada por el Lugareño a Francisco para que la compartiera con los masones camagueyanos, independentista, breve, brillante.
LFelipe Rojas
3 añosEl problema que he advertido en los antianexionistas cubanos en todos los tiempos es pensar que Cuba pudiera ser importante para alguna potencia: España, EEUU, Rusia o China. Los anexionistas pecan casi de lo mismo. El tremendismo de creer la isla centro de todo.
Henry Mazorra
3 años"majando agua" Oiga hay frases del Lugareño que me pregunto si se usaban en la época o son cosas de él...
Y. J. Hall
1 año😂 ... Buenísima la frase. Voy a empezar a usarla.
Miguel Angel Ortiz Alvarez
3 añosExcelente publicación. Creo que es necesario ampliar la gama de este tipo de investigaciones hacia nuestro sector regional, debido a su vital importancia para aumentar el conocimiento de la evolución del camagüey en el ámbito nacional. Por ende los felicito por esta gratificante publicación en tan interesante sitio web.
María Antonia Borroto
3 añosLa cuestión demográfica es una variable, por así decir, que debe ser tenida en cuenta para cualquier aproximación a la historia de Cuba, bueno, y a la de cualquier país. En este período en particular, incluso, un poco más adelante, se producen varios cambios en la composición de la población insular, expresión —según Eduardo Torres Cuevas— de la "crisis sistémica de la sociedad esclavista". "En 1862, la isla alcanzó 1 359 238 habitantes, lo cual significó un crecimiento absoluto, en 16 años, de 460 486 individuos", dice Torres Cuevas, a lo que añade algo aún más curioso: "Aproximadamente la tercera parte de la población existente ha surgido en estos años. De ella el 43% comprendía la edad activa y sólo el 7% sobrepasaba los 60 años." Los blancos constituían el 57% del total. Los esclavos solo abarcaban el 27%. Son notorias las diferencias en las tasas de crecimiento: 4% los blancos, 2,5% los libres "de color" —era el término al uso— y la esclava sólo del 0,89%. (Eduardo Torres Cuevas y Oscar Loyola: Historia de Cuba 1492-1898. Formación y Liberación de la Nación. La Habana, Ed. Pueblo y Educación, 2001, p.155) Quiere esto decir, en mi opinión, que los desequilibrios advertidos por El Lugareño ya han cesado, que se ha producido una suerte de "blanqueamiento" que hace que el temor al negro ya no sea tan decisivo. Y, por otra parte, de cara al 68 me pregunto si sin esa población joven, pujante, nacida en los años 40, hubiera sido posible sino el inicio sí el mantenimiento de la guerra. Ignacio Agramonte nació en 1841, Esteban Borrero, en 1859... ¿Sin esa pequeña "explosión demográfica" hubiera sido posible la guerra? ¿El deseo de transformación, de cambio a toda costa —incluso de la vida— hubiera sido el mismo en una población envejecida? Y sé que ya me alejo del tema de la carta, pero también es bueno que veamos las cosas —y las personalidades— en un contexto mayor. Y a tenor con lo que aporta Gaspar Barreto a este debate podemos preguntarnos también cuántos de los antiguos anexionistas no eran ya independentistas en los años 60... Es apenas una idea al vuelo.
Fernando Ibarra
3 años@María Antonia Borroto, Los debates son enriquecedores porque todos tenemos diferentes puntos de vista. Hay dos cosas que me gustaría comentar: el sentimiento independentista en Cuba, viene de la influencia de los sentimientos independentistas latinoamericanos que se hacen presente en las dos primeras décadas del siglo XIX, los factores demográficos podrían influir, pero no son determinantes. A su vez, los sentimientos independentistas latinoamericanos vienen influidos de la guerra de independencia de los EEUU, a finales del siglo XVIII. Lo segundo es: el independentismo en Cuba surge primero que el anexionismo; pero la fragilidad del primero le da fuerzas al segundo, así van desarrollándose estas dos corrientes durante todo el siglo XIX, imponiéndose los independentistas por múltiples razones; en mi opinión las mas importantes son: el fortalecimiento de esta corriente durante la Guerra de los 10 años, el pensamiento y liderazgo político de Jose Marti, y la necesidad de preservar la identidad nacional sobre todas las demás cosas.
María Antonia Borroto
3 años@Fernando Ibarra Es cierto lo que usted dice, pero repasemos también algunos otros elementos. Notemos que quien expresa una preocupación demografica asociada al anexionismo es el propio Lugareño. El sentimiento anexionista estuvo influido en algunos momentos por el deseo de preservación de la esclavitud en Cuba. El aumento de la población blanca (que crece mucho más que la esclava) indica a las claras cambios en el balance general de la sociedad y la posibilidad no sólo de que se modere el temor al negro, sino de que arraigue, con más vigor, el sentimiento abolicionista. Y todo esto hay que verlo en el contexto general de la época: la influencia inglesa y su lucha contra la trata, por ejemplo, amén de otros muchos fenómenos de la política española que se me escapan. Y no descartemos tampoco, por supuesto, la política insular. Tengo datos muy curiosos que compartiré en breve. Creo que la influencia de los Estados Unidos en el contexto de la época no está mediada sólo por las repúblicas latinoamericanas, o por las ansias independentistas de América: creo que hay una influencia directa, posible por los movimientos de los cubanos hacia esa nación y por su creciente influencia continental. Prometo revisar una de las obras de Luis Pérez Jr. en busca de otras certezas. El Lugareño escribió esta carta, no lo olvidemos, desde los propios Estados Unidos. Y los jóvenes que allá se formaron regresaban con sus renovadoras ideas a sus pueblos de origen. Algunos hicieron carrera allá, y habría que ver, incluso, a la inversa el asunto de las influencias. Esa generación joven, nacida en los cuarenta, con una sólida formación intelectual, con los bríos propios de la edad, influyó muchísimo en los destinos de Cuba, y pudo albergar esos sentimientos independentistas también por la alta estima en que a sí misma se tenía. Tampoco descartemos el pensamiento de la Revolución Francesa. Es un panorama muy complejo. Para mí, lo confieso, esos datos fueron un verdadero descubrimiento, pues nunca me había detenido a pensar en el asunto. Y estoy pensando también en la Cuba actual, tan envejecida. ¿Hemos sopesado suficientemente el impacto no ya económico, sino sociológico y psicológico?