Dejad a los golosos pececillos apresurar doradas cabriolas o dibujar efímeros anillos.
Y a las estrellas reflejadas no las borréis cuando traducen de los grillos el coro en mudas, luminosas violas.
Incluido en Cielo en rehenes (Premio Nacional de Poesía 1951). Tomado de Obra poética. Compilación y prólogo de Enrique Saínz. La Habana, Ed. Letras Cubanas, 2007, p.155.
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