Oculta. Muy oculta. La huella de un maestro de danza suele vivir en el genio y el espíritu escénico de los bailarines, sus obras más perfectas. Pero cuando el carácter de un maestro funda danzantes, compañía y escuela, el olvido se torna imperdonable.
En ocasiones tiende a obviarse o a disminuirse la obra de Fernando Alonso en la historia del ballet cubano. Fundador de la primera compañía danzaria profesional del país, de la escuela cubana de ballet y su metodología, escrita por él, Fernando aún no consigue desprenderse de barras, zapatillas, ensayos y bailarines. La disciplina y la constancia las predica con el ejemplo.
“Todos los grandes bailarines tienen siempre detrás al maestro.”
“Maestro no es el que sólo da la clase de ballet. Un verdadero maestro prácticamente vive con el alumno, es quien le enseña la vida”. Y en pocas palabras revela una clave histórica que concedió gloria a grandes figuras de la danza. “Ésta es una carrera de dos personas: el que baila y la persona que lo ve y da las correcciones. Todos los grandes bailarines tienen siempre detrás al maestro, que es la figura desconocida, escondida detrás del bailarín”.
Sobran motivos para que las principales generaciones de bailarines cubanos respeten a Fernando Alonso: “(...) es un maestro creativo para quien una clase de 15 bailarines se convierte en lecciones particulares. Es meticuloso en sus correcciones, un científico y un artista (...) No sólo enseña a sus bailarines un clasicismo de gran talla, sino que los hace absolutamente capaces de entendérselas con el lenguaje moderno, cosa que, les aseguro, he visto muy pocas veces”. Así hablaba Arnold Haskell, decano de la crítica mundial de ballet, de las capacidades del Maestro.
A inicios de la tercera década del siglo pasado, los hermanos Fernando y Alberto Alonso decidieron viajar al extranjero porque los estudios de ballet que existían en Cuba no tenían fines profesionales. “Pasamos muchos momentos desagradables y tuvimos que mantenernos firmes en nuestra idea de bailar porque íbamos en contra de la opinión de casi toda la sociedad de la época en el país. Había que ser médico o doctor en leyes, arquitecto, ingeniero, cualquier cosa, menos bailarín. Eso era una locura, no era una carrera”.
En Nueva York, Fernando coincidió con muchos de los más importantes maestros, bailarines y coreógrafos del momento: Leonid Massine, Anthony Tudor, Jerome Robins, Mijaíl Fokin, Georges Balanchine, Agnes de Mille, entre otros. Bebió de fuentes originales, intercambió con maestros de las diferentes escuelas y aguzó el sentido de la observación.
Sus experiencias en el Ballet de Mordkin, el Ballet Caravan y el Ballet Theatre le fortalecieron como danzante. Igualmente, su paso por las comedias musicales de Brodway le aportaron matices interpretativos que luego desarrolló en las obras de los coreógrafos antes mencionados.
Pero los primeros tiempos en Norteamérica fueron difíciles y, para sobrevivir, Fernando trabajó como taquígrafo-mecanógrafo en inglés y español en una fábrica de productos farmacéuticos. Luego, por motivos económicos, estudió radiología. Y en cuanto su situación monetaria le permitió, trajo a su lado a la joven de 16 años Alicia Martínez, de quien se había enamorado en La Habana durante las clases de ballet de la Sociedad Pro Arte Musical (Sociedad sin fines profesionales).
En el verano de 1937, los jóvenes contrajeron nupcias. La llegada de Laura, única hija del matrimonio, y las ansias de bailar profesionalmente y con mejor calidad incentivaron a la pareja a duplicar el esfuerzo. En Nueva York, Alicia se creció como bailarina. Adquirió un extraordinario dominio de la técnica y se probó en papeles de fuerte carga dramática y psicológica.
“Mira Alicia, ¿qué tú crees?” (1947)
“Yo veía a Alicia y me daba cuenta de que ella bailaba diferente. Había algo muy cubano en su forma de bailar y pensaba: eso es lo que debe ser la bailarina cubana. Entonces, basándome en esa idea, empecé a crear una metodología: este paso va primero, este otro después porque permite el progreso del anterior. Igual que los teoremas en geometría, el primero da lugar al segundo y ambos se complementan. La metodología debe desarrollarse paulatinamente. Y ese trabajo me tocó a mí”.
Luego, probaba con su esposa cada combinación de pasos, gestos en un estilo y en otro, ocurrencias. “Mira Alicia, ¿qué tú crees?; este paso, ¿cómo te lo sientes?; ¿no crees que debemos hacer este primero? Y con Alberto, mi hermano, también. Los tres trabajamos en eso, pero fundamentalmente me correspondió a mí la tarea de organizarla”.
Alberto, Alicia y Fernando, la famosa trilogía Alonso, fundaron el 28 de octubre de 1948 la primera compañía profesional de danza en Cuba: el Ballet Alicia Alonso, que con el tiempo tomaría el nombre de Ballet Nacional de Cuba (BNC).
“Nos pusimos en contacto con la gente del Ballet Theatre que estaban suspendidos por seis meses porque se había acabado el dinero de Lucía Chase (la patrocinadora), y como no tenían nada que hacer y estaban buscando trabajo, nosotros le propusimos crear una compañía aquí en Cuba. Lo logramos, ellos aceptaron. El ochenta por ciento del Ballet Theatre accedió a venir: los dos directores de orquesta, el director de escena y casi todos los bailarines”.
El teatro, la orquesta, el vestuario y los decorados de las tres presentaciones que darían a conocer a la nueva Compañía se confiaron a la suerte de lo que pudiera recaudar en aquellas funciones. “Fueron logros nuestros, verdaderamente, como el Rey Midas que podía convertir en oro lo que tocaba. Fue muy emocionante para nosotros lograr aquellas tres funciones que dimos con tanto éxito”.
Los primeros tiempos del Ballet Alicia Alonso cumplieron sueños y sortearon dificultades. “Yo era el responsable máximo de la Compañía, el director, y tenía que buscar dinero para pagarle la comida, el alojamiento y necesidades por el estilo. En una oportunidad fuimos a Venezuela y dimos una función con un éxito enorme, hasta el presidente, Rómulo Gallegos asistió. Por cierto, cuando terminamos de bailar y él salió le habían dado un golpe de Estado y nosotros nos quedamos varados en Caracas, no pudimos movernos de allí hasta que arreglamos un traslado a Puerto Rico. Finalmente, la gira terminó en México. Allá tuvimos problemas con nuestro empresario y nos salvó el apoyo de la Asociación de Actores de México, en especial de Cantinflas, el famoso actor Mario Moreno, que me dio cinco mil pesos para que la Compañía pudiera pagar muchos de sus gastos”.
La necesidad apremiante de una escuela que produjera bailarines propios obligó a la creación, en 1950, de la academia. “La escuela surge después, cuando los bailarines norteamericanos y extranjeros empezaron a retomar sus contratos. Éste era un ballet nuevo que carecía aún de una base económica firme y de apoyo estatal. El futuro era dudoso y para poder cubrir el vacío había que crear una escuela con mayor rigor que la de Pro-Arte”.
La metodología escrita por Fernando, con Alicia como patrón, guió los pasos de la escuela cubana de ballet y constituye aún su legado más valioso. Es un híbrido virtuoso que reúne los elementos representativos de las cinco escuelas precedentes: francesa, rusa, italiana, danesa e inglesa, con los sentimientos, características y formas expresivas del cubano.
“Uno las siente como si fueran sus hijas.” (Josefina Méndez, Mirta Plá, Loipa Araújo y Aurora Bosch.)
Cuando, en la primera mitad de la década del ’60 del siglo XX, las jóvenes Mirta Plá, Josefina Méndez, Loipa Araújo y Aurora Bosch, alumnas de Fernando Alonso, conquistaron en sucesivos concursos internacionales de Varna, Bulgaria, las preseas de oro, plata y bronce, la crítica mundial acuñó la existencia de una escuela cubana de ballet.
“¿Qué hacía con las «cuatro joyas»? Pasaba la mayor parte del día con ellas. Les daba clases de ballet, dúo clásico, carácter, de todo. Continuamente estaba con ellas conversando, explicándoles de pintura, música, poesía, teatro, hablándoles de anatomía, kinesiología, política, filosofía y de arte en general. Entonces llega a nacer una conexión tan grande que uno las siente como si fueran sus hijas. Eso es, verdaderamente, ser maestro”.
Capaz de develar el trasfondo científico de cualquier paso, Fernando, quien todavía no renuncia al entrenamiento deportivo en su vida cotidiana, confiesa que, además de los libros, el estudio con deportistas y médicos le ayudó a formarse una visión profunda del cuerpo humano y sus capacidades. Presenciaba operaciones y los doctores le enseñaban, en vivo, cada músculo. Desde hace mucho tiempo le basta una simple mirada. El pasado, presente y probable futuro de un cuerpo se revela ante sus ojos, hasta el más mínimo detalle.
También confrontaba con psiquiatras “porque era muy importante ver cómo debía tratar a los muchachos y muchachas a los que daba clases para que fueran efectivas las correcciones. Que no los destruyera, sino por el contrario, los ayudara a mejorar, a superarse. A todos no se les puede dar la corrección por igual porque cada persona es diferente”.
En las clases de Alonso, el consagrado escritor cubano Alejo Carpentier estudiaba los pasos de la férrea disciplina danzaria y se familiarizaba con la vida real de los bailarines. Cuando Alejo escribía su novela La consagración de la primavera, gustaba de aprovechar el conocimiento del Maestro. Otro amigo cercano fue el geógrafo Antonio Núñez Jiménez, con el que recorrió y cartografió muchas cuevas de Cuba.
Fernando cree que en la naturaleza puede hallar el fundamento de todo en la vida. Cuando Alicia tenía que preparar el personaje de Odette en El lago de los cisnes la llevaba al parque zoológico en Estados Unidos a observar el movimiento real de los cisnes. Las aves son para él una pasión eterna, igual que los bailarines cubanos. ¿Qué tienen? ¿Qué los distingue?
“Los bailarines cubanos tienen una gran sensualidad, las mujeres son coquetas por naturaleza y el hombre muy viril, machista, lo cual crea un contraste muy bello en la pareja. Recuerdo la primera vez que fuimos a la Unión Soviética Alicia y yo. Llegamos allá y Alicia entró a tomar las clases de Messerer, uno de los grandes maestros que había por entonces en Moscú. Ella realizó la clase entera como la hacíamos en el Ballet Theatre, que nadie salía ni para respirar. En cambio, Maya (Plizetskaya) hizo algunos ejercicios en la barra y cuando quiso se fue porque ya había llegado a su tope. Nosotros no pensamos nunca así. Siempre hay espacio para mejorar y el bailarín mientras esté bailando tiene que estar aprendiendo y perfeccionándose”.
Los principios de los Alonso guían desde los inicios el progreso de la escuela cubana. Con el tiempo, Fernando extendió su saber por Cuba y otras partes del mundo: Bélgica, China, Canadá, Colombia, Venezuela, por sólo mencionar algunos. Incluso, en una ocasión, fue vicepresidente del jurado del Concurso Internacional de Ballet de Moscú (en ese entonces Unión Soviética, en la actualidad Rusia) y juez en los de Varna (Bulgaria) y Nueva York (Estados Unidos).
Del Ballet de Camagüey dijo: “Fue como renacer porque repetí casi todo lo que había hecho con el Ballet Nacional.”
Foto cortesía de Ángel Alberto Padrón
En 1975, a raíz de su divorcio con Alicia, el Maestro tomó la dirección del Ballet de Camagüey. “Eso fue como renacer porque repetí casi todo lo que había hecho con el Ballet Nacional. Logré que saliera la Compañía a viajar por el mundo con muchísimo éxito y me sentí muy feliz con el trabajo entusiasta de los bailarines”.
Por supuesto, bajo la dirección del padre de la escuela cubana, el Ballet de Camagüey elevó su nivel a un rango internacional. En 1992, Fernando se desempeñó como director de la Compañía Danza Nacional de México y luego ocupó el mismo cargo en el Ballet de Monterrey. Entre otras invitaciones también recuerda con emoción una serie de clases que le invitaron a impartir en la Escuela de la Opera de París, en Francia.
“Estuve enseñando nada menos que en la escuela de la Opera de París. Allí Claude Bessy, la directora, veía mis clases, incluso las filmaron todas. Tenía dos grupos de varones: el que se graduaba ese año y el año contiguo. Claude Bessy y yo nos íbamos a comer después a los magníficos restaurantes de París y nos poníamos a conversar de ballet. Discutíamos sobre problemas técnicos y estuvimos de acuerdo en la mayoría de los criterios. Lo interesante es que fue el encuentro de la escuela más antigua con la escuela más joven”.
A pesar del trabajo abrumador, Fernando Alonso, el Maestro, como prefieren llamarle en Cuba, nunca dejó de supervisar la enseñanza del ballet en su país. Hoy, como en casi todas las épocas, amanece en los salones de la Escuela Nacional de Ballet rodeado de zapatillas, barras y espejos, para instruir a los más jóvenes en la religiosa disciplina danzaria. Así danza su huella.
El Maestro y su obra en el Ballet de Camagüey.
Foto cortesía de Ángel Alberto Padrón
Tomado de Por una danza sin fronteras. La Habana, Ediciones enVivo, Instituto Cubano de Radio y Televisión (ICRT), 2011, pp.15-23.
Fernando en su propia voz...
El Maestro Fernando Alonso trabajando con Grettel Morejón y Dani Hernández, estudiantes suyos en la Escuela Nacional de Ballet (que hoy lleva el nombre del eminente pedagogo).
Sera posible en algun momento recordar a Gilda Zaldivar Freire que tuvo una escuela de ballet en Camaguey en la decada de los aNos 1940? Se habia formado en Europa y su presencia enriquecio mucho la vida cultural de Camaguey, como lo hizo tambien el maestro de piano Aguirre y su esposa la violinista Moraima Guerrero. Sus conciertos en el Teatro Principal fueron un anticipo de los que luego organizaria la Sociedad de Conciertos, que aprovechando la parada que hacian los vuelos internacionales que iban de Nueva York a Suramerica en el aeropuerto internacional de Camaguey lograban contratar a grandes figuras internacionales para que hicieran escala en Camaguey y asi tuvimos conciertos de grandes ejecutores como Rubinstein.
@Alma Flor Ada Gracias a la investigación de la joven profesora y bailarina Elizabeth Gómez, egresada de la filial del ISA, pudimos publicar un acercamiento a Gilda Zaldívar: (https://bit.ly/3mwVQl8) Y también nos hemos acercado a su hermana Olivín, esposa de Julio Antonio Mella, gracias a una entrevista de Walter Blomquist: https://bit.ly/388AVfF
Escuchar la voz de Fernando me ha hecho recordar la única vez en que pude compartir con él: fue en la filial del ISA, aquí, en Camagüey. Me llamó la atención el tono y volumen de su voz, su mesura...
Quizás los camagüeyanos no llegamos a agradecer cuán privilegiados fuimos y somos por el legado de Fernando en nuestro ballet... Era de lujo ese Ballet de Camagüey que impulsó. Gracias
Recuerdo con mucha añoranza las presentaciones del magnífico Ballet de Camagüey en el Teatro Principal. Noches que movilizaban a tantas personas que íbamos ávidas por disfrutar momentos de buen gusto. Además de ello he podido sentir con este ejemplo el doble rol como maestra y alumna que la vida nos haya podido regalar. Nada más satisfactorio que aprender de los mejores maestros, muchos de ellos han dejado una huella profunda en nuestra formación y actuar profesional y cotidiano. A todos ellos gracias infinitas y las gracias también por este material tan enriquecedor.
Gracias a la propia Martha Sánchez hemos incorporado un pequeño video. Y Marthica (reacia a cualquier protagonismo) me aclara que en ese entonces ella era estudiante de periodismo y que el camarógrafo era un gran amigo suyo, "grabamos en cinta, con una cámara vieja y tardamos años en poder digitalizar al menos unos fragmentos, ese entre ellos, por lo que lo consideramos una joya". Y para ella, en ese video, "lo importante es Fernando trabajando con Grettel y Dani y la maestra Mirta Hermida, ya fallecida pero toda una joya de la enseñanza del ballet en Cuba. Yo era ahí una espectadora invitada por Fernando, a quien tendré que agradecerle toda la vida".
Yo conocí a Fernando. Fue mi asesor principal en mi tesis de grado de arquitecto. Resulta extraño esto, ¿verdad? Es que mi trabajo consistía en diseñar el futuro teatro para la plaza Ignacio Agramonte. Acorde el plan director de Camagüey, iría un teatro similar al teatro Santiago de Cuba. En varias ocasiones, Fernando y yo, nos reunimos en la sede del ballet de Camagüey y en otras, en su casa de Monte Carlo. Él estaba fascinado con nuestro proyecto. Y digo nuestro, no solo por modestia, sino porque Fernando fue parte de su diseño final. No estaba a gusto con el de Santiago, me decía en ocasiones: “si hay una ciudad en el interior de Cuba que merece un teatro, es Camagüey. Claro, ambos edificios tenían un objetivo extra-cultural, llamémosle así; el de Santiago era para el 4to Congreso del PCC y el nuestro para el 5to.
Diseñamos un complejo con tres salas principales: una para ópera y ballet, que podía adecuarse como sala de concierto, otra para teatro dramático y una pequeña para teatro infantil. El primero era un típico teatro de enfrentamiento para 2 500 espectadores. Podía admitir a una orquesta wagneriana con más de 120 profesores (músicos) y al ballet que más recursos exigiera. Constaba con un post escenario exterior que hacia la representación escénica mucho más impactante y realista, al permitir no solo un espacio más grande sino también un escenario natural con áreas verdes u otros atractivos. Una sala de ensayo en el último piso de la torre de tramoya con las mismas dimensiones del escenario oficial en el nivel de platea permitía que durante los ensayos el bailarín se sintiera bajo las mismas condiciones espaciales y psicológicas del escenario real. Alrededor de la torre de tramoya se ubicaban los camerinos con capacidad para 192 bailarines, incluidos camerinos de estrellas. Seis salas multiusos, una cafetería y un restaurant de lujo, ampliaban las potencialidades de esta instalación. Un lobby y un gran foyer, ambos en el centro del edificio con un patio interior y con una escultura sinética en el centro bordeado por una gran rampa. Tenía tres entradas principales, una para peatones, otra para vehículos y una última para personalidades. Se sumaba una entrada de servicio para escenografía, vestuarios, alimentos, etc.
Este proyecto fascino a Fernando. Obviamente, se lo presente en bruto. Yo tenía conocimientos culturales, no técnicos, de ópera, de música sinfónica y de concierto, pero muy poco o nulo de arte danzario. O sea, en buen castellano, Fernando le dio el toque de gracia a muchos de los espacios principales de la futura instalación. Como es lógico, estaba muy impresionado con las mejores salas de teatro para ópera y ballet del mundo. Hablaba mucho del teatro del Palacio de Bellas Artes de Charleroi, en Bélgica. A mí siempre me dio la impresión de que el sonaba con un complejo cultural de gran magnitud. La primera vez que le presente los sketches me dijo: “Pero ahí no cabe un ballet como Espartaco!!!”. Desconozco si lo dijo como referencia o si tenía pensado en el algún momento que la compañía de Camagüey interpretara un ballet, que como el mismo me dijo, era muy masculino. Pero uno de mis asombros con Fernando fue cuando me dijo: “El escenario debe tener condiciones para que se vea como si el bailarín volara”. Esto me dejó perplejo. ¿Cómo puedo lograr que el público vea que el bailarín flote, vuele o casi vuele por el escenario? Posteriormente me percaté que la inclinación del piso, las luces, los efectos y por supuesto, la técnica del ballet y del bailarín hacían posible esta magia.
Nunca he dudado de la esperanza de Fernando en ver este proyecto construido. Muchas veces me dijo: “Yo me cuido como gallo fino y tomo agua caliente como los asiáticos”, y me mostraba el termo.
Desgraciadamente, este teatro o, mejor dicho, este complejo nunca rebaso su etapa preliminar. El periodo especial se encargó de impedirlo. Según algunos, ya estaban comprados las lunetas en Bulgaria y se estaban haciendo gestiones para que un equipo reducido, incluido el proyectista, visitara ejemplos internacionales, entre esos el Friedrichstadt-Palast en la Berlín socialista. Años después, tuve el placer de saludar a Fernando cuando visito el Instituto Superior de Arte de Camagüey, donde con mucho placer yo era profesor. Lo acompañaba su esposa Yolanda. Él no me recordaba muy bien, dada su avanzada edad. Pero Yolanda sí se acordaba de mí y del proyecto perfectamente. Ella me dijo: “Llámame, escríbeme, tratemos de hacerlo”. No sé por qué, pero nunca lo hice, error mío. No obstante, considero, que como se desenvolvieron las cosas en nuestra amada Isla de Cuba; las buenas intenciones de Yolanda o de algún buen developer o mecenas, en caso de haber aparecido, este complejo cultural seguiría como un sueño, que de haberse erigido, ningún nombre más apropiado para el mismo, que el de Fernando Alonso.
Esta entrevista me trajo a la memoria un amigo aquejado de la homofobia propia de los 70 del pasado siglo. Individuo culto, por afición y también por trabajo era asiduo de las funciones de ballet en el Teatro Principal. Resultaba muy gracioso cómo al referirse a algunos bailarines (Esquivel, los Salgado, los Carreño...) él ponderaba la masculinidad de sus gestos al bailar.
Para mí que eran sus deseos de verlos bien varoniles, porque, lograr una virilidad con óptica machista, como él se empecinaba en ver, en un danzarín clásico, está difícil; pero él quería verlo así. Hasta apoyaba su argumentación imitando supuestamente las clásicas gestualidades, mas él parecía que estaba cortando caña. Nada que ver con la realidad de esos artistas quienes no eran "maricas" (no se decía gay), pero que al hacer de príncipes en "El lago de los cisnes", ¡vamos!, no eran boxeadores.
@Ernesto Piñero: Tu amigo tiene razón. Hay formas más o menos varoniles de interpretar a un príncipe. Los bailarines cubanos suelen ser varoniles al bailar. Ejemplo de príncipe afeminado: Vladimir Malakhov. Compáralo con Carlos Acosta, por ejemplo. (Te será obvia la diferencia.)
@Y. J. Hall: Recuerdo que Fernando, esa vez que pude escucharlo en la filial del ISA, habló del asunto, y hasta remarcó la virilidad que proyecta en escena el bailarín cubano.
Comentarios
María Antonia Borroto
4 añosUna entrevista que todo maestro de ballet debe leer.
Gypsy Hall
4 añosFascinada de principio a final... 👏🏻
Ada García
4 añosBella historia que encierra una gran obra.
Linet Hernández
4 añosInteresantísima historia.
Alma Flor Ada
4 añosSera posible en algun momento recordar a Gilda Zaldivar Freire que tuvo una escuela de ballet en Camaguey en la decada de los aNos 1940? Se habia formado en Europa y su presencia enriquecio mucho la vida cultural de Camaguey, como lo hizo tambien el maestro de piano Aguirre y su esposa la violinista Moraima Guerrero. Sus conciertos en el Teatro Principal fueron un anticipo de los que luego organizaria la Sociedad de Conciertos, que aprovechando la parada que hacian los vuelos internacionales que iban de Nueva York a Suramerica en el aeropuerto internacional de Camaguey lograban contratar a grandes figuras internacionales para que hicieran escala en Camaguey y asi tuvimos conciertos de grandes ejecutores como Rubinstein.
María Antonia Borroto
3 años@Alma Flor Ada Gracias a la investigación de la joven profesora y bailarina Elizabeth Gómez, egresada de la filial del ISA, pudimos publicar un acercamiento a Gilda Zaldívar: (https://bit.ly/3mwVQl8) Y también nos hemos acercado a su hermana Olivín, esposa de Julio Antonio Mella, gracias a una entrevista de Walter Blomquist: https://bit.ly/388AVfF
María Antonia Borroto
3 añosEscuchar la voz de Fernando me ha hecho recordar la única vez en que pude compartir con él: fue en la filial del ISA, aquí, en Camagüey. Me llamó la atención el tono y volumen de su voz, su mesura...
Malcom Calvo
3 añosQuizás los camagüeyanos no llegamos a agradecer cuán privilegiados fuimos y somos por el legado de Fernando en nuestro ballet... Era de lujo ese Ballet de Camagüey que impulsó. Gracias
Javier Vázquez
3 años¡Gracias! Excelente entrevista. Fernando era, y es, muy querido en Camagüey.
Jaine Labrada Ching
2 añosRecuerdo con mucha añoranza las presentaciones del magnífico Ballet de Camagüey en el Teatro Principal. Noches que movilizaban a tantas personas que íbamos ávidas por disfrutar momentos de buen gusto. Además de ello he podido sentir con este ejemplo el doble rol como maestra y alumna que la vida nos haya podido regalar. Nada más satisfactorio que aprender de los mejores maestros, muchos de ellos han dejado una huella profunda en nuestra formación y actuar profesional y cotidiano. A todos ellos gracias infinitas y las gracias también por este material tan enriquecedor.
María Antonia Borroto
2 añosGracias a la propia Martha Sánchez hemos incorporado un pequeño video. Y Marthica (reacia a cualquier protagonismo) me aclara que en ese entonces ella era estudiante de periodismo y que el camarógrafo era un gran amigo suyo, "grabamos en cinta, con una cámara vieja y tardamos años en poder digitalizar al menos unos fragmentos, ese entre ellos, por lo que lo consideramos una joya". Y para ella, en ese video, "lo importante es Fernando trabajando con Grettel y Dani y la maestra Mirta Hermida, ya fallecida pero toda una joya de la enseñanza del ballet en Cuba. Yo era ahí una espectadora invitada por Fernando, a quien tendré que agradecerle toda la vida".
Natacha Manresa
1 añoY borraron del mapa su segunda esposa Aida Villoch en el ballet de Camagüey
Florentino Rivero Mojer
1 añoYo conocí a Fernando. Fue mi asesor principal en mi tesis de grado de arquitecto. Resulta extraño esto, ¿verdad? Es que mi trabajo consistía en diseñar el futuro teatro para la plaza Ignacio Agramonte. Acorde el plan director de Camagüey, iría un teatro similar al teatro Santiago de Cuba. En varias ocasiones, Fernando y yo, nos reunimos en la sede del ballet de Camagüey y en otras, en su casa de Monte Carlo. Él estaba fascinado con nuestro proyecto. Y digo nuestro, no solo por modestia, sino porque Fernando fue parte de su diseño final. No estaba a gusto con el de Santiago, me decía en ocasiones: “si hay una ciudad en el interior de Cuba que merece un teatro, es Camagüey. Claro, ambos edificios tenían un objetivo extra-cultural, llamémosle así; el de Santiago era para el 4to Congreso del PCC y el nuestro para el 5to. Diseñamos un complejo con tres salas principales: una para ópera y ballet, que podía adecuarse como sala de concierto, otra para teatro dramático y una pequeña para teatro infantil. El primero era un típico teatro de enfrentamiento para 2 500 espectadores. Podía admitir a una orquesta wagneriana con más de 120 profesores (músicos) y al ballet que más recursos exigiera. Constaba con un post escenario exterior que hacia la representación escénica mucho más impactante y realista, al permitir no solo un espacio más grande sino también un escenario natural con áreas verdes u otros atractivos. Una sala de ensayo en el último piso de la torre de tramoya con las mismas dimensiones del escenario oficial en el nivel de platea permitía que durante los ensayos el bailarín se sintiera bajo las mismas condiciones espaciales y psicológicas del escenario real. Alrededor de la torre de tramoya se ubicaban los camerinos con capacidad para 192 bailarines, incluidos camerinos de estrellas. Seis salas multiusos, una cafetería y un restaurant de lujo, ampliaban las potencialidades de esta instalación. Un lobby y un gran foyer, ambos en el centro del edificio con un patio interior y con una escultura sinética en el centro bordeado por una gran rampa. Tenía tres entradas principales, una para peatones, otra para vehículos y una última para personalidades. Se sumaba una entrada de servicio para escenografía, vestuarios, alimentos, etc. Este proyecto fascino a Fernando. Obviamente, se lo presente en bruto. Yo tenía conocimientos culturales, no técnicos, de ópera, de música sinfónica y de concierto, pero muy poco o nulo de arte danzario. O sea, en buen castellano, Fernando le dio el toque de gracia a muchos de los espacios principales de la futura instalación. Como es lógico, estaba muy impresionado con las mejores salas de teatro para ópera y ballet del mundo. Hablaba mucho del teatro del Palacio de Bellas Artes de Charleroi, en Bélgica. A mí siempre me dio la impresión de que el sonaba con un complejo cultural de gran magnitud. La primera vez que le presente los sketches me dijo: “Pero ahí no cabe un ballet como Espartaco!!!”. Desconozco si lo dijo como referencia o si tenía pensado en el algún momento que la compañía de Camagüey interpretara un ballet, que como el mismo me dijo, era muy masculino. Pero uno de mis asombros con Fernando fue cuando me dijo: “El escenario debe tener condiciones para que se vea como si el bailarín volara”. Esto me dejó perplejo. ¿Cómo puedo lograr que el público vea que el bailarín flote, vuele o casi vuele por el escenario? Posteriormente me percaté que la inclinación del piso, las luces, los efectos y por supuesto, la técnica del ballet y del bailarín hacían posible esta magia. Nunca he dudado de la esperanza de Fernando en ver este proyecto construido. Muchas veces me dijo: “Yo me cuido como gallo fino y tomo agua caliente como los asiáticos”, y me mostraba el termo. Desgraciadamente, este teatro o, mejor dicho, este complejo nunca rebaso su etapa preliminar. El periodo especial se encargó de impedirlo. Según algunos, ya estaban comprados las lunetas en Bulgaria y se estaban haciendo gestiones para que un equipo reducido, incluido el proyectista, visitara ejemplos internacionales, entre esos el Friedrichstadt-Palast en la Berlín socialista. Años después, tuve el placer de saludar a Fernando cuando visito el Instituto Superior de Arte de Camagüey, donde con mucho placer yo era profesor. Lo acompañaba su esposa Yolanda. Él no me recordaba muy bien, dada su avanzada edad. Pero Yolanda sí se acordaba de mí y del proyecto perfectamente. Ella me dijo: “Llámame, escríbeme, tratemos de hacerlo”. No sé por qué, pero nunca lo hice, error mío. No obstante, considero, que como se desenvolvieron las cosas en nuestra amada Isla de Cuba; las buenas intenciones de Yolanda o de algún buen developer o mecenas, en caso de haber aparecido, este complejo cultural seguiría como un sueño, que de haberse erigido, ningún nombre más apropiado para el mismo, que el de Fernando Alonso.
Ernesto Piñero
10 mesesEsta entrevista me trajo a la memoria un amigo aquejado de la homofobia propia de los 70 del pasado siglo. Individuo culto, por afición y también por trabajo era asiduo de las funciones de ballet en el Teatro Principal. Resultaba muy gracioso cómo al referirse a algunos bailarines (Esquivel, los Salgado, los Carreño...) él ponderaba la masculinidad de sus gestos al bailar. Para mí que eran sus deseos de verlos bien varoniles, porque, lograr una virilidad con óptica machista, como él se empecinaba en ver, en un danzarín clásico, está difícil; pero él quería verlo así. Hasta apoyaba su argumentación imitando supuestamente las clásicas gestualidades, mas él parecía que estaba cortando caña. Nada que ver con la realidad de esos artistas quienes no eran "maricas" (no se decía gay), pero que al hacer de príncipes en "El lago de los cisnes", ¡vamos!, no eran boxeadores.
Y. J. Hall
10 meses@Ernesto Piñero: Tu amigo tiene razón. Hay formas más o menos varoniles de interpretar a un príncipe. Los bailarines cubanos suelen ser varoniles al bailar. Ejemplo de príncipe afeminado: Vladimir Malakhov. Compáralo con Carlos Acosta, por ejemplo. (Te será obvia la diferencia.)
María Antonia Borroto
9 meses@Y. J. Hall: Recuerdo que Fernando, esa vez que pude escucharlo en la filial del ISA, habló del asunto, y hasta remarcó la virilidad que proyecta en escena el bailarín cubano.