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Salvador Cisneros

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Salvador Cisneros

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No había en las visitas cubanas, que eran ya su único mundo, caballero más cortés, ni de recuerdos más plácidos y melancólicos. En los álbumes de las muchas casas de su amistad era su ofrenda la más fina y florida, y de su Camagüey, de señorío trabajador, fue siempre la imagen con que loaba el hogar y la niñez. De maestro pasó por el mundo, y no cayó en pedante. Llevó cana la cabeza por muchos años, pero nunca baja; defendió una vez la libertad en Cuba, y jamás volvió a vivir en esclavitud, ni a ver en ella a los demás con indiferencia, o con rabiosa envidia, que viene de apetecer secretamente con el deseo el oprobio que en alto se condena por el puntillo de la fama. Aún viven, aún habrán renovado la promesa al borde de su fosa —porque no basta vivir en el destierro para curarle a la patria la desventura— los que con él, en tiempo de hombres, conspiraron al lado de Gaspar Betancourt. Ellos dieron con el remedio de la deshonra de todos, que ha sido siempre el sacrificio de algunos. Creyó en aquella primera masonería de Cuba, de hijos del muérdago inmortal, jurados a extinguir la servidumbre, ajena o propia, de la faz —y de las entrañas— de la tierra: que importa poco que las cosas se quiten de la faz, si siguen en las entrañas. Fue de los que, cuando nacían de las africanas los hijos esclavos, jamás se reunían a hablar de su libertad sin sacar libre a un hijo: que es la nobleza criolla por donde será Cuba más feliz, y vivirá en más paz, que el Norte egoísta e injusto. A España lo desterraron, que es útil camino, para aprender de raíz cómo no hay nada que esperar de allá: que no cabe un pueblo nuevo de América en una capa de cesante, ni en un bonete grasoso y verduzco, ni en el coche de Rosa la torera, ni en la chistera de un parisiense de peluche, ni en la vaina de un sable. Y en el destierro de New York, después de la dignidad de su alzamiento, vivió Salvador Cisneros conforme a ella, y orgulloso de ella. Tenía al morir ochenta y cuatro años.


Nota de El CamagüeyEste Salvador Cisneros y Betancourt (apodado Tina) apenas estaba emparentado con su homónimo, el Marqués de Santa Lucía. Creemos oportuno hacer la aclaración.

Publicado originalmente en la sección En casa, del periódico Patria, p.3, el 2 de octubre de 1894. Tomado de Obras completas. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1975, t.5, p.445.

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Comentarios
María Antonia Borroto
4 años

Este Salvador Cisneros suele ser confundido con el Marqués, sin embargo, como ya fue aclarado, el parenteseco entre ambos era muy lejano. En "El Camagüey en Martí", Luis Álvarez y Gustavo Sed brindan algunos datos de su biografía: hijo de Manuel Cisneros y Betancourt y de Catalina Betancourt y Miranda, nació el 26 de julio de 1810, y era pariente cercano de Gaspar Betancourt Cisneros. Cusó estudios en su ciudad natal , y posteriormente ejerció el magisterio en el Liceo Calazancio y en otros centros docentes. "Sus actividades conspirativas fueron muy perspicuas, sobre todo las que realizó en el marco de la Sociedad Libertadora. Fue detenido el 3 de mayo de 1851, y desterrado a España, junto con José Ramón Betancourt, Manuel de Jesús Arango y otros. Tuvo por prisión la ciudad de Málaga. "Al quedar comprendido en la anmistía de decretada en 1855, marchó a los Estados Unidos y fijó su residencia en Nueva York, donde también ejerció el magisterio. En ese lugar fundó la revista "El Turista Hispano-americano" en julio de 1892. Falleció en esa ciudad el 27 de septiembre de 1894". (p.233)

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María Antonia Borroto
4 años

Y lo curioso es que este Salvador Cisneros, al ser homónimo del que fuera el segundo presidente de la República en Armas, es confundido con ése. Sería interesante explorar lo que del Maqués dijo Martí y las relaciones entre ambos. Y también en "El Camagüey en Martí" he descubierto el origen de su apodo: el mismo con que era conocida su mamá. Era un hábito muy extendido en toda Cuba, aseguran los autores, aplicar al hijo el mote de la madre. Así, dada la identidad de nombres entre ambos, mencionar a Salvador Cisneros Tina evitaba el equívoco.

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María Antonia Borroto
4 años

En esa propia "En casa" aparece una breve nota a continuación de ésta, titulada "Un camagüeyano": "En el destierro, ya al dintel del frío, ha muerto el camagüeyano de barba blanca: y en el destierro, como un pájaro que cae en la nevada, ha nacido otro camagüeyano. Su madre es virtud, y su padre laboriosidad. ¡Vea pronto el propio cielo el hijo de dos hombres fieles al honor de Cuba, de Caridad Quesada y Juan Manuel Arteaga!" (p.446) El ciclo de la vida, podríamos decir, y sobre todo la perpetuación de una condición, la de camagüeyano, názcase donde se nazca. Y la fidelidad al honor de Cuba como blasón. Es realmente precioso.

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Linet Hernández
4 años

Mary, sigues desempolvando tesoros, ¡para suerte nuestra!

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María Antonia Borroto
4 años

Este texto aparece en "En casa", una sección aún no debidamente justipreciada, que deviene la crónica misma del acontecer de los cubanos en el exilio, escrita con una ternura y devoción, aun por el más humilde, que maravilla. Y Martí también se muestra conocedor del acontecer cubano y del ir y venir entre ambas orillas. Hay frases que enternecen, como cuando al anunciar un viaje de Amalia Simoni con sus hijos a Cuba, les desea, en nombre de Patria, "mares tranquilos". O cuando encomia los progresos, sobre todo en el campo de la ciencia, de los cubanos que iban arribando a la mayoría de edad en lejanas tierras, o cuando alaba a los de aquí, y asegura que porque tiene hombres tales, Cuba puede ser libre. Pido perdón por la inexactitud de la cita, pero sí puedo asegurar que es ese su espíritu.

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