No deja de ser muy interesante, casi admirable, la figura del pioneer americano. Ese tipo de vigorosa complexión física y de vigorosa complexión moral, caracteriza esencialmente la fuerte raza que ha fundado y engrandecido la libre, culta y próspera república de los Estados Unidos. El pioneer llama la atención entre esa gente extraordinaria por su energía, por su iniciativa, por su perseverancia.
Detengámonos un momento ante ese ser a primera vista tan insignificante, como que el puesto que ocupa se halla en lo más bajo de la escala u organización social. Fijémonos en esa silueta que se nos presenta tan bien delineada en el vasto y magnífico escenario de la grandiosa civilización angloamericana.
¿Qué es el pioneer? —Un constructor. Con este solo vocablo podrá quedar expresado todo nuestro pensamiento. El pioneer en efecto, es un constructor: trabaja en la obra fecundísima de abrir y preparar nuevos territorios al cultivo, a la colonización. Él va por delante, él es el guía, el explorador, el precursor. Es un soldado que se destaca del grueso del ejército, y que penetra hasta el fondo, hasta el riñón de la tierra desconocida para estudiarla y conocerla en todos sus accidentes, en sus secretos más recónditos.
Él coloca la primera piedra del edificio, y no hay que olvidar lo que en una página, prodigiosa por la crítica y elocuencia, ha dicho Renan: “En todos los órdenes de la grandeza, la gloria consiste en poner la primera piedra.”
Nos maravillamos y con razón, ante el espectáculo, único en la historia que a la humanidad deslumbrada, casi estupefacta, ofrecen los Estados Unidos. En poco más de un siglo se han puesto al nivel de los grandes pueblos de Europa. En nada están por debajo de ellos. Bajo muchos aspectos están por encima de esas viejas, de esas seculares formaciones étnicas, de esas antiquísimas construcciones sociales...
Cien años no más de existencia como nación soberana independiente tienen los Estados Unidos, y asombran al mundo con las magnificencias de una civilización que. según la frase de un ilustre orador, está llamada a ejercer en las edades modernas, una influencia tan profunda y decisiva como la que ejerció en los tiempos antiguos, la civilización romana. El espíritu de la patria creada y establecida por la virtud y el patriotismo de Washington y sus colaboradores, es tan potente e irresistible, que cada día actuará con más fuerzas, con más intensidad en las corrientes del espíritu público europeo, determinando y acentuando una orientación de aquellas sociedades hacia un estado democrático en que el pueblo se vea señor de su destino y árbitro y agente de su progreso, hacia un estado verdaderamente autonómico.
Al finalizar el primer siglo de su independencia, ese país se ve marchando a la cabeza del movimiento progresivo de la humanidad civilizada. Sus estadistas, sin escuelas de diplomacia y oficinas de cancillería, han resuelto todo el problema político, esencialmente político planteado en la época moderna. ¿Y cómo lo han resuelto? —Elaborando una carta constitucional, de la que ha dicho un maestro consumado, Gladstone, que es la obra más perfecta que ha producido el ingenio humano. En ningún país del mundo se ostenta más desarrollado el sentimiento de la justicia que en esa república que ha derramado ríos de sangre y gastado millones sin cuento por emancipar a los negros. Ningún país tiene como ése una magistratura facultada para invalidar las leyes votadas por los cuerpos legislativos, cuando las considera atentatorias a la fundamental de la federación. Relativamente a su riqueza, a su potencia productiva, a su capital acumulado por el ahorro, ningún país paga menos contribuciones El estado no es confesional. Así se evitan conflictos tan desagradables como los que suelen sobrevenirles a los estados que lo son Y como no existen esos grandes ejércitos permanentes de Europa, que absorben toda la savia, toda la vitalidad de los pueblos, la prudentísima política de no intervención se observa y practica por todos sus gobiernos. De ella no pudo apartarse realmente, aunque parece que lo intensó o, por lo menos, que quiso intentarlo, estadista tan respetado y eminente como aquel bajo cuyos auspicios se reunieron las naciones americanas de hispano abolengo, en un congreso que no dejó de inspirar bastantes inquietudes en el viejo mundo.
Allá, en lo más hondo, en lo más profundo de esta portentosa, de esta imponderable civilización, se halla el pioneer. El edificio es espléndido, monumental. Sus torres altísimas se pierden casi a la vista del observador admirado, deslumbrado por tanta grandeza. Pero el pobre, el modestísimo, el desconocido pioneer aportó a los cimientos el primer grano de arena. Breves son las páginas de la historia de los Estados Unidos, como que se trata de un pueblo formado y desenvuelto en corto espacio de tiempo, pero ninguna historia más interesante y fecunda, como que nos enseña, en lecciones sugestivas y elocuentes, de qué modo y por qué medios ha podido alcanzar un grupo social, con singular rapidez, un progreso inmenso y una prosperidad asombrosa, nunca vistos y observados en parte alguna. No faltan en Europa hombres superiores de gobierno que no comprendan el secreto de ese engrandecimiento incomparable. El secreto es bien sencillo y visible, pero pasa inadvertido para las personas dominadas y ofuscadas por los prejuicios, las pasiones, las miras ambiciosas, los intereses bastardos, los compromisos de partido, las concupiscencias incontrastables. Los yankees han resuelto perfectamente el magno problema de la existencia social. Han hecho libre al ciudadano, libre al municipio, libre al Estado dentro de la menor cantidad posible de soberanía central de gobierno, federal. El self government aplicado a la personalidad individual y a la personalidad colectiva; he aquí todo. Mas acontece con estas grandes cosas de la política lo propio que suele acaecer con las pequeñas que importan o afectan sólo al individuo. No se tiene ningún inconveniente en reconocerla bondad de tal regla o norma de conducta, como la más beneficiosa para la salud o la conservación y auge de la fortuna o patrimonio particular, pero esa regla no se sigue, a esa norma no se ajustan los actos, porque el imperio de las pasiones, de los hábitos adquiridos o de las preocupaciones sociales, impiden que se proceda conforme a los dictados de un criterio discreto y prudente.
La indomable energía de ese pueblo ha levantado el país a la colosal altura en que se le ve colocado. Obrero oscuro, ignorado anónimo de tan inmensa labor, de tan maravillosa construcción, es el pioneer. Él es un porta-estandarte del trabajo, viril por excelencia, él anuncia a la tierra inextricable e inexplorada, la próxima e inminente invasión de la civilización. El pioneer es un conquistador. Ahí está, ante su vista, espléndida, bellísima, magnífica, la selva misteriosa, jamás hollada por el pie del hombre. Ahí está soberbiamente desplegada la pradera ilimitada, temerosa, cuya ex tensión y aspecto oceánicos ponen natural pavor en el ánimo más resuelto. Ahí está el bosque sinfín, cuyos árboles gigantescos y frondosísimos forman espesura tal. Que los rayos del sol retroceden, vencidos, ante esa sombra hecha por la naturaleza en períodos seculares. Esas barreras no serán infranqueables para el osadísimo pioneer. La selva, la pradera, el bosque no le arredrarán, no detendrán su paso, no contendrán su marcha invasora. Con su espíritu viril, con sus músculos de hierro, con su corazón valeroso, destruirá el obstáculo, vencerá la resistencia. Con su fuerte hacha, que blande el fornido brazo, se va abriendo camino en el abrupto terreno. Con su organismo endurecido y habituado al trabajo ímprobo y durísimo afronta todas las inclemencias. Resiste al sol que le abrasa y a la lluvia que le hiela. En aquella soledad, en aquel imponente silencio, que de vez en cuando rompe el rugido de los animales feroces e indomables, viendo a intervalos el corpulento toro salvaje y el temible jaguar, el pioneer ejecuta con paciencia y energía su fecunda labor de abrir nuevos cauces a las corrientes inmigratorias, impelidas por la miseria y el hambre a dejar el hogar nativo en busca de hogares que les proporcionen, con más o menos abundancia, los recursos indispensables a la vida. El pioneer prepara la tierra que ha de alimentar a esas infelices muchedumbres a quienes la necesidad ha obligado a extrañarse del país natal. El pioneer acondiciona para la civilización, los territorios vírgenes del trabajo humano. El hacha demoledora del pioneer limpia el terreno en que un día se construirán los cimientos de grandes, ricas y populosas ciudades como Chicago, San Francisco, San Luis y tantas otras con que se envanece la república del Norte.
(Octubre 93)
Stagecoach route to the upper Sanger Mill.
Tomado de They Felled the Redwoods: A Saga of Rails and Flumes in the High Sierra
Tomado de El Fígaro, Año IX, Núm.38, La Habana 29 de octubre de 1893, pp.459 y 462.
Comentarios
Leopoldo Vázquez
6 díasEl trabajo forjador e individual han creado una sociedad impetuosa con un desarrollo imparable que han convertido a los EE.UU en la potencia economica y en todos los sentidos mas grande de la humanidad.