Loading...

Brindis en honor de Don José Ramón Betancourt (23 de diciembre de 1887)

22

Brindis en honor de Don José Ramón Betancourt (23 de diciembre de 1887)

22

Señoras y señores:

Si hubiera de obedecer a los impulsos de mi corazón, renunciaría al uso de la palabra, porque todo lo que debe decirse en honor del señor Betancourt está dicho, y todo lo que debe sentirse en honor de nuestro ilustre amigo está perfectamente sentido. Pero una obligación política pesa sobre mí; una obligación de tal naturaleza, que no puedo ni debo desatenderla. Después de todo, entiendo que este acto político será siempre en nuestra memoria uno de los más interesantes de cuantos ha celebrado el partido liberal. En otros hemos podido celebrar nuestras esperanzas, en éste empezamos a festejar nuestra historia. (Grandes aplausos.) Si la historia es a los pueblos lo que la experiencia es a los individuos, honrémosla, señores, en la persona de nuestro ilustre senador, que al cabo esa experiencia colectiva tanto vale para las sociedades como la experiencia individual para nosotros, sobre todo los que vivimos en medio de las agitaciones y los obstáculos de la sociedad moderna. Por virtud de esa experiencia las distancias se miden mejor, las fuerzas propias se aprecian con la precisión necesaria, estímase con seguro criterio el fin que queremos alcanzar, y de esta suerte, si no muy de prisa y muy gallardamente, vamos, en cambio, con toda seguridad al fin que deseamos.

El viajero inexperto es natural y lógico que al emprender su camino pierda de vista la distancia que ha de recorrer y crea que con andar muy de prisa y dejarse arrebatar por el entusiasmo alcanzará más pronto la meta a que aspira. Sin embargo, ¿a qué ocultarlo? Este animoso viajero más tarde o más temprano caerá rendido al borde del camino; mientras que aquel que ha intentado andarlo una vez siquiera, va despacio, va lentamente; pero va también con mayor seguridad y... (grandes aplausos interrumpen al orador) cuando, a la mitad de la jornada, vuelve la vista atrás no se siente desfallecido, y cuando la vuelve hacia adelante se siente más alentado. (Aplausos.)

Tócame, señores, como el más antiguo de los diputados de nuestro partido residentes hoy en esta Isla, saludar al señor Betancourt, en nombre de la minoría autonomista del Congreso; pero yo amplío esta representación, y quiero saludarlo, también, en nombre de la juventud a que todavía pertenezco, y en nombre de esa tierra camagüeyana que me ha elegido para representarla. De esta suerte le saludo, primero como autonomista y en nombre de toda mi generación, por ser el glorioso sobreviviente de ese grupo inmortal de patriotas que bajo la tiranía del antiguo régimen mantuvo a todo trance los derechos de la patria. (Aplausos prolongados.) Le saludo después como representante del Camagüey, porque en él miramos todos al hombre representativo de esa raza de patriotas vigorosos y firmes, que saben ser serenos y disciplinados en la paz como supieron ser valientes y perseverantes en la guerra. Le saludo, por último, como diputado, porque en sus campañas parlamentarias no veo solamente al intérprete fiel de las aspiraciones de nuestro partido, sino al ilustre hombre público que ha sabido mantener a toda costa el carácter local y autónomo del partido liberal cubano. Porque, señores, ¿a qué va Cuba, a qué van las colonias al Parlamento nacional? ¿Van como las demás provincias? No. Ellas no viven la vida de las demás provincias. Van como colonias oprimidas a reclamar la plenitud de sus derechos y la Constitución a que aspiran, de éste o del otro partido, sino del Estado, sea cual fuere su representación accidental, sean cuales fueren los hombres que gobiernen a la madre Patria. De esta suerte, señores, hacemos política propia; de esta suerte hacemos la única política que cumple a la legítima representación de los intereses antillanos.

El señor Betancourt ha tenido muchas veces que sostener con admirable firmeza este sentido: muchas veces, sí. ¿Por qué no he de traeros un recuerdo que asalta mi memoria? La primera vez que lo afirmó solemnemente fue en el seno de la histórica Asamblea constituyente de la República. Entonces representaba el señor Betancourt a un distrito de Puerto Rico. Habían llegado días penosos para aquel gobierno y para aquella situación. También en el seno de esa memorable Asamblea tenía enconados adversarios la causa de nuestras libertades antillanas. Volvióse airado cierto día uno de ellos a la minoría de que formaba parte el señor Betancourt, y la culpó en términos algo duros, acusándola de perfidia, cómoda acusación con que siempre han desahogado su despecho contra nosotros los que nos han visto rebeldes a los triunfos de su poder o a las estratagemas de su astucia. El señor Betancourt hubo de defenderse allí como patriota, como caballero, como diputado, y entonces proclamó nuestro ilustre amigo lo mismo que ha proclamado sin cesar hasta el último día de su permanencia en el Senado, a saber: que él no representaba todavía ningún partido peninsular, que a ningún compromiso sacrificaba los dictados de su conciencia, que no era llegada para él la hora de tomar puesto en las luchas que se libraban por el poder, y que estaba atento a defender solamente las aspiraciones y derechos de este pueblo esclavizado; que había ido a las Cortes alentado por la consoladora esperanza de que al fin se convertirían en realidad las magníficas promesas vertidas en el seno de la oposición por los republicanos. (Aplausos).

En 1879 todo había cambiado. La República había sucumbido. La Monarquía estaba restaurada; y el señor Betancourt vuelve al combate, fiel a su actitud independiente de 1873, con gran sorpresa para muchos hombres públicos de la metrópoli, que no colocándose en sus especiales circunstancias, no comprendían cómo es posible renunciar a los más eficaces medios de acción personal parlamentaria, por estricta devoción de una idea. (Aplausos prolongados.)

De nuevo el señor Betancourt dice: yo no represento aquí más que los derechos, las aspiraciones y las necesidades de la sociedad cubana (Aplausos.)

Preguntaban cierto día a Lamartine a qué partido pertenecía, y el gran orador y poeta contestaba “al partido de mi conciencia”. Esa misma respuesta ha podido darla siempre el señor Betancourt a las reclamaciones de los partidos metropolitanos. ¿Se dirá por eso que su conducta ha sido egoísta, que las aspiraciones a que ha obedecido no son nacionales, y que implican una culpable indiferencia para con los intereses de la madre patria? No ha habido, sin embargo, un solo progreso realizado para la madre patria en estos últimos tiempos a que él no haya contribuido con su voto. De igual modo hemos obrado todos sus compañeros en ambas Cámaras, sin contar lo que han hecho aquellos que tienen una gran representación propia en la política general. Pero la situación del representante en Cortes de nuestro partido, tan difícil a veces por la falta de esos apoyos que suministra la solidaridad de un fuerte partido próximo al poder, tiene en cambio una seguridad perfecta, una respetabilidad indudable tan luego como se consigue fijar la opinión pública de la madre patria en que lo representado por este partido es ahora y siempre la personalidad de los colonos que acuden al Parlamento en busca de una solución constitucional, dada libremente por la madre patria.

Esta campaña ¿habrá sido acaso ineficaz? No, no lo creo. Pensad que en los nueve años transcurridos podemos jactarnos de haber andado más de prisa en el camino de la libertad que ningún otro pueblo de nuestros antecedentes en tan corto período. Aun por todas partes vemos, es verdad, escenas de dolor; por dondequiera que dirigimos la mirada encontramos todavía nubes negras, que parecen cerrar el horizonte.

Pero yo me pregunto muchas veces: ¿es que esto sucede ahora, o es que existía antes? ¿Será una ilusión óptica la que nos hace ver en estos males la obra del presente o es una realidad? ¿No será, por ventura, nuestra situación la de aquel que viviendo largo tiempo en una húmeda caverna fingiese en su desvarío que las negras paredes que le rodean presentan la limpidez del mármol y se alimentara con esta sana ilusión, hasta que al volver en sí y examinar esos mismos muros, advirtiese pesaroso que vivía en el fondo de una horrible mazmorra, sepultado en lóbrego calabozo? (Grandes aplausos.)

Si es así, señores, no nos importen los escombros que nos rodean. Soy optimista en el sentido de que a través de esos escombros y de esas dificultades que podemos siquiera examinar y conocer, llevamos cada día más allá la bandera liberal. Y no me arredran las dificultades del presente, porque tengo profunda fe en el espíritu público y en la constancia de nuestro partido.

Brindemos, pues, por la continuación de esa fecunda campaña en cuya historia quedará para siempre gloriosamente inscripto el nombre de José Ramón Betancourt. (Grandes aplausos).

Tomado de Obras. Edición del Homenaje. La Habana, Cultural S.A., 1930, t.I, pp.229-233.
El Camagüey agradece a José Carlos Guevara Alayón la posibilidad de publicar este texto.

5
¿Haz disfrutado este artículo? Pues invítanos a un café.
Tu ayuda nos permite seguir creando páginas como ésta.

  
Comentarios
Emilio Antonio Barreto Ramírez
1 año

Cuán mal se ha entendido en la educación cubana de las últimas seis décadas el proceder de los autonomistas, así como la condición de cubanos de buena voluntad de cada uno?

3
Responder
Emilio Antonio Barreto Ramírez
1 año

Los autonomistas fueron patriotas enteros. Estoy convencido de que el autonomismo, entonces, era sensato para Cuba.

4
Responder
Y. J. Hall
1 año

Por supuesto. Más aún, posiblemente fuera lo más sensato.

2
María Antonia Borroto
1 año

@Y. J. Hall: Pero no dependía de Cuba...

María Antonia Borroto
1 año

@Y. J. Hall: Y cuando fue redactada en 1897 la Carta Autonómica de Cuba, gracias, en buena medida, a la presión norteamericana, ya era muy tarde: se habían profundizado las contradicciones entre españoles y cubanos, y las heridas, sobre todo a raíz de la reconcentración de Weyler. En breve publicará El Camagüey textos relacionados con este asunto, tomados del periódico Patria y de El Fígaro.

1
Romel Hijarrubia Zell
1 año

Muchos y variados intentos realizaron los representantes cubanos en las Cortes,—Republicana o Monárquica—, para defender el derecho de los "criollos" a tener igualdad de derechos y deberes que los peninsulares. No era algo inaudito lo pedido: simplemente igualdad ante la Ley y la Justicia. Tanto en 1,812 como en 1,868 fue destacada la acción de nuestros representantes en Cortes, además de muchos otros intentos, por lograr esa igualdad. Sólo los intereses mercantiles del comercio español, la falta de gobiernos estables y civiles, frustró lo que era de derecho ser cumplido. Además, nuestros representantes no estaban interesados en ser el apéndice o "la manzana dorada" que muchos pretendían en los EE.UU. de Norteamérica. El anexionismo es otra cosa diferente al autonomismo. Sólo la traición a las promesas de Martínez Campos y otros gobernadores hispanos, obligaron al único camino que quedaba que era la lucha sangrienta y justa por esos derechos, cuando todo había sido negado. Coincido con la valoración de Emilio Antonio Barreto Ramírez: fueron patriotas enteros y así debiera explicarse en nuestra Historia real: sin dogmas ni falsas ideologías. R.

3
Responder
Y. J. Hall
1 año

@Romel H. Zell: ¿Sería posible enumerar las promesas traicionadas de Martínez Campos?

2
Romel Hijarrubia Zell
1 año

"Pillado" en una redacción incorrecta: de hecho, el Acuerdo del Pacto del Zanjón establecía un grupo de condiciones que serían cumplidas por el gobierno español en el caso de que se llegase a un acuerdo. El incumplimiento NO es personal de Martínez Campos, sino del Gobierno monárquico peninsular y de los partidos políticos que se aunaron con la burrocracia ibérica, más el conjunto de interesados en mantener sus cargos y poderes. Desde luego, el comercio peninsular tampoco estaba interesado en ceder poder a los "criollos". Martínez Campos, personalmente, se sintió abandonado y negados los acuerdos a que se habían llegado con la mayor parte de los mambises. Su palabra dejó de tener valor. De hecho, se cumplió permitir la salida de la Isla de buena parte de los insurgentes que lo desearon o que estaban detenidos en cárceles españolas. Se cumplió la entrega,- como era normal y moral en esa época-, de determinadas cantidades para permitir iniciar una nueva vida a los que abandonasen la Isla. Igualmente, se permitió la permanencia en ella de muchos de los que habían luchado por la Independencia. No sé si he rectificado mi error. Gracias por señalarlo. R.

3
Responder
Y. J. Hall
1 año

@Romel H. Zell: ¿Qué parte del acuerdo no cumplió España?

2
María Antonia Borroto
1 año

@Y. J. Hall: Eso lo explica muy bien Enrique José Varona, en "Cuba contra España", un texto que en breve publicará este sitio web. También publicaremos el intercambio epistolar entre Estrada Palma y Antonio Maceo (a finales de 1895), donde se muestra que "Cuba contra España", encargo del PRC, circuló también en Inglés, pues buscaba conmover a la opinión pública norteamericana y lograr que el gobierno estadounidense reconociera la beligerancia: de eso tratan, entre otras cosas, ambas misivas.

1
Y. J. Hall
1 año

@María Antonia Borroto: Bueno, pues sigo esperando, a ver si Varona me ilumina.

2
Romel Hijarrubia Zell
1 año

Lo siento, amigo Hall, pero no dispongo del tiempo necesario para responder cuestionarios cuyas respuestas están dadas ya desde hace mucho tiempo y UD. seguramente conoce. Muchos de ellas están en la carta del general Máximo Gómez Báez a su hijo, publicado también en El Camagüey. Allí están las ofertas del General Martínez Campos a Máximo Gómez y los ejemplos de los ofrecimientos en metálico,- "que le quedaba sobrante"-, después de haber entregado las partes convenidas con los que aceptaron el "trato del esqueleto". Igualmente está allí, tanto la libertad de abandonar la Isla, como la de permanecer en ella. Sugiero que UD., más ilustrado que yo seguramente, pudiera exponer las respuestas a sus propias preguntas, cuya respuesta conoce. Gracias por su atención. R.

1
Responder
Y. J. Hall
1 año

@Romel: Si supiera la respuesta no le habría preguntado. Usted habla de traición de España a las promesas hechas en el Pacto del Zanjón; sin embargo, sólo menciona puntos en los que España cumplió con lo acordado. Hubiera imaginado que le sería fácil enumerar los puntos en los que España "traicionó". Muy curiosamente, a mí me está resultando difícil entender por qué querían los criollos la independencia de España. Es un tema del que todo el mundo parece conocer hasta que se les pregunta. Gracias de todas formas por el intento. El argumento de su falta de tiempo le quedó buenísimo.

2
María Antonia Borroto
1 año

Hay algo que siempre me ha llamado la atención en los autonomistas: hay fragmentos suyos que parecen escritos por los acérrimos independentistas. Y fue tan constante y tan certera su propaganda anticolonial que, sin pretenderlo, colaboraron con el independentismo. Posiblemente los espíritus afines a la independencia dentro de la Isla llegaron a esa posición gracias, en buena medida, a la prensa y discursos de los autonomistas.

1
Responder
Romel Hijarrubia Zell
1 año

Amigo Hall: Ud. afirma "a mí me está resultando muy difícil entender por qué querían los criollos la independencia de España. Es un tema del que todo el mundo parece conocer hasta que se les pregunta". En el término "criollos" incluye a todos los nacidos en la Isla, cuando en realidad, como en cualquier sociedad, hay estamentos contrapuestos, otros confluentes con el orden establecido e incluso opuestos a todo lo existente: los llamados ahora "radicales" o de "extrema izquierda". En el término "criollos" lo único común es haber nacido en la Perla de las Antillas. No eran iguales los intereses de nuestros hacendados azucareros y terratenientes ganaderos que los de los peones o de la gran masa campesina sin tierras. La mayor parte de los que iniciaron la lucha contra España por la independencia, eran ilustrados, descendientes de ilustrados formados en la Europa culta, muchos de ellos, cuyo desarrollo estaba limitado por las restricciones del gobierno español, las "mordidas" de las autoridades, la indiferencia y la apatía en cuanto se refiriera a modernizar la vida social. Comprendo que a Ud. le resulte muy difícil entender por qué los criollos querían la independencia de España, porque "fuera del agua se nada bien". Los diarios problemas de aquella época son muy lejanos y poco divulgados. Lo cierto es que nuestros ilustrados y poderosos pasaron a la lucha armada cuando no les quedó otra opción por la negativa cerril de los gobiernos españoles de permitir la igualdad de derechos y deberes a todos los "criollos". ¡Así y por ello, es que España perdió las Américas! Es la gran diferencia con el Imperio Británico que supo ceder o amoldarse a las nuevas situaciones, a diferencia del francés. Es como preguntarse para qué querían la libertad del imperio inglés los europeos residentes en Norteamérica. Fue evidente que el Sur NO quería la independencia como línea general porque ejercía sus derechos con pocas restricciones y su comercio estaba garantizado con la Gran Bretaña. Claro que hubo quienes se opusieron a sangre y fuego a la independencia, pero era la única manera de mantener un estado unido aunque fuera bajo el dominio del Norte industrial. Sí, es difícil imaginar por qué tantos exponen riquezas y vidas por algo tan banal como la Libertad. Cierto que quedó muy buena la excusa del poco tiempo. Era una forma educada de evadir una polémica de algo más que sabido en la Historia de Cuba cuando se ahonda en ella. Pensaba cerrar el contrapunteo sin término, pero me veo obligado expresar eso que a Ud. "le está resultando muy difícil entender por qué querían los criollos la independencia de España". Es tan sencillo como la busca de la Libertad, la Justicia Social y Económica cuando no es posible obtenerla por medios pacíficos. Espero que este párrafo final lo haya ayudado a entender el dilema de Patria y Libertad. R.

1
Responder
Y. J. Hall
1 año

@Romel: Gracias por el esfuerzo. Sigo sin entender nada. Conceptos como "libertad y justicia social y económica" son demasiado vagos si no se puntualiza exactamente lo que se está pidiendo. No entendí lo que quiso decir con eso de que "fuera del agua se nada bien". Y otro punto importante: Yo sí entiendo por qué las trece colonias del norte lucharon por la independencia de Inglaterra. También entiendo las causas de la guerra civil estadounidense. Es relativamente fácil encontrar en Internet conferencias de historiadores que explican esos hechos con lujo de detalles. Lamentablemente, encontrar esa información en relación con la independencia de Cuba me está resultando difícil. Por eso mi pregunta puntual del comienzo, que aún no ha sido respondida y que sí me ayudaría a entender: ¿Qué parte del acuerdo del Zanjón no cumplió España? Ya no aspiro a encontrar la respuesta por esta vía. Gracias otra vez.

1
María Antonia Borroto
1 año

"Cuba, donde no estalla la tormenta ni asoma el disco dorado del sol". Escribió Casal en 1891, dos años antes de su muerte. Es una frase que parece escrita hoy, 30 de septiembre de 2023.

1
Responder
Romel Hijarrubia Zell
1 año

Estimado H.J. Hall: Ud. es persistente en sus puntos de vista, lo cual es una virtud, no un defecto. Yo, al igual que Ud., había decidido dejar en el tintero su interesante pregunta sobre “que parte del acuerdo del Zanjón no cumplió España, porque no encontraba medios de explicarlo documentalmente. Coincido totalmente con su expresión: “Lamentablemente, encontrar esa información en relación con la independencia de Cuba me está resultando difícil”. Lo que lo lleva a esta conclusión que no es digna de su interés y, posiblemente el de muchos cubanos: “Ya no aspiro a encontrar la respuesta por esta vía”. Esa decepción suya me motivo a buscar en diferentes lugares la explicación posible sobre qué fue lo que no cumplió el gobierno español, porque como bien señala UD. sí se produjeron muchas concesiones y rectificaciones. Intentaré explicarle y citarle los incumplimientos que son de fuentes originales, no sectarias ni ideológicamente conformadas. Vamos a ver si queda claro el tema. He tenido que apelar a la Red porque mi biblioteca quedó en Cuba. Ante todo, usted utiliza el término “acuerdo del Zanjón” y eso es lo correcto, a juicio mío. La definición de pacto, según la RAE es: “Pactar. 1. tr. Acordar algo entre dos o más personas o entidades, obligándose mutuamente a su observancia”. En este caso sería entre el representante del gobierno de España, Gral. Martínez Campos y el Gobierno en Armas. Eso NO ocurrió porque “los jefes militares de la provincia de Camagüey solicitan al general español Arsenio Martínez Campos, una tregua para reorganizarse y continuar la guerra. (…) Se procedió a la derogación del decreto Spotorno, que prohibía todo tipo de negociaciones con el enemigo, y el 21 de diciembre, en una reunión con los mandos españoles, se acuerda una tregua”. “Después de estas negociaciones, Vicente García asume el cargo de presidente de la República en Armas el 15 de enero de 1,878. Se traslada a Camagüey y el 7 de febrero sostiene un encuentro secreto con el general Arsenio Martínez Campos, donde acuerdan realizar una reunión de consulta al pueblo cubano para decidir si se aceptaba la paz sin independencia. La mayoría de los combatientes, desilusionados, decidió suspender las hostilidades. La Cámara de Representantes se auto disolvió para no ir en contra de la Constitución de Guáimaro que prohibía al Gobierno convenios que no contemplaran la independencia”. Por tanto, no hubo un “pacto”, sino un acuerdo entre partes, además alegal. Paz: 1. f. Situación y relación mutua de quienes no están en guerra. DLE.RAE.ES. “Martínez Campos fue nombrado el 8 de junio de 1,878 capitán general y gobernador general (cargo que unió al de general en jefe) y convencido de que sólo la introducción de reformas políticas y económicas podía evitar una nueva insurrección, «adoptó una serie de medidas rebosantes de tolerancia para garantizar la libertad de asociación y reunión, y facilitar la formación de los partidos que canalizaron el debate político. Mostró particular preocupación por resolver los problemas económicos y financieros planteados al finalizar la guerra, y se convirtió en portavoz de los intereses azucareros. Sensible a las necesidades de los hacendados que habían visto descender la producción de azúcar en los últimos años de guerra, reducirse los precios del fruto en el mercado mundial y destruirse buena parte de la riqueza territorial... no tardó en adoptar algunas medidas favorables a los cubanos para rehabilitar aquella economía”. Es obvio que Martínez Campos había recibido instrucciones de hasta dónde podía acceder a las peticiones de los insurgentes y cuáles no podría aceptar. “En el convenio o pacto del Zanjón firmado el 10 de febrero de 1,878 había dos «capitulaciones» principales, además de la conservación de la libertad de los esclavos que habían combatido en las filas insurgentes: la primera, la concesión a Cuba de las «mismas condiciones políticas, orgánicas y administrativas de que disfruta la isla de Puerto Rico», lo que implicaba también la abolición de la esclavitud ―en Puerto Rico había sido abolida en marzo de 1,873 durante la Primera República española―; la segunda, el «olvido del pasado» sobre los posibles delitos cometidos por ambos bandos a lo largo de los diez años de guerra. De esta forma se puso fin a la contienda,…” Era obvio que los esclavos que se unieron a las tropas insurgentes cubanas no aceptarían volver a la condición de esclavos. Una de los “acuerdos” que NO se cumplió fue la abolición de la esclavitud. “En cumplimiento de lo acordado en la paz de Zanjón, el gobierno de Martínez Campos presentó en las Cortes el proyecto de ley de abolición de la esclavitud en Cuba —entonces había en la isla unos doscientos mil esclavos—. 23 El proyecto preveía la liberación de los esclavos pero con una fórmula transitoria ya que a los antiguos dueños se les concedía el «patronato» de sus esclavos durante ocho años, lo que significaba que conservaban el derecho a seguir utilizándolos, aunque obligados a pagarles un salario, vestirlos, alimentarlos, atender sus enfermedades y proporcionar a los niños enseñanza primaria. A pesar de la fórmula propuesta del «patronato», los dueños de las plantaciones y de los ingenios, y sus apoyos políticos en la península, se opusieron al proyecto de ley.” “…, se hicieron patentes las discrepancias en el seno del gobierno sobre el proyecto de ley de abolición de la esclavitud, lo que obligó a Martínez Campos a presentar su dimisión a Alfonso XII el 9 de diciembre. Entonces el rey llamó de nuevo a Cánovas para que formara gobierno. 22-28 Este se esforzó en restablecer la unidad del partido conservador y finalmente, consciente de que ya no era posible retirarlo, hizo suyo el proyecto de abolición de la esclavitud de Martínez Campos, en lo que al parecer contó con el apoyo del rey —el capitán general de Cuba le había escrito pidiendo que la abolición fuera lo «más amplia y liberal posible en favor del esclavo»—29, y a pesar de la oposición que encontró por parte de los esclavistas cubanos de la Unión Constitucional. Tras introducir varias modificaciones en el proyecto de Martínez Campos favorables a los propietarios de esclavos (como el mantenimiento de los castigos corporales, a lo que se opusieron los constitucionales de Sagasta), 30 logró que fuera aprobado en febrero del año siguiente.20-31 Los esclavistas consiguieron que el reglamento de aplicación de la ley introdujera todavía mayores restricciones como la aplicación del castigo de «cepo y grillete» a los «patrocinados» que se negaran a trabajar, que abandonaran la plantación sin autorización, promovieran huelgas o desobedecieran las órdenes de los capataces. Con todos estos cambios la Unión Constitucional declaró en agosto de 1880 que aceptaba el sistema del «patronato». 29” Otras disposiciones que aplicó el Pacificador tampoco fueron cumplidas por el gobierno de España. “[...] Los planteamientos de Martínez Campos y el hecho de que pusiera en vigor interinamente unas reformas que tendían a alterar el régimen de relaciones financieras y comerciales vigente estremecieron al gobierno [español]. No sólo por los efectos presupuestarios que cabía esperar, tanto en Cuba como en España [la reducción de los ingresos de aduanas], sino por la oposición que estaban abocadas a suscitar en influyentes grupos peninsulares, cuyos intereses no podían desatenderse». Fue entonces cuando Cánovas hizo volver a España a Martínez Campos.18” Finalmente, “Hubo dos reivindicaciones de los insurrectos que no fueron aceptadas por Martínez Campos: la «asimilación [de Cuba] a las provincias españolas bajo la Constitución vigente [en España], excepción de las quintas» y la garantía de que el general seguiría en Cuba para asegurar el cumplimiento de lo pactado. A pesar de todo, la «paz de Zanjón» fue vista como el comienzo de una nueva era para la isla, «en la cual fueron asequibles para los cubanos muchas de las libertades formales propias de un Estado liberal». 14”

2
Responder
Romel Hijarrubia Zell
1 año

Amigo Hall: creo haber dado respuesta a su pregunta sobre qué fue lo que incumplió el gobierno español. Sólo me resta expresarle que, en mi criterio, las razones por las cuales los europeos pobladores de las trece colonias se rebelaron contra Inglaterra fueron, en esencia, las mismas que causaron finalmente la independencia de Cuba. Coincido también con su crítica sobre lo difícil que resulta encontrar información real y creíble sobre la Historia de Cuba, en especial los aspectos espinosos. Por ejemplo, Vicente García fue el último Presidente de la República en Armas, cuando la Cámara ya se había auto disuelto. También fue el responsable de las tres rebeliones militares e incluso de proclamar “el Cantón Independiente de Holguín” algo que probablemente los cubanos actuales no han oído hablar nunca. Su atento lector Romel Hijarrubia Zell. Si lo desea, mi correo se lo puede dar la Directora de El Camagüey. Aunque dispongo de bibliografía acreditada sobre el tema, estimo que lo narrado por es.wikipedia.org es coherente, ajustado a la realidad histórica e imparcial en sus juicios. Todo el texto entrecomillado es de la fuente citada. Mis comentarios diferencian lo expresado por la fuente de lo redactado por el que suscribe. En Wikipedia está identificado cada autor y su obra. R. Fuente utilizada: https://es.wikipedia.org/wiki/Paz_de_Zanjón.

2
Responder
Y. J. Hall
1 año

@Romel H.: "Sólo me resta expresarle que, en mi criterio, las razones por las cuales los europeos pobladores de las trece colonias se rebelaron contra Inglaterra fueron, en esencia, las mismas que causaron finalmente la independencia de Cuba." No estoy de acuerdo con eso. Los norteamericanos lucharon para que se cumplieran en las Trece Colonias las leyes vigentes en Inglaterra: "No taxation without representation". Los cubanos, en cambio, en dependencia del año, luchaban por cambiar las leyes en España, por anexarse a los Estados Unidos, y posteriormente por independizarse después de haber visto el tremendo éxito económico del vecino del norte.

Romel Hijarrubia Zell
1 año

Han transcurrido varios días, semanas, desde que se hizo el comentario que antecede al presente, donde se recogen los "acuerdos incumplidos por el Gobierno de España para terminar la Guerra de los Díez Años. Quedó recogido el incumplimiento en lo relativo a la abolición de las esclavitud en Cubas, como ya existía en Puerto Rico desde 1,873, no fue aceptado por el esclavismo hasta 1,880. “En el convenio o pacto del Zanjón firmado el 10 de febrero de 1,878 había dos «capitulaciones» principales, además de la conservación de la libertad de los esclavos que habían combatido en las filas insurgentes: la primera, la concesión a Cuba de las «mismas condiciones políticas, orgánicas y administrativas de que disfruta la isla de Puerto Rico», lo que implicaba también la abolición de la esclavitud ―en Puerto Rico había sido abolida en marzo de 1,873 durante la Primera República española―; la segunda, el «olvido del pasado» sobre los posibles delitos cometidos por ambos bandos a lo largo de los diez años de guerra". El segundo incumplimiento, tan importante para nuestra historia como el primero, fue "...., el «olvido del pasado» sobre los posibles delitos cometidos por ambos bandos a lo largo de los diez años de guerra". En concreto qué significó este "detalle": que los bienes expropiados a los insurgentes NO FUERON DEVUELTOS a sus legítimos dueños que quedaron arruinados, fortaleciendo y enriqueciendo con esos bienes al sector más conservador y pro español. Francisco Vicente Aguilera era uno de los hombres más ricos de Cuba,- por algo los billetes cubanos de la República de cien pesos m.n.-, tenía su imagen-, murió en la pobreza más absoluta porque nunca pudo recuperar ni siquiera parte de sus posesiones. Los asesinatos y vilezas similares fueron "amnistiados" pero los bienes NO. Esto fue ratificado cuando se produjo el Tratado de París, donde los cubanos ni siquiera fueron invitados como observadores. Un nuevo estrato de ricos asumió el papel rector de la Economía cubana. R. octubre 6 de 2,023.

1
Responder
Y. J. Hall
1 año

@Romel H.: Gracias por el esfuerzo en dar luz al tema en cuestión. Ahora es que leo tus respuestas. Me llama la atención el énfasis que se hace en el asunto de la abolición de la esclavitud en la isla, teniendo en cuenta que eran los cubanos los principales dueños de esclavos y que los movimientos anexionistas de mediados de siglo (que derivaron en independentistas) buscaban unir Cuba a los estados esclavistas del norte. Por otro lado, el ejemplo de Francisco Vicente Aguilera es incorrecto, pues su muerte ocurrió en 1877, un año antes del acuerdo del Zanjón.

También en El Camagüey: