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¿Por qué el tiempo, que suele embotar las emociones más agudas, grava (sic) más y más hondamente en la conciencia del pueblo cubano la fecha sangrienta del 27 de noviembre? ¿Por qué el recuerdo angustioso del crimen nefando, perpetrado por las turbas españolas, seguras de la impunidad, no le encuentra atenuación ni en la inconsciencia de las multitudes, ni en la irresponsabilidad de las autoridades cobardes, alocadas por el terror de las furias que habían desencadenado? Porque esa frenética asonada, que solo pudo apaciguarse, sorteando ocho víctimas inocentes, reveló de una vez para siempre a nuestro pueblo la solidaridad de su destino ante la ira ciega del déspota, que mira como crimen de muerte la más secreta aspiración a romper su yugo. Aquellos ocho adolescentes no murieron por rebeldes, sino por cubanos... Y su tremendo sacrificio hizo desde entonces sinónimos en el espíritu del cubano la rebeldía y la dignidad.

Tomado de Club Profesional Oscar Primelles: In memoriam ¡27 de noviembre de 1871! New York, 1896, p.12.

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El Camagüey
1 año

Incluimos fragmentos del artículo "La olvidada historia de Gonzalo Castañón. El periodista asturiano y el fusilamiento de estudiantes de Medicina en Cuba", de José Antonio Vega publicado en "La Nueva España" en 2019, pues revela otras aristas de los sucesos posteriores al fusilamiento de los estudiantes de Medicina que involucran a la familia. De Gonzalo Castañeda nos explica que "había sido en vida un periodista que gozó de gran notoriedad y que fundó el periódico La Voz de Cuba, siendo también su director. Comenzaba sus artículos con la frase ¡Sangre y fuego! y predicaba un colonialismo a ultranza. El periodista viajó a Cayo Hueso, Estados Unidos, para batirse en duelo con el director del periódico El Republicano que allí se editaba, quien le había rebatido en términos que el asturiano consideró injuriosos. Su viaje a esta isla situada a 91 millas de Cuba buscaba, más que la realización del duelo propiamente dicho, la publicidad que éste atraería sobre sí. Sin embargo, las cosas no salieron como él pensaba y fue muerto a tiros el 31 de enero de 1870, en el hotel Russell House por el cubano Mateo Orozco, a quien había agredido junto con su compañero de aventuras el capitán de voluntarios Felipe Alonso. Al día siguiente, un coche funerario llevaría el féretro de Castañón al muelle. La procesión fúnebre seria encabezada por un pequeño grupo de españoles junto con dos sacerdotes y los cónsules de España y Francia, siendo este cortejo protegido por una escolta militar. El cadáver sería conservado en hielo y llegaría a Cuba en el vapor Lavaca. "En La Habana sería enterrado con honores militares en el antiguo cementerio de Espada. Previamente su cadáver seria embalsamado por el médico y profesor universitario Antonio Caro Carecio. Además seria amortajado con el uniforme de ralladillo, pues el finado pertenecía al Cuerpo de Voluntarios de la Isla de Cuba. "(...) Cuando la familia Castañón, años después de estos hechos, tomó la decisión de llevar los restos del periodista a Asturias, se descubrió que la gran injusticia que se había cometido años antes con los jóvenes cubanos y todos ellos estudiantes de medicina. Sería Fernando, como primogénito del periodista, quien fue a la Habana, y en el momento de la exhumación del cadáver, acompañado de numerosos testigos, y ante la gran sorpresa de todos se evidenció que la tumba estaba intacta, que no se había quebrado ni siquiera el cristal que cubría la lápida del nicho, que las dos cajas que contenían el cadáver, también estaban intactas. "Ante esto se levantó acta y el mismo hijo de Castañón, tendería la mano al doctor Valdés Domínguez, que era compañero de los estudiantes fusilados y que estaba luchando para que se supiese la verdad. Por ello el hijo del periodista atestiguaría públicamente, en una carta que sería publicada en los periódicos de Cuba, que ni siquiera hubo intento de profanación sobre la tumba de su padre. Desde ese momento, una emoción indescriptible se apoderaría en aquella isla de todos los ánimos. También, en esos días, se había encontrado el lugar en que hacinados, descansaban los restos de los ocho adolescentes que murieron bajo las balas del pelotón de voluntarios encargados de la injusta ejecución. Esos restos, que yacían en campo abierto, fueron trasladados al cementerio, y a la par que los estudiantes supervivientes otorgarían al elocuente diputado Miguel Figueroa, un poder para obtener la revisión de sentencia, todas las clases sociales y los elementos políticos del país cubano se asociaron para levantar un mausoleo a modo de monumento expiatorio, para cubrir para siempre los cadáveres de aquellas inocentes criaturas. Para ello se iniciaría una subscripción popular en Cuba con un éxito extraordinario. La construcción del mausoleo en recuerdo a los estudiantes de La Habana, fue, un acto de reparación justiciera. Este sería inaugurado, finalmente en 1921 y un fragmento del paredón de fusilamiento ocupa el centro del monumento. "Siguiendo con la historia del difunto lenense, sería el viernes 14 de enero de 1887, cuando fueron trasladados sus restos, desde el cementerio de Espada de La Habana al vapor-correo España, para ser conducido a España por disposición de su familia. Para ello se organizó un acto solemne y que fue concurridísimo. Sería presidido el duelo por Leopoldo Carvajal, en representación del Casino Español de la Habana. Entre los asistentes se distinguirían representaciones de la Sociedad Asturiana de Beneficencia, Centro Asturiano y otras varias de los batallones de voluntarios. Además acudirían numerosos amigos y representantes de toda la prensa conservadora completaban el fúnebre concurso. Una vez llegado al vapor-correo a España al muelle de Santander, el 1 de febrero, a las once y media de la mañana se efectuaría la conducción de los restos de Gonzalo Castañón, desde el muelle de la Monja hasta la estación del Norte. El traslado del féretro se efectuaría en una nueva carroza de la funeraria de Pedro del Río formando el duelo Enrique Casares Castañón, y los literatos montañeses como: José María de Pereda y Amós de Escalante y muchos ilustres cántabros. A este séquito se unirían gentes de esta ciudad. Los restos serian depositados en la estación del Norte rumbo a la de Campomanes. "Por fin, el 8 de febrero, se celebraría la última ceremonia de este traslado y que tendría lugar en el centro de la parroquia de Santa María de Telledo, donde se alzaría un túmulo cubierto de flores, palmas y coronas dedicadas a la memoria del vecino del lugar. Sobre el túmulo se coloraría el féretro cubierto de paños negros siendo custodiado constantemente por ocho vecinos de Telledo. Esta pequeña iglesia se llenaría, por lo que gran multitud de gentes permanecería a la puerta y en los alrededores del templo. A la una de la tarde, en hombros de algunos vecinos de la Cortina y Telledo, saldría de la iglesia el féretro, abriéndose en dos filas para darle pasó el apretado grupo que formaban los concurrentes. Llevarían las cintas el catedrático de Universidad de Oviedo, Fermín Canella, Ramón Argüelles, apoderado de la casa; Demetrio Jaes, redactor de El Carbayón; seguidos de otros ilustres de la región. Formaban el duelo en representación de la familia del muerto Enrique Casares Castañón y Juan Bautista Castañón, y el amigo de ella José Miranda, Teniente-Alcalde del Ayuntamiento de Madrid. "Ya en el modesto cementerio, levantaron la cubierta del féretro y, a través del cristal, la multitud contempló los restos, que poco después fueron depositados en el panteón. Después se cubriría el féretro con la misma lápida del sepulcro que en la Habana habían labrado a Gonzalo Castañón sus compatriotas. Aquel día la familia del malogrado Gonzalo Castañón socorrió a los pobres, a los cuales se sirvió una comida."

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El Camagüey
1 año

Fermín Valdés Domínguez se dedicó en cuerpo y alma a probar la inocencia de sus compañeros y a encontrar sus restos. Publicamos fragmentos de la introducción de su libro "El 27 de noviembre de 1871" “Entrego estas pruebas a la historia, y de rodillas sobre la tumba de mis hermanos muertos, escribo en la tierra que los guarda, este elocuente epitafio: ¡INOCENTES! "Referirá todo aquello que pueda servir para formar un juicio completo de mis asertos; rechazaré con honradez cuantos conceptos erróneos hayan llegado hasta mí; y nunca, ni la exaltación, que siempre sería justa, ni la violencia, que siempre sería disculpable, presidirán mis palabras, pues son éstas páginas que el alma escribe y la verdad santifica, ¡Que puedan ellas llevar la luz allí donde la malicia o el error han levantado un altar á la calumnia! "¡Y vosotros, hermanos queridos, moveos en vuestras tumbas, recordad que vuestra patria os llora y que la corona de los mártires brilla con rayos de Dios en vuestras frentes!"

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El Camagüey
1 año

El militar español Federico Capdevila tuvo a su cargo la defensa de los jóvenes. He aquí un fragmento de su discurso, también incluido en el folleto preparado por el club Oscar Primelles: "Si es necesario que nuestros compatriotas, nuestros hermanos bajo el pseudónimo de Voluntarios, nos inmolen, será una gloria, una corona por parte nuestra para la nación española: seamos inmolados, sacrificados: pero débiles, injustos, asesinos, ¡jamás! De lo contrario será un borrón que no habrá mano hábil que lo haga desaparecer. Mi obligación como español, mi sagrado deber como defensor, mi honra como caballero y mi pundonor como oficial, es proteger y amparar al inocente, y lo son mis cuarenta y cinco defendidos: defender a esos niños que apenas han salido de la pubertad y entrado en esa edad juvenil en que no hay odios, no hay venganzas, no hay pasiones. "¿Qué van ustedes a esperar de un niño? ¿Puede llamárseles, juzgárseles como a hombres a los catorce, diez y seis, o diez y ocho años, poco más o menos? No; pero en la inadmisible suposición de que se les juzgue como a hombres, ¿dónde está la acusación? ¿Dónde consta el delito que se Ies acrimina y supone? (…) El militar pundonoroso muere en su puesto; pues bien, que nos asesinen: mas los hombres de orden, de sociedad, las naciones, nos dedicarán un opúsculo, una inmortal memoria. Cárcel de la Habana, 26 de noviembre de 1871

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El Camagüey
1 año

Del propio folleto tomamos este fragmento, debido a la pluma de Enrique Piñeyro: Exordio de un discurso (nunca impreso) pronunciado en el Instituto Cooper, de New York, la noche del 27 de noviembre de 1872, primer aniversario del fusilamiento de los estudiantes: “Un orador de Grecia antigua, un famoso gobernarte, después de una batalla en que había perecido gran parte de la juventud de Atenas, exclamaba con dolorosa emoción: “el año ha perdido su primavera”. Nosotros ahora, en medio de nuestro punzante dolor, exclamamos hoy, con lágrimas del corazón, que el año infausto completado al volver la negra fecha que en esta noche y bajo estas bóvedas religiosamente conmemoramos, será perpetuamente recordado en la historia de Cuba como el año siniestro que también perdió su primavera. El odio enfurecido de seres más inhumanos que los salvajes, más alevosos que los tigres mismos en las espesuras de las selvas, sacudió los árboles lozanos de nuestra pobre patria arrancando y destrozando flores, botones, hojas, vástagos vigorosos, para duelo eterno nuestro, para indeleble afrenta de la implacable madrastra, cuya bandera y cuyo nombre cobijan y defienden tanto crimen y tanta crueldad en el suelo americano."

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