Un discreto y ameno escritor, el señor Hernández Miyares, que se encuentra de paseo en la ciudad imperial, nos ha transmitido sus impresiones neoyorkinas. Leyéndolas, por cierto con mucho agrado, di con un párrafo en que el criollismo del señor Hernández se mostraba mortificado, porque sus ojos tropiezan por todas partes con esta recomendación fatídica: No smoking.
Las misteriosas letras de fuego, que vio dibujarse sobre el muro sombrío, no espantaron tanto al recalcitrante Baltasar, como al escritor cubano este impertinente No fuméis, que apaga el cigarro en su boca de fumador empedernido. ¿No fumar? Pero eso es un horrible castigo para los cubanos. Es como obligarlos a no andar sino de frac. Esto dice el señor Hernández. Y comprendía la abominación del anexionismo.
Sin duda nuestro viajero recordaba, y la boca se le hacía agua, la sabrosa llaneza con que acá se fuma en todas partes, en la cocina y en el comedor, en el salón y en la alcoba, antes y después del baño, antes y después de las comidas, en los ómnibus y en los carros, en los parques y teatros, dando el brazo a una señora y a la cabecera de un enfermo. Esta atmósfera humosa, saturada de nicotina, debe ser tan natural al pulmón del cubano, como su ambiente acuoso a las branquias de un pez. No está probado que la salamandra viviera en el fuego; pero está visto que nosotros podemos vivir y recrearnos en el humo. Lord Brassey nos hizo —¡ay sin sospecharlo!— el más delicado elogio, cuando escribió esta frase que quizá se le antojaba epigramática: Smoking is the universal ocupation in this land of indolence.
Es indudable que este hábito de fumar en todos lados y sobre todo el mundo es eminentemente democrático, y aun tiene algo de ascético. Establece la igualdad de todos los ciudadanos ante la mortificación. Es enemigo jurado de todo privilegio. Mi vecino me ahuma y yo lo ahumo. Si yo huelo a tabaco, ¿por qué no ha de oler también el que se sienta a mi lado? El fumar forma parte de nuestros derechos inalienables. Quizás forme el todo. Porque si es verdad que un simple ejecutor de apremios, por decreto de un empleadillo, puede allanar mi domicilio; y un soldado armado de pies a cabeza me puede llevar al vivac porque le di un encontrón; y el fisco puede poner en entredicho todos mis derechos civiles, si no le he pagado la cédula; y el gobierno, cuando le viene a cuento, me viola la correspondencia; y el Estado dispone de mi hacienda sin mi intervención y riéndose de mis protestas; y la venalidad y el privilegio hacen irrisión de cualquier demanda de justicia que interpongo; al menos puedo fumar, sin que ningún ujier hosco me grite: “Guarde reverencia”.
Comprendo que nuestro viajero se haya indignado contra ese imperioso consejo, que recuerda tan inoportunamente que no vive uno solo en el mundo, y que no se puede inficionar a saciedad el aire que otro respira. Y me explico que, si alguna vez sorprendió en el claustro de su conciencia tal cual veleidad de anexionismo, haya abjurado de ella con horror en el smoking room, entre las aromáticas espiras de humo de su rico habano. Quizás le parecía que un misterioso dedo iba trazando con ellas jeroglíficos de extraña significación, caracteres hieráticos que desarrollaban un dogma singular, refractario a nuestros usos, a nuestras ideas, a nuestra sangre, a nuestro criollismo bonachón y egoísta, que gusta de salirse con la suya, aunque se apeste al prójimo.
No smoking. Es decir, recuerda que todos te respetan y que debes respetar a todos. Recuerda que tu vecino del momento tiene los mismos derechos a tu consideración, que tu vecino permanente. Recuerda que tus gustos no deben convertirse en el disgusto del que te acompaña. Recuerda que la máxima primera del código de la buena sociedad es: no molestes. Y recuerda que el hombre bien educado debe considerarse siempre en buena sociedad.
No smoking. Es decir, para el buen concierto de los individuos en comunidad no hay nada insignificante. La lesión del derecho más pequeño resulta enorme. No prives a nadie de su aire puro. Respeta su olfato. No le irrites los ojos. Te indignas porque un desconocido te ha pisado un pie. Pues piensa que con idéntica razón se indigna él porque le arrojas a la cara una bocanada de humo. A ti te parece aromático, a él puede parecerle nauseabundo. Te molestas si te salpican de lodo. Otro puede molestarse porque le impregnas la ropa de olor a tabaco. Te exasperas porque esa buena señora sube al ómnibus con su falderillo. Pues a la buena señora tu cigarro le produce mareo. Lo conveniente para todos es, ni perro, ni cigarro, ni lodo, ni humo. Piensa siempre que la presencia de otro limita tus antojos, en la misma proporción que tu compañía limita los suyos. No se ha inventado, ni se inventará otra fórmula para andar en paz y sosiego por el mundo.
Dichoso Robinson, estaría pensando el señor Hernández Miyares, dichoso Robinson, que es el único sajón que ha podido fumar a sus anchas, y eso mientras estuvo solo en su isla. Porque de seguro, desde que fue Friday a aumentar la población, él mismo tomaría un tizón del hogar, y escribiría con gruesos caracteres de tizne por las paredes de su cabaña: No smoking.
(Julio, 1894)
“Esta atmósfera humosa, saturada de nicotina, debe ser tan natural al pulmón del cubano, como su ambiente acuoso a las branquias de un pez.”
El fumador – Joos van Craesbeeck, 1635
Tomado de Desde mi belvedere y otros textos. Prólogo, cronología y notas de Salvador Bueno. Fundación Biblioteca Ayacucho, Caracas, 2010, pp.295-297.
Esto parece que se escribió hoy. Al leerlo, siento una extraña sensación de... (quiero decir "continuidad", pero esa palabrita ya va dejando de estar disponible). Digamos que siento que Varona está entre nosotros, tal vez sentado ahora en algún parque del Camagüey.
El cuarto párrafo es mi favorito por dos razones: porque me describe brevemente la atmósfera social de finales del siglo XIX y porque me encanta la frase, graciosa por demás, "[el hábito de fumar] establece la igualdad de todos los ciudadanos ante la mortificación".
¡Bravo!
Tengo esa misma percepción. A mí me encantan también los penúltimos párrafos: logra un ritmo riquísimo gracias a un hábil manejo de las estructuras sintácticas y de un uso muy medido de las anáforas. Creo que sería conveniente, y muy entretenido, su análisis en clases de Gramática y de Redacción y estilo, sobre todo en la carrera de Periodismo, donde tan necesitados están los estudiantes de referentes sólidos. He aquí una prueba de que el periodismo no es vociferación ni insulto.
Y su sentido del humor es muy sabroso, la manera en que dialoga con un amigo, con la obra de un amigo...
Es cierto, Varona parece estar sentando en un parque ahora mismo, el texto parece escrito hoy... Sin embargo, dudo muchísimo que lograra insertarlo en alguna publicación cubana actual, al menos en algunas le sería muy pero muy difícil, por no decir imposible.
@Y. J. Hall Voy a aventurar una respuesta breve y fundamentada. Vayamos por puntos:
1. La mayoría de las publicaciones (salvo contadas excepciones) no alientan la vocación estilística de los periodistas. De hecho la vieja polémica sobre los límites entre el periodismo y la literatura asoma de vez en cuando su oreja peluda y condena textos con una muy particular vocación autoral, como es este caso.
2. No percibo, al menos no en la mayoría de los estudiantes de Periodismo con los que me he relacionado en los últimos años (salvo contadísimas excepciones), una verdadera vocación y gusto por una redacción elegante, culta y sencilla al mismo tiempo, que logre lo que para mí es la principal máxima del periodismo: "Encontrar el modo más sencillo de decir lo más complejo". Que un texto sea periodístico no lo condena de antemano, como pretenden algunos, a una redacción deficiente y a tratar puras trivialidades, ni, por el contrario, a un tono admonitorio y prepotente, como si quien escribiera estuviera investido de una autoridad cuasi divina. Por cierto, sobre ese particular escribió Varona, lo veremos muy pronto aquí, en El Camagüey.
3. Y habría que ver si las propias transformaciones en los estudios de la especialidad en los últimos años, y el peso en sus planes de estudio de las disciplinas humanísticas, alientan el cultivo de esa vocación en aquellos que la posean.
4. En el periodismo cubano se dio un fenómeno muy curioso, o quizás no tan curioso cuando se mira en el cuadro general de la época: tras la nacionalización de los medios de prensa se instauró una especie de tábula rasa o algo así. Se desconoció la riquísima tradición del periodismo hecho en el país, sobre todo en los primeros sesenta años del siglo XX. Hay un magnífico libro que compila textos de autores de ese período en cuyo prólogo Pedro Pablo Rodríguez habla de los altos quilates de la prosa cultivada por excelentes autores, como Mañach, Miguel de Marcos, Manuel Márquez Sterling, entre muchos otros... Ambrosio Fornet ha explicado que se suscitó una suerte de división: las búsquedas estilísticas solo tenían cabida en el mundo de lo literario, mientras que el periodismo se asociaba muy directamente a lo ideológico (más bien al combate ideológico).
5. En la Cuba de las primeras décadas del siglo XX fue permanente la presencia de intelectuales de prestigio en los medios de prensa. El propio Carpentier (quien fuera un excelente cronista) advierte que esa idea de un intelectual de gabinete, ajeno a las urgencias de su tiempo, es impensable en nuestro ámbito. Esa posibilidad también desapareció, hasta el punto que hoy es casi imposible. Alguien como Varona no sería invitado a colaborar, así de sencillo.
6- La instauración de un modelo de prensa muy cercano en espíritu a los ensayados en el campo socialista, totalmente dependiente de los aparatos ideológicos, y por ende la consideración del periodista como trabajador ideológico, entendiendo por tal no una persona con ideas, sino fiel acatador de las políticas establecidas, una suerte de eco (sin voz propia).
7. El hecho, muchas veces discutido en los congresos y encuentros de periodistas, de que quienes dirigen la prensa en tales aparatos casi nunca tienen formación periodística.
8. Estilos de trabajo (rutinas productivas) en los medios que casi nunca potencian trabajos de esta naturaleza. Desgraciadamente, muchas personas con talento y vocación sienten que, si quieren hacer el periodismo que sueñan, deben abandonar tales medios. O simplemente a dedicarse a otra cosa.
9. Ciertos vicios entronizados y falta de conocimiento real del público. Vivimos orgullosos de nuestros niveles educacionales y, al mismo tiempo, creyendo que el lector no es capaz de entender ni de razonar por sí mismo, que hay que dárselo todo masticadito. Alguien como Varona daría la espalda y punto. Ah, en algún momento hasta le hubieran reprochado la referencia bíblica...
10. Sobre el comentario y los géneros de opinión: me parece muy acertada la manera en que ve el asunto un teórico español, José Luis Martínez Albertos, quien habla del estilo de solicitación de opinión. Fíjate qué interesante: lo que el texto debe proponer es un diálogo muy respetuoso con el lector, cuyas opiniones importan. Mejor dicho: se parte del hecho de que él tiene sus opiniones, que no es bobo ni un parvulito al que hay que decirle qué pensar.
Mil disculpas si me excedí, pero...
PD 1: Sobre esto tengo un ensayo escrito que aún permanece inédito. No entiendo por qué...
PD 2: Esta respuesta puede seguir creciendo.
@Y. J. Hall Algo que se me olvidó y me ha estado rondando hoy: no podemos ver como un bloque homogéneo, en lo que a la prensa se refiere, estos últimos sesenta años.
Estoy segura que un estudio concienzudo demostraría la existencia de etapas claramente discernibles las unas de las otras. Por ejemplo, los setenta (por lo que he visto) se caracterizaron por una grisura también en la prensa, instalada incluso desde antes de que el gris fuera el color preponderante en las políticas culturales. Los ochenta fueron otra cosa. A raíz de la rectificación de errores y tendencias negativas se publicaron textos muy interesantes desde todo punto de vista. Recuerdo ya en los finales de esa década un Juventud Rebelde muy despierto, donde Enrique Núñez Rodríguez y Gabriel García Márquez compartían la página 3. Hasta el Granma publicaba en esos años, teniendo aún dimensiones de sábana, una sección en sus páginas interiores muy atractiva, con textos sobre cine, por ejemplo, que yo coleccionaba.
Somos Jóvenes fue el gran culpable, junto con Gabo, de que muchos quisiéramos estudiar periodismo. Allí publicaban Mayra Beatriz Martínez y Luis Manuel García. Conservo aún una discreta colección de ejemplares de la época, con las primeras entrevistas a Varela, Tanya, Gerardo Alfonso, entre otros, y debates sobre el oficio del actor y los jóvenes en la televisión que todavía perduran. Allí apareció el caso Sandra, uno de los primeros textos (no quiero asegurar que fuera el primero, pero a lo mejor lo fue) que abordó el tema de la prostitución en Cuba (estábamos todavía en secundaria). También recuerdo un trabajo sobre el fraude que le movió el piso a mucha gente.
Por cierto, creo que la crítica nunca valoró un libro como Habanecer, de Luis Manuel García, Premio Casa a inicios de los noventa, con un estructura muy singular, cercano en espíritu a la crónica y que convertía en cuentos algunos textos publicados antes en la revista.
Y en estos momentos se notan diferencias en la manera en que se aplica la política informativa en unas provincias y en otras, en unos medios y en otros. Hay periódicos provinciales donde se está haciendo buen periodismo.
Varias veces me ha venido hoy a la mente este texto, pues mi vecino muy generosamente ha compartido su reguetón conmigo. Me sentía, como Varona, rodeada de una atmósfera enervante, invasiva...
@Y. J. Hall ¿Qué más da? Todos los reguetones son más o menos iguales. Dos horas de reguetón (y ayer fueron muchas más) dan la sensación de un mismo tema que se repite y se repite y se repite... Es que ni aunque lo escuchado hubiera sido Bach... Nadie tiene derecho a invadir el espacio del otro, ni con humo de cigarro ni con música alta.
Un buen escritor hace y dice lo que quiere en la forma y con el tono que desea transmitir. Puede insultarte y no poder responderle. Como expresan Ma. Antonia y otros comentaristas, parece una conversación actual entre dos amigos. Gracias por este trabajo un poco extenso, pero vale la pena disfrutarlo. R.
El artículo tiene una elegancia y una actualidad indiscutibles. Por acá, con el coronavirus, no permiten fumar ni en exteriores. Lo que me parece genial. Ahora, los comentarios enriquecen muchísimo la lectura, me encantaría tener más tiempo para disfrutar de estas entretenidas tertulias alrededor de las publicaciones. Gracias!
Comentarios
María Antonia Borroto
4 años¡Un maestro! Y pensar que algunos, que no le llegan ni a los talones, dicen que Varona no fue escritor...
Y. J. Hall
4 añosEsto parece que se escribió hoy. Al leerlo, siento una extraña sensación de... (quiero decir "continuidad", pero esa palabrita ya va dejando de estar disponible). Digamos que siento que Varona está entre nosotros, tal vez sentado ahora en algún parque del Camagüey. El cuarto párrafo es mi favorito por dos razones: porque me describe brevemente la atmósfera social de finales del siglo XIX y porque me encanta la frase, graciosa por demás, "[el hábito de fumar] establece la igualdad de todos los ciudadanos ante la mortificación". ¡Bravo!
María Antonia Borroto
4 añosTengo esa misma percepción. A mí me encantan también los penúltimos párrafos: logra un ritmo riquísimo gracias a un hábil manejo de las estructuras sintácticas y de un uso muy medido de las anáforas. Creo que sería conveniente, y muy entretenido, su análisis en clases de Gramática y de Redacción y estilo, sobre todo en la carrera de Periodismo, donde tan necesitados están los estudiantes de referentes sólidos. He aquí una prueba de que el periodismo no es vociferación ni insulto.
María Antonia Borroto
4 añosY su sentido del humor es muy sabroso, la manera en que dialoga con un amigo, con la obra de un amigo... Es cierto, Varona parece estar sentando en un parque ahora mismo, el texto parece escrito hoy... Sin embargo, dudo muchísimo que lograra insertarlo en alguna publicación cubana actual, al menos en algunas le sería muy pero muy difícil, por no decir imposible.
Y. J. Hall
4 años¿Por qué crees que es tan difícil insertar un artículo como éste en alguna de las publicaciones cubanas oficiales de hoy?
María Antonia Borroto
4 años@Y. J. Hall Voy a aventurar una respuesta breve y fundamentada. Vayamos por puntos: 1. La mayoría de las publicaciones (salvo contadas excepciones) no alientan la vocación estilística de los periodistas. De hecho la vieja polémica sobre los límites entre el periodismo y la literatura asoma de vez en cuando su oreja peluda y condena textos con una muy particular vocación autoral, como es este caso. 2. No percibo, al menos no en la mayoría de los estudiantes de Periodismo con los que me he relacionado en los últimos años (salvo contadísimas excepciones), una verdadera vocación y gusto por una redacción elegante, culta y sencilla al mismo tiempo, que logre lo que para mí es la principal máxima del periodismo: "Encontrar el modo más sencillo de decir lo más complejo". Que un texto sea periodístico no lo condena de antemano, como pretenden algunos, a una redacción deficiente y a tratar puras trivialidades, ni, por el contrario, a un tono admonitorio y prepotente, como si quien escribiera estuviera investido de una autoridad cuasi divina. Por cierto, sobre ese particular escribió Varona, lo veremos muy pronto aquí, en El Camagüey. 3. Y habría que ver si las propias transformaciones en los estudios de la especialidad en los últimos años, y el peso en sus planes de estudio de las disciplinas humanísticas, alientan el cultivo de esa vocación en aquellos que la posean. 4. En el periodismo cubano se dio un fenómeno muy curioso, o quizás no tan curioso cuando se mira en el cuadro general de la época: tras la nacionalización de los medios de prensa se instauró una especie de tábula rasa o algo así. Se desconoció la riquísima tradición del periodismo hecho en el país, sobre todo en los primeros sesenta años del siglo XX. Hay un magnífico libro que compila textos de autores de ese período en cuyo prólogo Pedro Pablo Rodríguez habla de los altos quilates de la prosa cultivada por excelentes autores, como Mañach, Miguel de Marcos, Manuel Márquez Sterling, entre muchos otros... Ambrosio Fornet ha explicado que se suscitó una suerte de división: las búsquedas estilísticas solo tenían cabida en el mundo de lo literario, mientras que el periodismo se asociaba muy directamente a lo ideológico (más bien al combate ideológico). 5. En la Cuba de las primeras décadas del siglo XX fue permanente la presencia de intelectuales de prestigio en los medios de prensa. El propio Carpentier (quien fuera un excelente cronista) advierte que esa idea de un intelectual de gabinete, ajeno a las urgencias de su tiempo, es impensable en nuestro ámbito. Esa posibilidad también desapareció, hasta el punto que hoy es casi imposible. Alguien como Varona no sería invitado a colaborar, así de sencillo. 6- La instauración de un modelo de prensa muy cercano en espíritu a los ensayados en el campo socialista, totalmente dependiente de los aparatos ideológicos, y por ende la consideración del periodista como trabajador ideológico, entendiendo por tal no una persona con ideas, sino fiel acatador de las políticas establecidas, una suerte de eco (sin voz propia). 7. El hecho, muchas veces discutido en los congresos y encuentros de periodistas, de que quienes dirigen la prensa en tales aparatos casi nunca tienen formación periodística. 8. Estilos de trabajo (rutinas productivas) en los medios que casi nunca potencian trabajos de esta naturaleza. Desgraciadamente, muchas personas con talento y vocación sienten que, si quieren hacer el periodismo que sueñan, deben abandonar tales medios. O simplemente a dedicarse a otra cosa. 9. Ciertos vicios entronizados y falta de conocimiento real del público. Vivimos orgullosos de nuestros niveles educacionales y, al mismo tiempo, creyendo que el lector no es capaz de entender ni de razonar por sí mismo, que hay que dárselo todo masticadito. Alguien como Varona daría la espalda y punto. Ah, en algún momento hasta le hubieran reprochado la referencia bíblica... 10. Sobre el comentario y los géneros de opinión: me parece muy acertada la manera en que ve el asunto un teórico español, José Luis Martínez Albertos, quien habla del estilo de solicitación de opinión. Fíjate qué interesante: lo que el texto debe proponer es un diálogo muy respetuoso con el lector, cuyas opiniones importan. Mejor dicho: se parte del hecho de que él tiene sus opiniones, que no es bobo ni un parvulito al que hay que decirle qué pensar. Mil disculpas si me excedí, pero... PD 1: Sobre esto tengo un ensayo escrito que aún permanece inédito. No entiendo por qué... PD 2: Esta respuesta puede seguir creciendo.
Y. J. Hall
4 años👏🏻👏🏻👏🏻
María Antonia Borroto
4 años@Y. J. Hall Algo que se me olvidó y me ha estado rondando hoy: no podemos ver como un bloque homogéneo, en lo que a la prensa se refiere, estos últimos sesenta años. Estoy segura que un estudio concienzudo demostraría la existencia de etapas claramente discernibles las unas de las otras. Por ejemplo, los setenta (por lo que he visto) se caracterizaron por una grisura también en la prensa, instalada incluso desde antes de que el gris fuera el color preponderante en las políticas culturales. Los ochenta fueron otra cosa. A raíz de la rectificación de errores y tendencias negativas se publicaron textos muy interesantes desde todo punto de vista. Recuerdo ya en los finales de esa década un Juventud Rebelde muy despierto, donde Enrique Núñez Rodríguez y Gabriel García Márquez compartían la página 3. Hasta el Granma publicaba en esos años, teniendo aún dimensiones de sábana, una sección en sus páginas interiores muy atractiva, con textos sobre cine, por ejemplo, que yo coleccionaba. Somos Jóvenes fue el gran culpable, junto con Gabo, de que muchos quisiéramos estudiar periodismo. Allí publicaban Mayra Beatriz Martínez y Luis Manuel García. Conservo aún una discreta colección de ejemplares de la época, con las primeras entrevistas a Varela, Tanya, Gerardo Alfonso, entre otros, y debates sobre el oficio del actor y los jóvenes en la televisión que todavía perduran. Allí apareció el caso Sandra, uno de los primeros textos (no quiero asegurar que fuera el primero, pero a lo mejor lo fue) que abordó el tema de la prostitución en Cuba (estábamos todavía en secundaria). También recuerdo un trabajo sobre el fraude que le movió el piso a mucha gente. Por cierto, creo que la crítica nunca valoró un libro como Habanecer, de Luis Manuel García, Premio Casa a inicios de los noventa, con un estructura muy singular, cercano en espíritu a la crónica y que convertía en cuentos algunos textos publicados antes en la revista. Y en estos momentos se notan diferencias en la manera en que se aplica la política informativa en unas provincias y en otras, en unos medios y en otros. Hay periódicos provinciales donde se está haciendo buen periodismo.
María Antonia Borroto
4 añosVarias veces me ha venido hoy a la mente este texto, pues mi vecino muy generosamente ha compartido su reguetón conmigo. Me sentía, como Varona, rodeada de una atmósfera enervante, invasiva...
Y. J. Hall
4 años¿Cuál reguetón?
María Antonia Borroto
4 años@Y. J. Hall ¿Qué más da? Todos los reguetones son más o menos iguales. Dos horas de reguetón (y ayer fueron muchas más) dan la sensación de un mismo tema que se repite y se repite y se repite... Es que ni aunque lo escuchado hubiera sido Bach... Nadie tiene derecho a invadir el espacio del otro, ni con humo de cigarro ni con música alta.
Y. J. Hall
4 años¡Con la música de Bach sí que no te metas! Y hablando de reguetón, a mí me gusta Jacob Forever y a nuestro querido Henry le encanta el Chocolate.
María Antonia Borroto
4 años@Y. J. Hall Justo cuando estaba lamentando no poder poner una carita sonriente descubrí que sí, que sí puedo hacerlo. 😀
María Antonia Borroto
4 años@Y. J. Hall Declaro solemnemente mi incultura reguetonística... 😉 Ayer hubieras sido feliz aquí. Si quieres permutamos... 😁
Y. J. Hall
4 añosMaddita mami tu ere una maddita!
María Antonia Borroto
4 años@Y. J. Hall 😎
Henry Mazorra
4 años@Y. J. Hall Así es, el helado de Chocolate es mi preferido, nunca logro saciarme con el Chocolate!!! ja ja ja
Romel Hijarrubia Zell
4 añosUn buen escritor hace y dice lo que quiere en la forma y con el tono que desea transmitir. Puede insultarte y no poder responderle. Como expresan Ma. Antonia y otros comentaristas, parece una conversación actual entre dos amigos. Gracias por este trabajo un poco extenso, pero vale la pena disfrutarlo. R.
Olivia Montesino
4 añosMagnífico el artículo y deliciosos los comentarios. Gracias
Iliana Polo
4 añosEl artículo tiene una elegancia y una actualidad indiscutibles. Por acá, con el coronavirus, no permiten fumar ni en exteriores. Lo que me parece genial. Ahora, los comentarios enriquecen muchísimo la lectura, me encantaría tener más tiempo para disfrutar de estas entretenidas tertulias alrededor de las publicaciones. Gracias!