Maestra, ya la madre tierra te recibió amorosa en su seno.
Ya tu cuerpo inerte no hospeda aquella alma grande que tantas veces vi asomada a tus ojos; alma grande que tanto bien esparció por el mundo.
Maestra, ya la madre tierra te recibió amorosa en su seno.
Ya tu cuerpo inerte no hospeda aquella alma grande que tantas veces vi asomada a tus ojos; alma grande que tanto bien esparció por el mundo.
Maestra, ya tu voz enmudeció para siempre; ya jamás podrán oírse aquellos consejos tan plenos de sabiduría y de rectitud que tanto nos dijeron del deber y del bien.
Maestra, ya nadie podrá ver tu figura alta, venerable, aureolada de una majestad que impresionaba, que infundía hondo respeto.
Nadie más podrá ser testigo de aquella exaltación de aquel entusiasmo que embargaba tu espíritu y que se comunicaba al nuestro cuando hacías la luz en nuestra inteligencia, cuando nos descubrías los secretos bellísimos de la Naturaleza, cuando nos mostrabas las verdades de la Ciencia, cuando en aquellas lecciones de Moral con que los sábados ponías fin al intenso laborar de la semana, nos alejabas de las impurezas de la tierra, elevándonos contigo a un plano de perfección, forjando nuestra alma para la lucha con la vida.
¡Con qué dulzura evocamos aquella época estudiantil, tan dulce, tan feliz!
¡Cómo en la mente desfila la procesión de los amados recuerdos! La lectura de las notas mensuales en el amplio salón: el tribunal de profesores en la plataforma, allí el Dr. Aguayo, el propulsor infatigable de la Pedagogía, allí el bueno del Dr. Rosell, que nos trataba tan paternalmente, allí el Dr. Lincoln de Zayas, el del bien decir, el elegante, el exquisito y entre ellos tú, sol entre soles. Dos de ellos te precedieron internándose en la senda inevitable que no tiene caminantes de regreso.
Las alumnas vestidas de blanco llenando el salón, con la mayor disciplina, escuchaban las notas de cada compañera en cada materia. Grande nuestra emoción al oír el fallo que nos hacía acreedoras a figurar en la vanguardia del colegio y a anotarse nuestro nombre en el Cuadro de Honor; grande nuestra emoción cuando tu mano respetable suspendía a nuestro cuello aquella medalla de mérito pendiente de una cinta azul y blanca.
¡Cómo nos place ahora recordar que fuimos miembros permanentes de esa vanguardia por lo que, al final del curso, se nos cruzó el pecho con una linda franja tricolor!
¡Oh, mi banda tricolor, que conservo con cariño, la que fue el centro de las miradas de una concurrencia distinguida la memorable noche de la fiesta de mi graduación! Banda tricolor que fue el orgullo de mi padre aquella noche. Noche esplendente que refulge en mi pasado y que fue la última de mi vida escolar.
Te fuiste, maestra, en el mes de mayo, aquel que en nuestro colegio era el mes en que se perdonaban las faltas, el de las ofrendas morales, cuando tú nos enseñaste a ofrecer entre flores a la Virgen nuestra tarjetita consignando la virtud que necesitábamos cultivar, el defecto que debíamos corregir. Los cantos llenos de candor que entonábamos, la música envolviéndonos en sus ondas de armonía, el perfume de nuestros ramos, los trajes blancos de tantas compañeras y tu aspecto sereno y majestuoso rebosando placidez al ver tu obra.
¿Con qué pagarte, Maestra, tu frase de un día: “Aquí va la joyita del colegio”?
Ya te fuiste, pero tu obra queda.
Tu misión de educadora se cumplió. Pródiga tu mano repartió a puñados las simientes del bien en el campo de muchas conciencias.
Tú nos enseñaste la vía recta, tú nos diste ejemplos de laboriosidad, de perseverancia y de abnegación. Y no ha sido en vano tanta labor, tanta prédica. Muchas de tus normas, muchos de tus pensamientos han pasado de nosotras, tus discípulas, a otras conciencias. Tu labor se multiplica, Maestra.
No te hemos olvidado, no podremos olvidarte. Tu nombre refulge en el campo hermoso de nuestros recuerdos.
¡Cuántas veces en nuestra aula, al repetir ahora aquellos tópicos que nos explicaste un día, cuántas veces se eleva en nuestra alma una plegaria para ti!
Tu actividad pasmosa, tu ecuanimidad, tu amor a la justicia son normas que seguimos con devoción. Permanecemos en la vanguardia, Maestra.
Tu optimismo, tu valor ante los grandes empeños, aquel justo deslinde del bien y del mal; aquella sonrisa y aquel elogio tan oportuno que tanto alentaban en la ardua tarea del estudio y de la preparación para la vida.
Aquella plática tan llena de enseñanzas y de soluciones en el difícil momento del error y de la falta. ¡Aquel don de ser Maestra con que a Dios le plugo dotarte!
De ahí el constante anhelo de ascensión, de progreso, de perfeccionamiento que se nos infiltraba al oírte, al ver tu vida, al contemplar tu noble ejemplo.
Maestra, no se ha perdido tu obra. No con tus vuelos de águila, que fueron excepcionales, sino con la modestia con que hay que conformarse cuando no se puede más; pero eso sí llegando al máximo en el esfuerzo, seguimos tu ejemplo.
Imitamos al buen patrón cuando es dable a nuestras fuerzas. Orientamos vidas, aconsejamos, señalamos el buen sendero, buscamos el triunfo de nuestros alumnos por la vía honrada del esfuerzo propio, les ayudamos y procuramos hacer placentera su vida escolar, prefiriendo ver el perpetuo arco iris de la sonrisa florecer en su semblante ante que marcarlo con rictus doloroso provocando su protesta y la rebelión en su espíritu.
Nuestra escuela es escuela de alegría y naturalidad. Nuestros alumnos son nuestros amigos. No sembramos el dolor y, por tanto, cosechamos amor. Respetamos el derecho a la felicidad que tiene la infancia.
Queremos que la escuela donde hoy oficiamos sea, en su esencia, siquiera un pálido reflejo de azul templo donde tú ejerciste tan gallardamente el gran sacerdocio.
Yo no pude hallarme junto a tu lecho en la hora suprema, yo no pude unir mis lágrimas a las lágrimas de amados dolientes, yo no pude llevar un ramo de flores junto a tu cuerpo presente; pero yo puedo hacerte una postrera promesa.
Maestra, mi alma que con la avidez de las raicillas de una planta mustia absorbía tus sabias enseñanzas; Maestra, mi espíritu que te veneraba y para el cual siempre fuiste un ser de excepcional devoción, te prometo conservar la rica herencia de tu ejemplo y laborar por otras almas con el esmero con que tú pusiste en la obra cuando modelabas mi alma. Maestra, yo te prometo ser digna de llamarme tu discípula.
Y del bien que haga, y del que ya haya hecho, una gran parte es tuya, porque cultivaste mi cerebro y mi corazón, porque me enseñaste cosas nobles y grandes.
Y ahora, Maestra, perdóname si por mí sufriste; y bendíceme si fui buena contigo.
El Camagüeyano, domingo 17 de junio de 1928, tomado de Alma Flor Ada: Dolores Salvador. Maestra de maestras. 2da edición. San Rafael, CA, Mariposa Transformative Education Service, 2017, pp.186-196.
Comentarios
El Camagüey
3 añosVeamos algunos datos de la vida de María Luisa Dolz, tal como aparecen reseñados en la web de la Universidad de La Habana: Nace en Marianao, La Habana, el 4 de octubre de 1854. Fue una destacada pedagóga y activista femenina de la época , además de ser la primera en obtener el título de Doctora en Ciencias, en las ramas Físico-Matemáticas en la Universidad de la Habana. Escritora, ensayista y docente Fue una de las primeras que incluyó la educación secundaria para mujeres en el Colegio Isabel la católica, el cual compró después del cese de la colonia y al cual puso su nombre y donde pudo poner en práctica toda su teoría pedagógica, este colegio permitiría acceder a la educación universitaria. En su centro dieron clases Enrique José Varona, Aguayo y otros destacados pedagogos y durante cuarenta y seis años realizó una destacada labor docente. Para ella la mujer es un ser con capacidades propias cuya función no se orienta al servicio del hombre, sino al servicio de la familia y la sociedad, en este sentido, su destino no es servir al hombre, sino desempeñarse en su doble papel: como formadora de las generaciones del futuro en su condición de madre y como trabajadora incorporada a todas las funciones sociales Estudiosa de las ideas pedagógicas más avanzadas de la época se propuso liberar la enseñanza, en su escuela, de las trabas que imponían las autoridades coloniales que la tenían encasilladas en los estrechos moldes escolásticos y memorísticos e introducir la observación y el razonamiento como instrumento eficaz de conocimiento. Luchó arduamente contra la abolición de los castigos corporales que se aplicaban por entonces a las alumnas y fue la primera maestra cubana que alcanzó menciones honoríficas en universidades y academias extranjeras. Para la Dolz, el camino del conocimiento pasa por la reflexión, la cordura y el buen juicio. Basa su criterio del conocimiento en la teoría evolucionista de Darwin, relacionándola con la enseñanza moral La notable pedagóga supo ver a tiempo que la mujer debía preparase convenientemente, para poder reclamar ante la sociedad los derechos de igualdad con el hombre, de ahí que según sus palabras, se dedicara a formar “mujeres de acción, sanas, robustas, y equilibradas”. Fallece el 27 de mayo de 1928
Alma Flor Ada
3 añosMuchisimas gracias, Maria Antonia, por reconocer a la gran educadora Maria Luisa Dolz, ofreciendo tanto las palabras de su discipula, Dolores Salvador, que tan bien siguio las ensenanzzas de su maestra, cuanto esta informacion adicional para que se pueda conocer mejor su figura.
Alma Flor Ada
3 añosMi larga vida de educadora que comenzo hace 67 anos, se ha nutrido desde sus inicios por la inspiracion de estas dos mujeres, Maria Luisa Dolz y su discipula, mi abuela Dolores Salvador de Lafuente. La influencia de Maria Luisa Dolz quedo reflejada tambien en mi madre y mis tres tias, Virginia, Mireya y Lolita Lafuente Salvador, que fueron maestras y formadoras de maestras. Cuan lejos puede llegar la influencia de una verdaderra maestra, profesion admirable que no siempre es suficientemente reconocida como merece.
María Antonia Borroto
3 añosMe ha complacido mucho la publicación de este texto, que nos permite constatar, una vez más, cómo se han tejido en Cuba los lazos entre personalidades prominentes, cómo las unas han influido en las otras, cuál ha sido su colaboración... Y como me gusta decir medio en serio, medio en broma: ya va siendo hora de sacar a Camagüey del tinajón. Sí, así mismo: a veces da la sensación de que esta región era extremadamente reacia a la influencia externa, encerrada en sí misma... Aunque algo de eso hubo, lo ya publicado en El Camagüey nos demuestra que no siempre fue así y que de mil maneras los camagüeyanos establecieron un riquísimo diálogo con lo foráneo.