Hadas de la primavera me parecieron estas señoritas bajo el boscaje de los árboles.
Casi inmediatamente saludé a la marquesa de Larrinaga que lucía sus encajes antiguos sobre un vestido muy moderno, con falda cortada en redondo que es el dernier cri de la moda. Una capota en paja verde contrastaba con el negror de sus cabellos.
Por cierto que nuestra elegante amiga nos dio detalles interesantísimos del ya famoso “baile de los nobles” que se organiza para el jueves.
Mucho debe obligarme la amistad para no ceder a la tentación de anticiparlos a aquellos que me leen… Pero no hay cuidado, mi señora doña Esperanza… Usted manda y yo obedezco.
Dando el brazo al marqués de la Real Proclamación, paseaba entre rosales y gardenias, la joven señora de Cámara: llevaba un traje azul pervinca, velado de crema con aplicaciones de valenciennes.
Y como alguna vez habrá de referirse la crónica social a la elegancia de los caballeros, diré que el Marqués iba irreprochable con de levita inglesa con pantalón gris ceniza que delataba la tijera de Lecaille, Le tailleur à la mode… Guantes color azufre, bombín y bastoncillo de caña de Indias completaban un ajuar que hubiera dado envidia al mismo Beau Brummel.
De seda China con bordados verdes era el modelo parisién seleccionado por Gloria Perdomo de Morales: correspondían a la sobriedad de su atavío, alhajas trabajadas sólo en oro, sin engastes de piedras ni de esmaltes.
Don Pedro Jover, secretario particular de S. A. Don Antonio, me presentó a la marquesa de Arco Hermoso, amiga muy dilecta de la Infanta y acompañante de ésta en el viaje.
Quejábase la dama muy donosa, de haberse confundido con los chubascos mañaneros, vistiéndose de lanilla escocesa, traje primaveral en Europa pero de pleno invierno en nuestra Isla.
A la sombra de un majestuoso laurel descubrí una encantadora pléyade de señoritas, a la que, como es natural, me acerqué presuroso…
En este instante hay que doblar la hoja de la revista, pero no la ha doblado quien la lee, sin duda alguna cansada de seguir aquella catarata de telas espumosas y de encajes…
Y quien lee es la mismísima Infanta Dña. Eulalia, rodeada de periódicos dispersos por el lecho donde reposa todavía, el gran lecho renacentista que el Capitán General hizo instalar en el aposento a ella destinado en el Palacio de la Plaza de Armas.
El buen caballero ya no ha sabido que más llevar a este aposento: columnas de mármol con estatuas, palanganeros de plata por docenas y hasta palmas arecas decoran la vasta estancia donde la Princesa —con cierta disimulada alarma palaciega— duerme sola.
Son las nueve de la mañana y el vivo sol del trópico pone en fuga a Morfeo, pese a los cortinajes que atenúan su fulgor tras persianas y cristales.
Pero la dama está contenta de haber restado al sueño algunas horas, difíciles de rescatar más tarde entre el programa del día y muy bien aprovechadas ahora, en enterarse por la prensa de sus últimos triunfos.
Eulalia de Borbón en 1905.
No quiere ella periódicos recortados ni mucho menos censurados: ha venido a saber, a enterarse y quiere estar segura de que los homenajes que se le rinden no son, como ya ha visto en otros lados, tontas comedias gubernamentales.
Sus órdenes respecto a este extremo han sido muy estrictas. No busca adulación, sino cariño, y verdaderamente cariño es lo único que necesita una Infanta de España.
Pero bien se ve que en esta tierra se lo ofrecen todos espontáneamente. El Capitán General no ha tenido en los preparativos más parte, que la fea decoración de su aposento.
Pero ella se lo perdona porque está contenta y porque la otra tarde a poco lo ve dar con su muy gordo cuerpo en tierra cuando bailaba el rigodón bajo el sol de las cuatro, en la Quinta de los Molinos…
Por cierto que fue una maravilla el Garden Party… Más maravilla aún que la función de gala en la ópera y la recepción oficial del primer día. Cada acto ha parecido superior al anterior.
¡Qué dirán en Madrid cuando se enteren del éxito sin precedentes que tuvo en la romería de los obreros! Le bastó llegar y sonreír para adueñarse en un instante de aquellos corazones que ocultaban seguramente como las almendras de su tierra, el fruto dulce tras la caparazón áspera y dura.
¡Si a ella la dejaran!... ¡Si ella pudiera ser en vez de Infanta, sólo un ministro de la Corona!...
¿Y la Gran Parada? ¡Qué cosa tan bonita!... ¡Y qué bien hacía en ella en su potro andaluz, con aquel traje color marrón que hacía más dorada su cabellera luminosa!
Únicamente las corridas de toros habían resultado una pamplina, pero de ellas la indemnizó aquella mujer del pueblo que le presentaba la hija recién nacida desde lejos, gritándole con esa especie de mimo familiar que tenían las gentes de estas tierras y que a ella se le iba un poco a la cabeza:
—¡Se va a llamar Eulalia como tú!...
Aquel tuteo delicioso, aquellos ojos negros que la seguían como estrellas amansadas… Sí, sí todo había sido perfecto, logrado, inolvidable: todo había sido…
De pronto un raro rictus une las rubias cejas de la Princesa sobre su borbónica nariz: algo ha leído que desentona con lo transcripto anteriormente, algo viene a enturbiar de modo inesperado, el gozoso regusto de sus triunfos.
La blanca mano deja caer el periódico sobre la alfombra y va a servir luego de apoyo a la cabeza pensativa, un poco en desorden por el despertar de dos sueños, revueltos con los rizos, las ideas…
Y éste es el momento que aprovechamos para asomarnos tras los cortinajes y leer el periódico que la ha turbado y que ha caído abierto sobre la alfombra. Y dice así el periódico:
Por expreso ruego de las mismas damas interesadas, se hace constar que la señora Amalia Simoni Vda. de Agramonte y su hija Herminia no han asistido, como erróneamente se publica en un colega de la mañana, al Garden Party celebrado en honor de SS. AA. RR. los Infantes Dña. Eulalia y D. Antonio de Orleans. Así nos lo manifiesta en visita a esta redacción, a nombre de ellas y en el suyo propio, a todos los efectos que procedan, el joven Enrique…
Amalia Simoni de Agramonte, esa viuda rebelde y altiva, como si sangre de Historia le corriese en las venas.
No podemos leer más. ¿Está la hoja rasgada? No lo sabemos, ni sabemos que piensa ahora la real señora ante esta muestra de desagrado, de impertinente alarde de abstinencia…
Seguramente busca en su memoria el nombre de esa viuda rebelde y altiva como si sangre de Historia le corriese en las venas; esa viuda que recaba dándose aires de trofeo su trofeo, su ausencia en el Garden Party.
Agramonte le suena y no precisamente a aria de ópera italiana… Y ése que sale como un Don Quijote criollo en defensa de viudas y de huérfanas, desfacedor de entuertos imaginarios, ¿quién será que el diario le obedece y publica sus comentarios pero sin disimulos, su arrogante actitud?
“A todos los efectos que procedan”… ¿Habrase visto qué jactancia? ¿Cuáles son los efectos que proceden? Muy bonito para preguntárselo a Cánovas. Seguro que es un jovencito que nunca va a tener otra manera de salir en letra de molde; pero los periódicos no debieran prestarse a semejantes chiquilladas.
Bueno, ella dijo que no quería censura. La joven embajadora de María Cristina suspira, se levanta, va a la ventana abierta al mar de la bahía, sembrado de chimeneas y de mástiles…
La riqueza de la Isla es pregonada por la riqueza de su puerto, por el largo desfile de banderas que en navíos procedentes de múltiples naciones, ve pasar todos los días desde aquel mirador improvisado.
—¡Esta noche es el baile de los Fernandina! —recuerda ella de súbito y corre hacia el armario a ver qué hicieron las planchadoras de su gran traje de corte.
Y ya no piensa más en el desagradable episodio, ni en aquel joven impetuoso que con palabras secas y cortantes oscureció su límpida mañana.
Mas, yo pienso a menudo en este joven y hasta lo veo diariamente, porque da la casualidad de que andando el tiempo y ya él casado con la mujer más linda de La Habana, habrían ambos de traer al mundo a ésta que escribe a veces y otras ayuda en lo que se presente… Dulce María, para servir a Dios y a ustedes.
Habana, sábado 12 de febrero de 1955
Quinta de los Molinos, 1898.
Publicado originalmente en El País, tomado de Crónicas de ayer. Editorial Letras Cubanas, La Habana, 2017, pp.124-129.
Comentarios
María Antonia Borroto
4 años"Crónicas de ayer", de Dulce María Loynaz, es un libro sorprendente, que a ratos parece un libro de recortes... Sí, a partir de recortes de la prensa de finales del siglo XIX ella entretejió estas crónicas que nos dan el sabor de la época. A la visita de la Infanta Eulalia están dedicados varios textos. En uno de ellos, "La gran toilette de la Infanta" (pp.112 y ss.), pueden leerse otros detalles: "A principios del año 1893 se anunció en La Habana la llegada de la Infanta Eulalia, tía del Rey niño en cuyas manos la Isla se agitaba como un hermoso pájaro ya próximo a emprender el vuelo. "La infanta era joven y rubia: era también —nota curiosa— inteligente y llena por sí misma de una muy viva personalidad. "Sin duda la adornaba ese gran don de simpatía que ha caracterizado a algunos de los Borbones españoles según vox populi que yo sólo repito, porque únicamente en los libros de Historia los he tratado… Pero éso sí, bastante en esos libros. Enviaba España a su infanta en momentos difíciles, en ruta erizada de escollos que sólo una mujer encantadora, con gracia y sumo tacto podía sortear. "Diremos en su honor que si bien ella no evitó ni podía evitar el curso histórico de los acontecimientos, no debe negarse que se captó durante el breve tiempo que estuvo entre nosotros, las simpatías populares, aún a sabiendas de que prodigadas a su real persona, las tomaría para sí la casa reinante de donde procedía. "No sé qué hubiera sucedido si en vez de enviar la Infanta con pretexto de una exposición norteamericana, ésto es, en trance de visitante de paso —en visita de buena voluntad, como diríamos ahora—, la hubiesen remitido con toda la documentación requerida para el cargo de Capitán General. "Pero no estaban los tiempos tan adelantados, ya que no puede acusarse a España de ser país remiso a reconocer talentos femeninos: su máxima reverencia se la tiene en los asuntos del alma a Santa Teresa de Jesús y en los de la tierra a Isabel de Castilla, dos mujeres pertenecientes a una época en que sus hermanas de todos los países del mundo —salvo excepciones como la homónima de la Católica— estaban encadenadas a una rueca."
María Antonia Borroto
4 añosEn otro momento Dulce María Loynaz refiere una anécdota muy simpática, relacionada con el vestuario usado por la Infanta: "Pero la toilette más sensacional de la Infanta Eulalia se guardó el cronista en el tintero. Sus razones tendría, desde luego. "Razones que ya no valen más que por su gracia, y yo traigo por tanto hasta el papel. "No yo: la propia infanta antes lo hizo en ese libro pleno de interés humano que son sus Memorias. "De allí tomo para ustedes el delicioso episodio a que dicha toilette dio lugar, por si no lo han leído o no lo recuerdan y sobre todo porque hablando de sus hermosos atavíos, no puede silenciarse aquel que fue en verdad el más hermoso de todos. "Cuenta la augusta señora —veintisiete años, talle de avispa, cabellos de oro puro— que al llegar a La Habana hacía mucho calor, motivo por el cual decidió, a última hora, cambiar el ajuar preparado para ese día. "¿Y cómo creen ustedes que lo cambió? Pues vistiéndose de un traje de nansouk azul cielo con entredoses y puntillas blancas, y prendiéndose del moño, con cuarenta alfileres de sombreros una preciosa pamela rebosante de rosas rojas. "Cuando el Gobernador rodeado de las Autoridades en la cubierta del buque, con la banda de música a su espalda la vio venir a su encuentro, palideció de espanto y no acertó a hacer la genuflexión acostumbrada. —Mucho calor, ¿verdad, amigo mío? —decía ella abanicándose y viendo al buen hombre sudar la gota gorda. —Mucho, mucho, señora… Demasiado… "Al fin alguien se atrevió a decir a la infanta que inadvertidamente habíase vestido con los tres colores de la bandera insurrecta. Imposible desembarcar con tal tocado en la ciudad. ¿Imposible? Imposible era quitarse los cuarenta alfileres de sombrero que atravesaban el egregio moño. Imposible improvisar nuevos atuendos o asarse en terciopelos de Lyon. Nada, nada, pelillos a la mar. Así se había vestido y así desembarcaba, que por eso no se iba a hundir la bóveda celeste. "Y así desembarcó la Infanta de España, y el pueblo, mudo hasta ese instante, al darse cuenta de que traía en la sonrisa, el reflejo de la enseña amada, prorrumpió en gritos de entusiasmo, se arremolinó, la rodeó, la fue siguiendo como una ola cálida y tremante. "La princesa seguía sonriendo, pero las lágrimas de muchas y encontradas emociones arrasaban sus ojos azules como el cielo tropical, como aquel, su vestido memorable. "Quede para otro día la reseña de los muchos homenajes rendidos después a su persona. Pero ninguno tan hermoso como el de esa mañana luminosa, ninguno tan certero al corazón en todo su agridulce, punzante sentimiento." (Habana, 29 de enero de 1955) (Crónicas de ayer, pp.116-117)
María Antonia Borroto
4 añosDulce María también cuenta otro incidente muy significativo en la crónica "Solo de caballeros" (pp.130-136): De Antonio de Orleans, nos dice la cronista, “no sale bien parado del libro de memorias de su esposa”, pues “cuando los reales consortes visitaron la Isla, la armonía entre ambos no era nada real, y creo que ni siquiera ya fingida”: “Franca e impetuosa la Princesa, indolente él”, así que “el matrimonio se iba a pique”. Y nos cuenta una de las fugas del príncipe... “No fuga amorosa como ya estarán imaginando los malpensados —lo cual sería muy vulgar— sino otra más simple y por lo tanto más sugerente a nuestro juicio…" El príncipe, "ahíto de discursos y besalamanos a los que va como una sombra de su mujer", decidió ir a un lugar que estuviera a ella vedado "sino como Infanta, como dama…" "Claro que lugares con sólo esa condición, había muchos, pero él no lo quería así —continúa Loynaz—. Él era también un príncipe de la sangre, y aspiraba a presentarse como tal en sitio honorable, aunque no fuera tan brillante… Pero eso sí, a presentarse solo." Él, "propicio al intercambio de impresiones, al juego de palabras, al chiste fino" decidió ir, por lo tanto, a la Sala de Armas del Club Gimnástico, ubicada en Prado. Lo significativo es, tanto para la Loynaz como para mí, que allí "está la flor y nata de la Acera del Louvre, esa brillante juventud hecha a todos los mimos de la vida, que sin embargo, por designio propio se lanzaría pronto a la contienda, sería devorada en poco tiempo por la manigua y la ciénaga de Zapata… Pero ahora, puestos ya en la ocasión, eran todos corteses y correctos con aquel no anunciado visitante que lo era también muy afablemente. "Hubo un instante, sin embargo, en que la cortesía estuvo a punto de quebrarse: fue cuando el maestro Granados (D. Aurelio P. Granados) un poco aturdido, hizo traer y descorchar varias botellas de champán… Fue entonces que los concurrentes se miraron unos a otros con súbita inquietud. "Traer champán era obligarlos al brindis… ¿Y por quién o por qué, se iba a brindar en presencia de un príncipe español? —Pues yo no brindo por el Rey —ha dicho entre dientes un jovencito barbilampiño, y otro se dispone a escapar de la bandeja murmurando que el médico le ha prohibido el alcohol últimamente… Pero el Infante no da tiempo a nada: sereno, elegante, siempre sonriendo, alza la copa y hace el brindis más inesperado: —Por mi esposa… "Apenas unos segundos de estupor, y todas las copas se alzan ya, casi al unísono: el brindis fue por una dama, y ningún caballero hubiera dejado de corresponder. "Seguro ya del triunfo, añade el brindador: —Y también por vuestras esposas o por las que van a serlo… "Un grato efluvio femenino trasciende, humaniza el ambiente, un arpegio de arpa ha resonado en aquel solo de caballeros… "El hielo se derrite; todos se alegran ya sin cortapisas, todos echan atrás los resquemores. Sin sable ni florete, el Príncipe ha ganado el mejor asalto de la mañana."
María Antonia Borroto
4 añosCuba era, efectivamente, un hermoso pájaro a punto de emprender el vuelo... Los Infantes lo sabían. He aquí lo que de su visita contaría la propia Eulalia muchos años después: "Ciudad rica, espléndida, galante, hecha al derroche, a la suntuosidad y al lujo, a las elegancias europeas y al señorío criollo. La Habana nos hizo un recibimiento cálido, afectuoso y simpático, sin severidad formularia y a cambio lleno de emoción, como son los cubanos… "Había oído siempre ponderar la belleza de las cubanas, su señorío, su elegancia y sobre todo su dulzura; pero la realidad superó en mucho a lo que había imaginado. En la capital de Cuba dejé amigas cuyo recuerdo me ha acompañado toda la vida… "Pero la revolución latía en la entraña cubana, siempre he de reconocer que en mis siete días de estancia, cruzando entre los que poco después se lanzarían al campo de batalla, sólo escuché palabras de respeto, de simpatía y de homenaje. Debo decir que hombres de exquisito trato, no me engañaron cuando los traté de escudriñar. Detrás de las atenciones, de la gentileza y de la afabilidad características del habanero, se descubría su pensamiento político, distanciado totalmente de la Corona. "Yo sin embargo, bien porque ello fuese una verdad que ya espera o bien por un engaño de la edad, puedo decir que fui feliz en Cuba… (Crónicas de ayer, p.148)
María Antonia Borroto
4 añosNara Araujo recrea la visita de la infanta Eulalia y su esposo en su novela "Navío en puerto", una lectura sin dudas también muy agradable. Y de ese penoso incidente que involucra a Amalia Simoni no digo más: muy pronto tendremos aquí otros textos relacionados con el asunto.
Roberto Méndez
4 añosUn texto interesantísimo. Yo cuento lo del incidente de Amalia en la biografía que escribí de la patriota. Es una lástima que las circunstancias alejaran a la Infanta de la principeña, ambas eran dos mujeres excepcionales que hubieran podido entenderse muy bien en otro ambiente.
María Antonia Borroto
4 años@Roberto Méndez Al pie de la carta de Amalia, publicada en el periódico Patria, en la que ella misma aclara el incidente, coloqué fragmentos de tu excelente biografía de Amalia, así los lectores podrán tener otras referencias sobre el asunto. (https://bit.ly/3uwJBG3)
Elinor Pérez
4 añosDespués de leer esa crónica social me parece que no es especulación decir que muchas crónicas firmadas por Álvarez de Cañas, el gran amor de la Loynaz, salieron de la pluma de esta gran mujer.
María Antonia Borroto
4 años@Elinor Perez Algo de eso hay... Ella cuenta en "Fe de vida" que en algún momento quiso ayudar a su esposo y, sin embargo, la cosa no le salió del todo bien: algunas lectoras se quejaron, y llegaron a decirle a él que "les gustaba más como escribía antes". Dice Dulce María (con un sentido del humor que, me parece, no hemos justipreciado) que ése fue su único fracaso literario. Ella también cuenta que quiso introducir cambios en el estilo de la redacción y sustituir los extranjerismos. ¿Por qué decir "imprimée" (de una tela) si en Español tenemos el término "estampado"? Aunque la cito de memoria, estoy casi segura de que es uno de los ejemplos que menciona. Y los otros son soirée, five o'clock, week-end... La crónica social fue volviéndose muy rígida con el andar de los años, es la pura verdad.
Alma Flor Ada
4 años@Elinor Perez No seria de extranar, pues ha sido parte de la historia no solo de la literatura sino de otras artes, que los maridos se beneficiaran de la creatividad de las esposas, sin darles el debido reconocimiento.
Y. J. Hall
4 años¿Quién escribió la primera parte? Yo pensaba que era Dulce María hasta que choqué con "presuroso".
María Antonia Borroto
4 años@Y. J. Hall "Crónicas de ayer" es un libro muy curioso, pues reúne las crónicas, también muy curiosas, escritas por ella en la década del 50. Por cierto, de esa faceta suya, la de cronista, apenas se ha hablado. ¿Qué son las Crónicas de ayer? A partir de textos de la prensa habanera del XIX ella fue tejiendo los suyas, refiriendo otros detalles, el cambio en las costumbres, sus propios recuerdos... Todas contienen una parte tomada, literalmente, de esos añejos periódicos, guardados y recortados tal vez por las propias protagonistas. Te puedo asegurar que es un libro fascinante, y que aporta, como sin querer, información valiosísima. (Digamos de soslayo que la publicación de "Ellas no fueron..." supuso un desafío para El Camagüey: debía quedar claro que el texto constaba de dos partes, y que una de ellas no es de la propia autora.) Ella no aclara quién fue al autor (en otros momentos sí lo menciona, casi siempre Enrique Fontanills). Bien pudo serlo de ese texto. Se dice que Fontanills fue quien configuró el estilo que andando el tiempo tendría la crónica social. En esa época, 1893, ya éste tenía cierto renombre, aunque su estilo aún no era el típico de la crónica social en el XX, sobre todo en lo que de él he podido ver en El Fígaro. Varios periodistas ejercían como cronistas sociales, desde Aniceto Valdivia, hasta Raoul Cay, Enrique Hernández Miyares y un "Fleur de chic" cuyo nombre real no he podido precisar. Casal lo hizo para El País entre 1889 y 1890. Las páginas de Casal son interesantísimas, por cierto. Y lo más curioso es que sustituyó en esa labor nada más y nada menos que a José Fornaris. No he podido dar con las crónicas de Fornaris para compararlas y apreciar lo específicamente casaliano en ellas, ni tampoco con las de Aniceto Valdivia, quien al parecer lo sustituyó. No descartemos que ésta citada por Dulce María sea de Valdivia. También me encantaría saber en qué periódico apareció la nota de Enrique Loynaz mencionada por Dulce María. Más adelante veremos, aquí en El Camagüey, que él corrió a las redacciones habaneras para aclarar el asunto. Me imagino que esa nota bien pudo ser publicada en El País (órgano del Autonomismo, aunque, como dijera Sanguily, con los arreos del independentismo) o en La Discusión.
Alma Flor Ada
4 añosSiempre muy enriquecedores tus comentarios, Maria Antonia. Invalorables para quienes hemos vivido con Cuba en el corazon, pero sin la posibilidad de estudiar y conocer intimamente tanto de nuestra historia y experiencias culturales.
María Antonia Borroto
4 añosHe seguido registrando, ahora en El Fígaro. Resulta que en la edición de este periódico del 14 de mayo de 1893, Raoul Cay describe el itinerario seguido por los Infantes en la sección llamada "Crónica", y dedicada a la crónica social. Allí me entero que María Eulalia era conocida como la “infanta simpática”, y al mismo tiempo lamento que, por los rangos que ya iban siendo habituales en la crónica social, Cay dejara fuera lo que tal vez a nosotros nos hubiera interesado más: “Esta crónica semanal no puede descender al detalle, ni le interesa; lo que a ella importa es tomar el pulso a la sociedad y al pueblo de La Habana y consignar aquí la impresión que entre nosotros dejan los ilustres visitantes. Por ello no entraremos en pormenores del decorado de la ciudad, del hermoso arco triunfal de la plaza de Monserrate, del de la capitanía del puerto, ni de las iluminaciones. Al lápiz de Barrio o de Henares corresponde tratar esos asuntos. "Tampoco nos ocuparemos del simulacro de incendio en que ambos cuerpos de bomberos se portaron admirablemente". Y un poco más adelante me topo con este parrafito que no tiene desperdicio: "La función regia en Tacón fue soberbia, si se exceptúa la parte encomendada a los artistas. El Sr. Corujedo merece un aplauso por el tacto que ha tenido al hacer las invitaciones." Al parecer, a gente fue al teatro sin interés alguno en la función. Vean lo que dice el serio y circunspecto Raoul Cay: "Después del primer acto abandonaron SS.AA. el teatro. Obligólos a ellos (sic) el sofocante calor, y entonces, poco a poco, se fue retirando la distinguida concurrencia, y al terminar el segundo acto, el teatro estaba vacío." Y hace otras afirmaciones que bien merecen un buen debate: "Doña Eulalia es hoy por hoy dueña y señora del corazón de este pueblo; su bondad, su distinción, su gracia aristocrática y exquisita, le han conquistado todos los sufragios, y en esta democrática tierra americana nos sentimos todos, desde que está ella entre nosotros, monárquicos hasta la médula, y no son pocos los que sueñan ya con un trono americano y sobre él la “princesa simpática”, esa Alteza Real que besa a los chicos conversa con el pueblo." Para Cay, el cubano era, respecto a María Eulalia de Borbón, "más que de súbditos, (un) pueblo de devotos". (El Fígaro, Año IX, Num. 16, La Habana, 14 de mayo de 1892, p.199.) En las páginas anteriores de ese número de El Fígaro aparecen varios dibujos de Henares que recrean, efectivamente, la visita a la fábrica de tabaco La Corona, el momento en que los infantes presenciaron el desfile militar y el simulacro de incendio en el Centro de Dependientes, todo ello sazonado por varios emblemas monárquicos. Más no nos engañemos: es el mismo Fígaro de siempre. En las ediciones de esos meses Manuel de la Cruz ha estado argumentado su defensa frente a las críticas realizadas por Sanguily a sus Cromitos cubanos. Y polemiza César de Madrid también con Sanguily. Y ya se sabe que muchas de esas discusiones no eran únicamente estilísticas: en momentos tan convulsos las elecciones artísticas siempre encubren (o amplifican) otro tipo de debate. Y tan presente estuvo la visita de los Infantes que el número también incluye una caricatura de Del Barrio: un niño le pregunta al padre si no puede estudiar para Infante. A lo que éste responde: ¡Claro!
María Antonia Borroto
4 añosEn la crónica aparecida en el número siguiente de El Fígaro, cambia por completo el estilo de Raoul Cay: ya los infantes andan por el mar y él cuenta, por ejemplo: "Los infantes se marcharon y las fiestas bulliciosas han pasado; pero al cronista le queda todavía el rabo por desollar. Los infantes dejan tras si un mundo de anécdotas que el cronista tiene que recoger para que pueda en su día aprovecharlas el historiador. "¡Cuidado que no han sido pocas las personas que han hablado con SS.AA.RR.! Y de la clase popular sobre todo. "La infanta ha demostrado que tiene marcada predilección por las artes. Ha visitado las fotografías de Cohner y Suárez, y en ambas ha departido amigablemente con los artistas. Gómez Carrera, esa máquina de fotografiar ambulante, fue objeto de su atención cuando la retrató en el Garden Party, y al salir para la revista militar. El propietario de la Cámara obscura, también fue notado por por S.A entre la muchedumbre. Nadie había dicho a S.A. que aquel joven fuese un artista, pero parece que lo conoció por el olor." También asegura que la Infanta "deja fama de demócrata": "Un distinguido criado de manos, perteneciente a la honrada clase de color, que prestó sus valiosos servicios en palacio durante la permanencia de la infanta, me ha contado con lágrimas en los ojos, que por tres veces en un mismo día S.A. le dirigió la palabra: una vez le pidió una silla, otra le mandó quitar la silla y la tercera le mandó a quitarse él del camino. "Todavía no se confiesa todo, porque la cosa está fresca; pero dentro de algunas semanas ya muchos modestos (en cursivas en el original), confesarán que han sido objeto de toda clase de finezas y señaladas muestras de afecto y distinción, por parte de Doña Eulalia y D. Antonio. Y aparecen otros chismecitos: "Ahora resulta que las relaciones entre el Sr. Rodríguez Arias y Doña Eulalia, no eran muy cordiales que digamos. Éste es un secreto que me ha sido revelado por un individuo perteneciente a la baja servidumbre de palacio. "Si no hubiese sido por el general Arias, la infanta hubiese dejado a Cuba, completamente satisfecha, pero S.E. la privó de uno de sus deseos: no la dejó probar las ricas frutas cubanas! S.A. tenía vivos deseos de saborear la fresca piña, el delicado zapote, el dulce mango y el clásico aguacate; pero S.E lo prohibió llamando en su auxilio el fantasma amarillo de la enfermedad endémica y S.A. se ha quedado, por ahora, sin saber lo que es comer con aguacate. "Hay quien dice, ¡malévolos! que el Sr. Arias tenía prisa por verlos Morro afuera, temeroso de que el entusiasmo creciese y el pueblo hiciese una de pópulo bárbaro, proclamando la monarquía de Doña Eulalia, y dándole el pasaporte a S.E. Por eso dicen que no permitió a S.A. probar las frutas, temeroso de que luego Doña Eulalia no pudiese comer sin aguacate, y sentase sus reales entre nosotros! "Yo no me ocupé —y lo siento— en mi pasada crónica, del lindo regalo que hizo La Especial a S.A., consistente en un precioso abanico con artístico paisaje de Batista —obra primorosa— y una caja de madera de país, admirablemente trabajada. Ambos objetos hablan muy alto del buen gusto de esta tierra y del gusto del Sr. Carranza." Y antes de pasar a las cuestiones domésticas, despide de esta suerte el tema: "Ahora dejemos en paz a SS. AA., defiéndanse como puedan de los yankees y de sus ¡22 bailes! y ocupémonos un poquito de casa." Y aunque se aparte un poquito del tema, permítanme incluir otro parrafito que nos da el sabor de la época, los hábitos de los cubanos de entonces y el protagonismo de los Estados Unidos en nuestro día a día (incluso como destino para los viajes): "¿De temporadas? ¡Pues este año las temporadas correrán un temporal! Chicago, acabará con ellas. Todos los pudientes y muchos de los no pudientes, pasarán el verano a orillas del “Michigán” (sic) y aquí sólo quedaremos repartidos entre Marianao y Cojímar, la flor y nata de los arrancados. ¡Pues ya verán VV. como nos divertiremos más que los que se vayan! Esto sin contar con que yo no creo mucho en esa exposición yanquee. ¿Pero están Vds. seguros de que existe la tal exposición? ¿No se tratará de un museo a Barmun? ¡Ya Pichardo lo verá y nos lo dirá. Porque Pichardo se va a orillas del Michigán a pasear, a comer roast-beefts (sic), a beber laguer, a escribir correspondencias y a enamorar por todo lo alto." (Año IX, Num.17, Habana 21 de mayo de 1893, p.211.) Una última cosita: ese Pichardo al que se refiere es Manuel Serafín Pichardo, director de El Fígaro, y quien al parecer fue como reportero a la susodicha Esposición. Por allá también anduvo, por cierto, y también como corresponsal, nuestra Aurelia Castillo. By the way (para imitar a los cronistas de entonces), volviendo a la pregunta de Y.J.Hall, con este hallazgo descarto que la crónica utilizada por Dulce María Loynaz haya sido de El Fígaro y que su autor sea Raoul Cay.
Investors World capital
2 mesesBuenos días, estoy leyendo este interesante documento de estas celebridades, pero necesito de ayuda para poder recoger algún dato, documento donde salga los marqueses de Larrinaga, llevo meses y solo encuentro que mencionan a la Marquesa de Larrinaga, ESPERANZA, o Esperanza Navarrete, pero en ningún sitio dice que ella está casada con...... El nombre del marqués de Larrinaga porque ella heredó ese honor a su marido, pero no hay forma de encontrar esto, pueden ayudarme? Gracias
María Antonia Borroto
2 meses@Investors World capital: Lo intentaremos. Saludos.
Investors World capital
2 mesesSe llamaba Maria Esperanza Valdés- Navarrete y Rodríguez, casada con José Ignacio González Larrinaga, los marqueses de Larrinaga. Gracias