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Días de espanto y duelo han pesado sobre La Habana. La horrenda catástrofe del 17 de mayo quedará registrada en sus anales entre sus fechas luctuosas. Nadie puede negar su tributo de conmiseración a las víctimas, ni dejar de penetrarse, ante sus tumbas, de toda la austeridad, de toda la grandeza del sentimiento del deber.

Pero una vez pagado su tributo a estos nobles afecto (sic), justo y conveniente es que volvamos la consideración hacia la causa de esta dolorosa hecatombe, no para prorrumpir en estériles imprecaciones, sino para pensar lo que nos demandan de consuno la previsión y la humanidad, virtudes que parecen haberse alejado de nosotros.

Vivimos indiferentes rodeados de peligros, y lo que es más triste: de esos peligros que en todas partes se combaten o se alejan, atendiendo a lo que enseña la ciencia u obedeciendo a lo que prescribe la ley. De nada sirve llorar sobre los muertos; de muy poco honrar pomposamente su memoria. Lo que importa es precavernos, en bien de los vivos, de los males que han costado tantas muertes. Aprendamos en lo que murieron por servir a la comunidad a cumplir nuestros deberes cívicos. A veces los más modestos son los más importantes. Así nos lo enseña con terrible elocuencia la espantosa catástrofe que ha enlutado nuestra ciudad.


Publicado en la
Revista Cubana, t.XI, La Habana, mayo de 1890. Tomado de Artículos. Compilación y prólogo de Aureliano Sánchez Arango. (“Grandes periodistas cubanos”, 10) La Habana. Publicaciones del Ministerio de Educación. Dirección de Cultura. 1951, pp.73-74.

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Comentarios
María Antonia Borroto
2 años

Varona publicó este texto a raíz del siniestro de la ferretería Isasi, que conmocionó a La Habana el 17 de mayo de 1890. A propósito de la cobertura del hecho en la prensa de la época preparé un estudio que ha visto la luz recientemente en la revista La Siempreviva. Precisamente en esas páginas di a conocer una crónica de Julián del Casal aparecida en uno de los suplementos de La Discusión, publicados para seguir paso a paso el hecho, y no incluida en la compilación de sus Prosas (1963) ni en otro volumen, hasta dónde sé, que contenga la obra en prosa de Casal. El texto en cuestión es el siguiente y apareció el 19 de mayo: Después de la catástrofe Desde el último día de la creación el mundo ha sido gobernado por una potencia ciega, diabólica, implacable y cruel: la fatalidad. Nada resiste a su poder. Bajo la forma invisible de su tiranía, la raza humana sufre, gime, llora, blasfema y muere, sin haber logrado conmoverla jamás. Enemiga formidable de la humanidad, toma diversas formas para engañarla, torturarla y sacrificarla a sus caprichos. Hoy se presenta oculta en un incendio, mañana en una epidemia, pasado en una guerra. Así va, con la frente levantada y con sonrisa en los labios, por el mundo entero, satisfecha de su omnipotencia y embriagada con sus triunfos. ¡Cómo se revela su crueldad en la elección de sus víctimas! Siempre troncha la flor más fragante, oscurece el astro más luminoso, abate el árbol más elevado, seca la fuente más pura y mata al ser más útil, más querido, más inocente, más feliz. *** Durante la noche pasada, se ha presentado de improviso entre nosotros, bajo la forma de un incendio, sembrando por todas partes el luto, el horror y la desolación. ¡Cuántos estragos ha causado! ¡Cuántas lágrimas ha hecho verter! ¡Cuántas tumbas se han abierto al sentirla pasar! Apenas comenzó el fuego, la alarma se difundió, con carácter alarmante y con rapidez elétrica (sic.), por diversos puntos, siendo confirmada instantáneamente por siniestra, inesperada y atronadora explosión. Al oírla resonar, numerosas personas corrieron al lugar de la catástrofe, unas impulsadas, por el deber y otras por fuerzas secretas, desconocidas e irresistibles. Todas han perecido, sin que sepamos todavía el número exacto de ellas. Las victimas pueden dividirse en dos grupos: el de las voluntarias y el de las involuntarias. Entre las primeras, se encuentran numerosos miembros del Cuerpo de Bomberos, quienes se arrojaron a las llamas, con épico heroísmo y con inconcebible desinterés, para salvar vidas, muebles y valores. Antes de lanzarse al fuego, han debido tener la convicción —no el temor, porque el temor no cabe en tan sublimes almas,— de su fin próximo, anhelado y cierto. No debemos compadecerlos, sino admirarlos, glorificarlos e imitarlos. Los mártires no reclaman nuestra compasión. Morir por un ideal es alcanzar la única, la suprema, la verdadera felicidad. Entre las segundas, figuran algunas figuras que asistieron a la catástrofe, no por curiosidad malsana, sino arrastradas por instintos ocultos, fatales e irresistibles. Hay gentes como las de este grupo, que se sienten atraídas, llamadas y fascinadas por todo género de peligros. Donde quiera que lo sientan, bajo cualquier forma que traiga y a cualquier hora que llegue, acuden presurosas a arrostrarlo, sin darse cuenta de lo que hacen, sin mirar el camino que atraviesan y sin temor a los resultados. Estos si son dignos de compasión. Y más que ellos, los padres, los hermanos, los hijos, los que dejan detrás. *** Apagado el incendio, la ciudad presenta un aspecto lúgubre, imponente y desconsolador. El espanto es general. Tal parece que estamos oyendo incesantemente el ruido sordo de dos alas negras, siniestras e inmensas que se agitan sobre nuestras cabezas. Bajo las gotas de lluvia, las calles están tristes, lodosas y solitarias. No se ven más que cortinas negras, carretones atestados de escombros, ataúdes de diversos tamaños y carros fúnebres. Hasta los carruajes andan más despacio, como si temieran perturbar el reposo de los desaparecidos. Nadie habla más que de la catástrofe. Se respira una atmosfera de humo, sangre y vapores medicinales. Hay transeúntes que parece que llevaran siempre un sollozo comprimido en la garganta. Todo invita a gemir, a llorar. ¡Felices los que pueden llorar! *** Unidos por el fuerte lazo del dolor, cavemos las fosas de los muertos, sepultemos sus despojos y arrojemos flores sobre ellos. Nunca olvidemos el camino que conduzca al sitio en que han de reposar. Transmitamos su memoria, por medio de artístico momento, como se ha pensado a las generaciones futuras. Y, al volver del cementerio, jadeantes de fatiga, humedecidos los ojos y enlutado el corazón, no nos entreguemos confiados al reposo, si no preparémonos a recibir otro golpe de la Fatalidad, más fuerte aun, preguntándonos a cada día, a cada hora, y a cada minuto: después del incendio ¿qué nueva catástrofe vendrá? Hernani (Julián del Casal) (Suplemento a La Discusión, 19 de mayo de 1890)

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Fernando Ibarra
2 años

@María Antonia Borroto Hermosa crónica, destaca por su dramatismo y sencillez... "después del incendio ¿qué nueva catástrofe vendrá?"... esta frase, pudo haberse escrito hoy.

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María Antonia Borroto
2 años

@Fernando Ibarra Desgraciadamente es así. Éste ha sido nuestro modestísimo homenaje a las víctimas del terrible incendio en la base de contenedores de Matanzas.

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María Antonia Borroto
2 años

En el propio texto aparecido en la revista La Siempreviva, incluí otros fragmentos tomados de la prensa habanera y referidos al siniestro: "Carbonizado", de Manuel Sanguily (El Fígaro) Entre los que amortajados para la última ceremonia había un cadáver carbonizado; tendido allí parecía el tronco deforme de un árbol, negro irregular, inhumano: despojo indiscernible de la catástrofe, ni tenía forma, ni tenía ya nombre; nadie le reconocía… Embutido en su ataúd, recorrió su última jornada entre la multitud curiosa e indiferente, en la marcha solemne del entierro, y fue depositado en el nicho subterráneo que ignora el misterio de su vida y de su muerte… Infeliz! al toque de alarma, corrió de los primeros, sonriente, afanoso, alegre, sin interés ninguno; llegó a la puerta ardiente, empuñó su luctuosa hacha de bombero y en frente de la llama retorcida que se empinaba y se partía en cien lenguas de dragón, como un árbol fantástico de resplandores y de estrellas, penetró resueltamente en aquel establecimiento de ferretería, semejante a una inmensa bomba cargada de proyectiles de caprichosas formas y dimensiones aterradoras… A los pocos pasos tembló bajo de él la tierra, oyó un gruñido gigantesco, la granada había estallado, las tenazas, los clavos, los barriles, las cadenas, un mar de hierro cayó sobre él escupiéndole encima torrentes de metales y cuando destrozado y sin vida, informe y adulterado, más bien un pedazo de carne que un hombre, caía contra el piso erizado de escombros, una llamarada rastrera se deslizó hasta él, envolviéndose rápidamente en mil espirales de oro relampagueante, y luego dividida en esparcidas y temblorosas solfataras , fue apagándose grado a grado, dejando ver en su postrer iluminación la negra pavesa de aquel hombre! Los demás ¡ay! numerosos compañeros dejan tras sí su nombre compadecido en la ciudad; el dolor y las lágrimas en su casa. Él no deja nada, ni lágrimas, ni recuerdo, ni dolor, ni nombradía. Su gloria fue su obscuridad; su apoteosis fue su olvido. Ah! De todos los desventurados eres el bendecido de mi corazón… eres… el hombre! más tarde o más temprano todos desaparecen tan absolutamente como si nunca hubieran vivido tan absoluta e irreparablemente como pasaste tú: la gloria más excelsa es flor del momento; un poco más, y la gloria se va con la memoria y con la vida! Adiós, amigo desconocido: en el enigma de tu destino lo fuiste todo, porque fuiste, —corriendo en pos del bien y pereciendo a su luz, que a menudo es fatídico desastre, — el símbolo de la humanidad víctima de sus quimeras generosas, despojo infeliz de la fatalidad! Manuel Sanguily

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Fernando Ibarra
2 años

@María Antonia Borroto No había leído a Manuel Sanguily, periodista, excelente crónica también, muy emotiva y sencilla. Gracias por publicar, estos artículos tienen una importancia fundamental, para la memoria histórica de nuestro país.

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María Antonia Borroto
2 años

@Fernando Ibarra De Manuel Sanguily ya publicamos en El Camagüey la despedida del duelo de Salvador Cisneros Betancourt, El Marqués.

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María Antonia Borroto
2 años

Hasta la crónica social de El Fígaro cambia su tono habitual el 25 de mayo, número en que la asume Raoul Cay: "Hoy la crónica viste de luto y corta la brillante de serie de notas mundanas, como una triste y sombría. "Una semana ha pasado ya, es que la horrible noche del 17, fecha que quedará escrita en la historia de nuestros grandes infortunios con caracteres de sangre, y la Habana (sic.) continúa bajo la influencia del dolor. Aún flotan al aire negros crespones de duelo y se oye el eco funeral de las campanas. "Pero dominando el horror y el llanto, surgía un sentimiento de admiración hacia los bomberos, soldados de la humanidad, que al perder la vida entre los revueltos escombros, arrancaron de la muerte la corona de laurel y oro de los héroes y la santa palma de los mártires. La columna de fuego y humo que subió hacia la obscura bóveda del cielo, como gigantesca cortina mortuoria, fue el anuncio a la ciudad entera, de la muerte de los bravos y de su heroísmo glorioso. Y las lágrimas que brotaron abundantes a la fatal noticia, se cuajaron sobre las verdes hojas arrancadas al martirio. *** "En la tarde del 18, el pueblo de la Habana acompañaba, con el mayor recogimiento, la fúnebre procesión de ataúdes; más de treinta cadáveres recibieron a un tiempo cristiana sepultura. Se cubrieron las casas, los balcones y fachadas de negros cortinajes, y una muchedumbre inmensa presenciaba, enlutada y llorosa, el desfile del entierro, bajo una lluvia fría y pertinaz. … "Mamaña (sic.), el bronce y el mármol, en soberbios monumentos, perpetuarán la luctuosa fecha. Hoy, ya tienen los heroicos mártires del deber, en cada mente un recuerdo, en cada pecho un altar." Los incendios eran muy frecuentes en la época, y la prensa daba puntual cuenta de muchos de ellos. La propia gacetilla del 25 de mayo concluye así: “El fuego se ha declarado nuestro implacable enemigo. Como si no fueran bastantes las numerosas víctimas del 17, arrebató el jueves al cariño de sus padres, una preciosa niña de tres años, hija de nuestro distinguido amigo el Sr. Manuel Agustín Calvo. Para semejantes dolores, no hay consuelo posible. El tiempo solo logra aliviar esos crueles sufrimientos del corazón. Reciban los esposos Calvo la expresión de nuestro más sentido pésame. ¡Gloria al nuevo ángel que voló al cielo!”. Sin embargo, ya el 1ro de junio, con su usual sentido del humor, Raoul Cay se refirió a uno de los homenajes a las víctimas: “La función organizada en Albisu a beneficio de las víctimas del incendio en la ferretería de Isasi, llevó a ese coliseo una concurrencia numerosa y escogida, a pesar de lo desapacible de la noche. “El resultado pecuniario —que es lo importante— me ha aseguran que ha respondido a las esperanzas. “En cuanto a la parte artística, «Los tres sombreros» gustaron. El resto del programa… más vale no meneallo. Válganles a los artistas el fin piadoso de la función; para otra vez .déjense de óperas, por todos los santos, que ya esas no son «camisas de once varas». Sino de once mil!” (Se ha respetado la puntuación del original)

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Fernando Ibarra
2 años

Hay hechos que marcan la historia de una ciudad. Han pasado 132 años de este trágico evento, y todavía perdura en la memoria popular. Pude leer que en 2008, Eusebio Leal Spengler expresó: "Durante 118 años hemos vuelto a este sitio. El fuego de Isasi quedó en la memoria de los ciudadanos como un acontecimiento terrible. En una ciudad infinita, más pequeña que la actual, en una ciudad cuya parte antigua abigarrada hacía difícil el acceso a la técnica, a distinguir un incendio, -lo fue entonces y lo es ahora- uno de los principales problemas era también la necesidad del agua para apagar un fuego de grandes proporciones."

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Y. J. Hall
2 años

Menos mal que nunca se terminó la electro-nuclear de Juraguá.

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Blanca Estela Aponte García
2 años

Matanzas, de sus cenizas resurgirá la vida,sus jóvenes bomberos noblemente ofrendaron su esperanza a la hermosa y heroica Ciudad ,que se levantará por la capacidad de resistencia innata del pueblo cubano. Contra la fatalidad y la no fatalidad Matanzas sobrevivirá y Cuba ya la,contempla orgullosa.

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Y. J. Hall
2 años

La capacidad de resistencia innata de “los seres humanos”. (No hay nada especial en ser cubano.)

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Blanca Estela Aponte García
2 años

Los historiadores,escritores y artistas cubanos tienen un nuevo reto: La realidad de Matanzas,antes y después de la catástrofe,debe ser recogida en la memoria histórica para el conocimiento de las futuras generaciones de cubanos.

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Yamila Ferrá
2 años

Gracias Camagüey por esta crónica

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María Antonia Borroto
2 años

Releyendo mi artículo para la revista La Siempreviva, las crónicas de Casal y este admonitorio texto de Varona, así como otras publicaciones asociadas al incendio de la ferretería Isasi (incluida una "interview" a Isasi que publicó La Discusión estando éste preso, pues se había detectado irresponsabilidad y mal manejo de sustancias peligrosas), he sentido profunda admiración por aquellos periodistas. Recuerdo mi asombro cuando tuve en mis manos los maltrechos ejemplares de La Discusión conservados en la Biblioteca Nacional. Imagínense esto: el periódico ya había cerrado, o sea, estaba lista y tal vez impresa la edición del día siguiente. La explosión fue de noche. Al momento estaban allí los reporteros, y casi a primera hora, con hora de cierre siete de la mañana, estaba circulando un suplemento. Uno siente, al leerlo, que éste se iba armando sobre la marcha. Hay erratas, por supuesto, hasta caracteres diferentes (como si hubieran sido puestos "a mano")... Imaginemos la tecnología de la época (año 1890). Aun cuando la redacción estuviera cercana al lugar del siniestro, hay que imaginar la confusión y hasta el poco cuidado que se tendría para cuidar el trabajo de la prensa. Eran reporteros, "reporters", en ciernes. No aludo a la juventud de ellos (deben haberlo sido, estoy casi segura), sino a la novedad del sentido reporteril (ni siquiera existía el término en español, sino la variante en inglés, pues ese "rol" profesional ha sido importado —al igual que interview y otros término del oficio periodístico— del periodismo norteamericano. Percibo en La Discusión, al menos en esos años entre 1889 y 1891 (los que pude consultar) sentido de la responsabilidad social y de celo en el seguimiento de la noticia. Bueno, en primer lugar: del establecimiento clarísimo de qué era una noticia, qué debía ser cubierto, cuáles las estrategias de la redacción (hoy diríamos rutinas productivas). Y créanme que viendo los dislates de la cobertura periodística del siniestro en Matanzas (aludo al incendio de terribles proporciones de la base de supertanqueros en la zona industrial de esta bellísima ciudad en agosto de 2022) ha crecido mi respeto por aquellos colegas, sin estudios superiores, sin una comprensión tal vez muy elaborada de qué es el periodismo y cuáles sus mandatos deontológicos, pero con una convicción y un sentido cívico que hoy no abunda. En estos días muchos hemos confiado más en las publicaciones de particulares en sus redes sociales que en la cobertura periodística. Muchas personas, con verdadero sentido de la responsabilidad, han compartido información veraz y confiable. Súmese que al no disponer de fluido eléctrico no hemos podido acceder a las transmisiones de la televisión, a esa revista, dizque informativa, que también ha repetido hasta el cansancio lugares comunes y ha tenido, como es usual en la prensa cubana, momentos de puro y burdo triunfalismo, cuando no de sensiblería barata. Es difícil ahora mismo mirar el panorama en su conjunto (con deficientísimo acceso a Internet, sin electricidad, con una perspectiva de las cosas mediada por las emociones y el sentimiento de impotencia), pero aun así noto mucho disgusto con la prensa cubana, como si ésta no hubiese estado a la altura. Tal vez estos sucesos nos ayuden a comprender de una vez (y aceptar) la emergencia de un nuevo paradigma comunicativo con nuevos actores, nuevas rutinas y nuevos hábitos en las audiencias: desde hace mucho los medios oficiales cubanos dejaron de ser percibidos por las audiencias como los únicos depositarios de la verdad. Ayer o antier un amigo me que los publicistas de ahora no son como Varona, ni como Casal o Sanguily. Es cierto, por eso conviene de vez en cuando mostrarlos, a ellos y a otros referentes de esa labor tan moderna que es el periodismo. Tal vez no debería comparar a aquellos periodistas de finales del XIX y a éstos. Aun cuando ya existían muchas mediaciones que afectaban de una forma u otra la labor de la prensa, no eran tantas como las actuales. Sobre todo las políticas, las retorcidas relaciones con el poder (el poder mismo que es la prensa y su dominio) hacen que el panorama de actuación de un periodista sea muy complejo.

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