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En materia de barrido es indudable que estamos mejor que antes. Se barren mucho las calles de La Habana, y las barren bastante bien. Da gusto ver esas cuadrillas de gente atareada, que se toma tanto empeño en la limpieza pública. Á mí, al menos, me da gusto, y un poquito de pena. Porque, sin quererlo, me acuerdo de que ha sido necesario que vengan de fuera á hacernos barrer. Pues claro está que si nosotros, motu proprio, nos hubiéramos empeñado más en remover nuestro polvo y quitar nuestro lodo, no hubiera tenido el vecino que venir á enseñarnos esos rudimentos de una virtud, que no es teologal ni cardinal, pero que también fortalece el cuerpo y refresca el espíritu.

Como las asociaciones de ideas suelen parecer tan caprichosas, quizás alguien se sorprenderá al saber que tanto movimiento de escobas me hace pensar casi siempre en los chinos. No por asociación de contraste, sino porque los discípulos del cauto Confucio y del sagaz Mencio tienen un proverbio que dice: “Si cada cual barriera delante de su puerta, las calles estarían limpias”. Y esto, que puede ser una explicación, tan buena como otra, de la proverbial suciedad de las calles de sus ciudades-hormigueros, me sirve á mí para largas meditaciones acerca de todo lo que pudiera hacer el esfuerzo individual para remover impurezas, mientras nos acostumbramos al esfuerzo colectivo, y lo que es más, para facilitarlo.

¡Si nos decidiéramos á barrer, cada uno delante de su puerta! Por supuesto, que ya no pienso en las calles tortuosas por donde andamos ó nos llevan. Ya ésas, bien ó suficientemente bien las barren en cuadrilla, por cuenta de la bolsa común. Pero ¡es que nos queda tanto por limpiar! Y sería lástima que hubieran de ser otros los que nos forzaran la mano para obra tan útil y decorosa.

Año nuevo, dijimos el primer día de este pasado enero, vida nueva. No soy de los muy creyentes en el milagro de que los pueblos cambien así de piel completa, como los ofidios. Por eso me conformaría con que fuéramos soltando escama á escama, hasta encontrarnos, dentro de suficiente número de años, bien lustrosos, flamantes y gayados; con vestido nuevo, en una palabra, y, á ser posible, aunque tardase algo más, con alma nueva. Pero confieso que, por más que busco, no hallo ninguna escama. Quizás se las lleven los barrenderos, apenas caen.

Casa natal de Enrique José Varona en el presente. (Lugareño esq. San Ramón.)

Podrá ser defecto de mi vista; mas miro y remiro, por dentro y por fuera, y todo me parece lo mismo. Somos tan descontentadizos y estamos tan descontentos como antes; pero cada cual lo está de los demás, no de sí mismo. ¿No nos convendría, por acaso, un ligero examen de conciencia? No basta que á uno le quiten las ligaduras, es preciso sentirse uno mismo suelto. Si no, es difícil hasta el intentar moverse, y echarse á andar. Pues bien, se me antoja que el hábito de las trabas nos ha dejado de tal modo la impresión de ellas, que no damos un paso por creernos atados; y después nos sorprendemos, disgustamos y hasta indignamos de que nadie lo dé. Pensemos que los demás sienten lo que nosotros, y no seremos tan exigentes. Acabemos de convencernos de que podemos hacer muchas cosas que antes no podíamos, y resolvámonos á dar el ejemplo. Es más práctico que esperar que otros lo den.

Todo lo que uno puede hacer por sí mismo ó asociándose con otros, ¿por qué esperar que lo den hecho? Nuestro más viejo resabio, y por tanto el más arraigado, es el de contar con la providencia visible, casi doméstica, siempre á la mano, que debe preparar el cauce para nuestra vida, sacarnos de todos los apuros, y hasta distribuirnos nuestra porción congrua de felicidad. Y como no vemos abrir el surco, ni nadie nos saca en hombros, si hemos caído en algún garlito, ni nos traen la dicha á domicilio; echamos pestes contra alguien que debe ser el culpable, y sobre todo contra un sistema político y un gobierno que no dicta leyes para que todo nos salga bien y estemos satisfechos. Me figuro que si nos propusiéramos arar nosotros mismos nuestro campo, y salir de aprietos con nuestro ingenio ó esfuerzo, y cortarnos á nuestra medida el bienestar que nos sea dable adquirir, nos quejaríamos menos y adelantaríamos y ganaríamos más.

En la raíz de este descontento crónico encuentro ese hábito, que ya es en nosotros segunda naturaleza, de esperarlo todo de fuera. Es que nos lo deben, pensamos; porque somos dignos de todo. ¿Debió caer sólo para los israelitas vagabundos el maná y para las Dánaes emparedadas la lluvia de oro? Si las cosas no nos resultan bien, la culpa es de quien debe enderezarlas, para que podamos disfrutar de ellas. Nosotros las queremos derechas.

No sé cómo lo pasaría el que se atreviera á llegarse quedito á nuestro oído y nos advirtiera: —Pero quizás no seamos merecedores de todo ese bien; quizás no baste querer lo mejor para obtenerlo; quizás nos sobren vanidad para corregirnos e ignorancia de lo necesario para enderezar lo torcido; quizás sea efecto de nuestra pereza ú obra de nuestra mala educación lo que nos parece producto de la negligencia de ese otro, con quien contamos á título de suficiencia nuestra y sin su consentimiento.

Como no lo sé, no digo lo que le pasaría. Mas sin extremar tanto la materia, ni poner el gesto tan avinagrado, vuelvo á mi tesis, mucho más inocente y menos mortificante, de que debía cada cual hacer por escobar los rezagos del caduco régimen anterior que hayan quedado á su puerta.

Entonces, presentando marcial y gallardamente nuestra escoba, podríamos decir al de al lado: —Vecino, yo por mi parte barro, ¿quiere usted barrer?

3 de Mayo, 1899

Firma de Enrique José Varona.


Tomado de El Fígaro. Periódico literario y artístico. Año XV, Núm. 17. La Habana, 7 de mayo de 1899, p.2.
Nota de El Camagüey: Se ha respetado la ortografía y puntuación originales.

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Comentarios
María Antonia Borroto
4 años

Este es uno de los textos que mejor muestra las tremendísimas dotes que como periodista tenía Enrique José Varona. Aún no ha sido justipreciado como lo que fue: uno de nuestros primeros columnistas.

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Luis Orlando Pérez Albejales
4 años

Si ahora mismo, en Cuba, cada cual barriera delante de su puerta, fuéramos un mejor país. Para saber más sobre Varona le recomendamos el audiovisual "Varona, maestro de juventudes". Enlace del vídeo https://youtu.be/nA3_qETUcl0 realizado por un equipo de Televisión Educacional, casa productora de la Universidad de Ciencias Pedagógicas que ostenta su nombre.

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Alma Flor Ada
4 años

Gracias por el dato sobre el audiovisual. Lo buscare y recomendare.

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Alma Flor Ada
4 años

Muchisimas gracias por este lucido articulo de Enrique Jose Varona y su ensenanza siempre valiosa. El consejo de que "cada cual barra delante de su casa" para conseguir que todos lo hagamos es valido en todo tiempo y lugar.

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María Antonia Borroto
4 años

Se estiman en miles los textos periodísticos de Varona. A muchos de ellos nos asomaremos aquí, en El Camagüey. Esa faceta de su labor intelectual ha sido tenida a menos, y de hecho muchos la ignoran. Ya al sustituir a Martí al frente de Patria tenía una amplísima experiencia en el mundo de la prensa periódica, bien en revistas (esa Revista Cubana a la que tampoco hemos hecho justicia) como en los periódicos, sobre todo en El Fígaro, otro que bien merece un monumento. Y luego, en la República, volvería a su columna en El Fígaro al tiempo que desgranaría sus textos por aquí y por allá. A mí en lo personal me da un gusto enorme verlo como autor en la Revista de Avance, junto a los jóvenes de entonces.

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María Antonia Borroto
4 años

En opinión de Medardo Vitier, en sus comentarios en la prensa, Varona aparece “entero con sus dudas, sus sobresaltos, sus melancolías, sus ráfagas escépticas, su ironía… y siente uno al hombre en su totalidad, no en lo parcial de las «lecciones», que miran a determinada disciplina intelectual”. De tal modo, para sorpresa suya “lo fragmentario ¡quién lo diría! resulta más abarcador que lo coherente y sistemático. La clave de ello está en la vida misma, que no se deja racionalizar, pues consiste en fuerzas, corrientes, brotes, su íntima economía, con mucho de irracionalidad. Varona en esos artículos toca la fibra oculta de seres, y realidades del espíritu, a la vez que él, con un gusto clásico no reñido con su fina sensibilidad, se nos revela al cabo: hombre prendado de los más altos valores éticos creados por el hombre, pero con una fundamental desconfianza en los medios para su realización. Muy rara vez llega a declararlo así, por medio explícito. Más bien lo desprendemos de su meditación, pues Varona no gusta de la confesión ruidosa". Tal vez, por eso, lo sentimos tan cercano.

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Yoleskevy Rodríguez Cosido
1 mes

¡Que vigencia tiene este texto! Muchas gracias por compartirlo María Antonia. Me quedo con este fragmento: "No basta que á uno le quiten las ligaduras, es preciso sentirse uno mismo suelto. Si no, es difícil hasta el intentar moverse, y echarse á andar".

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Emilio Antonio Barreto Ramírez
14 horas

Como periodista se nota que tenía todas las vocaciones: desde el ejercicio de la gacetilla hasta el del ensayo periodístico. Está gacetilla es una delicia.

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