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Carta a Natalia Aróstegui, 1936

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Carta a Natalia Aróstegui, 1936

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Natalia:

Qué fácil debe ser querer a Ud. Ha bastado que yo me le acerque un poco para que me tocara ya algo de su dulzura.

He estado dudando entre ir a verla o escribirle; luego pensé que mi visita iba a robarle tiempo o el tiempo que Ud. necesita para sus ensayos, que ya desde Nueva York venían atareándola.

Debo pues renunciar a verla hasta el miércoles en que estaré demasiado poco con Ud. Le escribo entonces para decirle que recibí su carta tan breve como grata y su invitación.

Castaño me escribió, está agradecidísimo y yo más que él porque lo que por él se ha hecho me interesaba más que a él mismo: O por lo menos, me interesaba inmensamente que se debiera en parte a mí.

Por tanto me interesaba con su interés y con el mío.

Dé las gracias a su señor esposo en mi nombre, no lo olvide, Natalia.

Una de las cosas que he pensado al volver a mi jardín es lo agradable que sería escucharle unos versos —cualesquiera, los que Ud. eligiera— en él, que el doctor le diga qué bello es mi jardín. Y qué noble.

Dígale Ud. a él que se siente un momento a mi lado el miércoles y dígale que en Nueva York escribí unas cosas que va a ser él, el primero en conocer y quizás el único.

Y Ud. Natalia, deme su mano blanca, deme su buena amistad.

Suya

Dulce María


P.D. He rectificado mis ideas respecto a Prometeo. Es realmente bellísimo y encuentro que su actitud un poco rígida viene bien con la mía. Estoy a punto de enamorarme de él.

No me conteste esta carta. De otra manera el tiempo que no he querido quitarle con mi visita se lo quitaría con mis inoportunas escrituras.

Revista Social, Vol. II, Núm. 12, Diciembre 1917.


Tomada de
Cartas que no se extraviaron. Ed. Letras Cubanas, La Habana, 2016, p.16.

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Comentarios
El Camagüey
10 meses

En una nota preparada por Habana Radio podemos precisar algunos datos sobre Natalia Aróstegui: Aróstegui González de Mendoza, Natalia (La Habana, 1900-Nueva York, 1983). Declamadora y soprano. Muy joven aún comenzó a estudiar canto en la capital cubana con la española María García. Posteriormente los prosiguió en la Academia de Canto Filarmónica Italiana, de Tina Farelli y Arturo Bovi, y con el barítono Néstor de la Torre. Antes de 1928 solo se había presentado en fiestas de aficionados, salones privados, academias de música y sociedades de recreo, pero el 2 de diciembre de ese año actuó en la jornada inaugural del teatro Auditórium, de la Sociedad Pro-Arte Musical, cuya primera junta directiva integró como vocal, aparte de dirigir su revista, de carácter mensual. En esa fecha fue la solista en el estreno de la cantata Anacaona, de Eduardo Sánchez de Fuentes, secundada por un coro de voces femeninas, José Echániz al piano y la Orquesta Sinfónica de La Habana. El 4 de diciembre de 1928, en el segundo programa ofrecido en el Auditórium por la apertura del coliseo, Natalia Aróstegui cantó las arias «Hai Luti Alack-a-Day!», de Coquard, y «Deh vieni, non tardar», de Bodas de Figaro. Junto con el tenor Maurice Labarrèrre interpretó también ese día «Nous vivrons à Paris», de Manon. Desde entonces comenzó su labor profesional como soprano y ofreció conciertos en salas y en el Auditórium, principalmente. Por cierto tiempo, empezó a alternar el canto con el arte de la declamación en sus recitales, luego de recibir clases de Alicia Longoria, que fue discípula de Sara Bernhardt. Concentrada plenamente en sus faenas en la última manifestación artística mencionada, el periodista Francois Baguer le otorgó el calificativo de «la recitadora de la voz de oro», por la excelencia de sus interpretaciones de textos de Charles Baudelaire, Paul Verlaine, Paul Geraldy, José Zorrilla, Francisco Villaespesa, Emilio Carrere, Juan Ramón Jiménez, Antonio Machado, Rafael Marquina, Ricardo León, Amado Nervo, Gabriela Mistral, Juana de Ibarbourou, Delmira Agustini, Alicia Larde, Gertrudis Gómez de Avellaneda, José Martí, Enrique José Varona, Gustavo Sánchez Galarraga y Agustín Acosta, entre otros autores. En 1934 fijó su residencia en Nueva York, tras designarse a su primer esposo, Pablo Suárez, cónsul general de Cuba en esa ciudad norteamericana. El 5 de septiembre de aquel año debutaba allí como cantante en un concierto celebrado en el Museo de Historia Natural. Sin embargo, nunca dejó de mantener contactos con su patria, adonde viajó frecuentemente de vacaciones y ofreció recitales para Pro-Arte Musical. Luego de divorciarse de Suárez, contrajo matrimonio, también en Nueva York –en 1956–, con el notable músico argentino Remo Bolognini, concertino de importantes orquestas en Estados Unidos, entre ellas la de la NBC, dirigida por Arturo Toscanini. Natalia Aróstegui declaró el 4 de noviembre de 1928 en La Habana al Diario de la Marina que, independientemente de su predilección por obras de compositores de la talla de Claude Debussy, Camille Saint Saëns, Ernest Chausson, Henri Duparc, Gabiel Fauré, César Franck, Igor Stravinski, Piotr Ilich Chaikovski y Nikolai Rimski-Korsakov, era una «[…] gran propagadora de la música de Sánchez de Fuentes, que tiene tantas y tantas romanzas bien hechas, modernas y exquisitas, y de la de Lecuona, característica cubana y con tan espontánea inspiración». De la propia publicación de Habana Radio hemos tomado su foto, la segunda, de la revista Social.

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El Camagüey
10 meses

Esta carta guarda estrecha relación con las que por esos días, desde New York, Dulce María escribió a Gonzalo Aróstegui, padre de Natalia, y ya disponibles en El Camagüey: https://bit.ly/3Kxeu7l

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Rosa Ileana Boudet
10 meses

Excelente.

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