Desde que se fundó, la CMQ abriga esas convicciones respecto a los deberes sociales que su poder y su tipo de actividad le imponen. Ese modo de pensar es el que norma todas las transmisiones en que la empresa se manifiesta por su propia cuenta: sus programas no mercantiles, su servicio de noticias, sus editoriales, sus pronunciamientos en ocasiones de particular importancia. Ésa es también la “filosofía” , si puedo llamarla así, que nos llevó a incluir en nuestro repertorio la Universidad del Aire, ofreciéndola como un servicio totalmente desinteresado de cultura, bajo la dirección de un hombre como el doctor Mañach. Aunque no todavía en la extensión que quisiéramos, el público ha acogido y respaldado con evidente beneplácito este programa radiado, que es hoy un timbre de orgullo para la cultura cubana.
Hasta ahora, la Universidad del Aire ha ofrecido cursos de sentido más o menos general y académico. A partir de hoy se propone entrar en las realidades cubanas, que, por cierto, no siempre son muy halagadoras. El doctor Mañach explicará en seguida en qué ha de consistir ese curso. Yo me limitaré a decir, en primer término, que la iniciativa y el espíritu a que responde tienen el más vehemente respaldo de la empresa que represento. Cuba necesita conocer a fondo sus problemas: no basta que los conozcan tales o cuales individuos y que a veces se los discuta en círculos más o menos espaciosos; es necesario que toda la conciencia cubana, por lo menos toda aquella sobre la cual la radio tiene influencia, se empape de las cuestiones de cuya acertada solución depende la suerte de nuestra democracia, el decoro de nuestra sociedad, el progreso de nuestra civilización, en suma, la mayor o menor tranquilidad y bienestar de todos los cubanos.
Goar Mestre
Foto tomada de Cubactores.com
Cuando a éstos les preguntamos si están contentos con el rumbo que llevan las cosas de nuestra patria, la gran mayoría contesta negativamente. No: no creen que nuestra política sea la política que los fundadores de la República soñaron; no creen que nuestra economía sea la que un pueblo privilegiado por la naturaleza debiera tener; no creen que nuestras instituciones sean todas eficaces, ni que todas las leyes se cumplan. No creen que los intereses y valores más respetables de todo pueblo civilizado estén en Cuba suficientemente amparados. Por debajo de nuestra relativa prosperidad, de nuestra frivolidad aparente, hay, sin duda, un gran malestar en la vida cubana. No sacamos nada con ignorar eso, ni mucho menos con resignarnos. Hay que preguntarse por qué ese malestar existe y cómo pudieran remediarse los males que lo originan. Eso es lo que se propone el nuevo curso de la Universidad del Aire que hoy se inaugura.
Para las disertaciones autorizadas que en él han de ofrecerse, para las discusiones elevadas que ellas han de motivar, pedimos la atención respetuosa y continua de todos los cubanos que no se hayan cansado ya de querer una patria mejor. Ojalá que este nuevo empeño de edificación intelectual y moral que la Universidad del Aire aborda, tenga el aprecio y respaldo de todos los ciudadanos conscientes. Al auspiciar esta ventilación de nuestros problemas públicos, el Circuito CMQ cree cumplir una vez más con sus deberes morales para con la nación. A todos ustedes les doy de antemano las gracias por la colaboración que presten a este empeño, divulgándolo lo más posible de modo que llegue a tener toda la repercusión que merece.
Goar Mestre
Presidente de CMQ
El señor Mestre ha expresado muy claramente, en las últimas palabras que ustedes acaban de oírle, la razón de ser de este nuevo curso que titulamos “Actualidad y destino de Cuba”. “Cuando a los cubanos de hoy se les pregunta —dijo Goar Mestre— si están contentos con el rumbo que llevan las cosas del país, la mayor parte de ellos contesta negativamente”, y añadía que ya va siendo hora de que nos preguntemos seriamente por qué.
Es difícil discrepar de semejante opinión. Sin embargo, estamos obligados a carearla con los hechos y con otras opiniones. En el curso que hoy vamos a comenzar, hemos de ser todo lo severos que resulte necesario; pero también todo lo responsables que nos obliga a ser un momento de la vida cubana bastante propenso a la irresponsabilidad. Tendremos que esquivar constantemente el peligro de simplificar y de generalizar demasiado; preguntamos, antes de cada afirmación y de cada negación, si lo que vamos a decir es cierto. No venimos aquí a hacer demagogia ni de aplauso ni de denuestos; venimos a examinar y a juzgar, con la mirada puesta sólo en la verdad y en Cuba.
¿Es cierto que el cubano en general está descontento de su propia vida nacional? La pregunta está más justificada de lo que pudiera parecer. Hace poco más de un año, otra desvelada institución con la cual también tengo algo que ver, la Sociedad de Amigos de la República, efectuó un debate público para discutir esta cuestión: “¿Qué saldo arrojan los primeros 48 años de vida independiente...?” Participaron en aquella discusión memorable dos de nuestros publicistas de más autoridad moral e intelectual, que por cierto han de figurar también en el presente curso; y no pocos de ustedes recordarán como uno de ellos sostuvo que el saldo del primer medio siglo de República era muy desfavorable, en tanto que el otro mantuvo todo lo contrario, aunque con severas reservas. ¿Cuál de los dos tenía razón? He ahí una de las cuestiones que debieran quedar ventiladas, con el mayor detenimiento que nos sea posible, en el curso que hoy iniciamos.
Pero notemos que aun en el caso de que el análisis de la realidad de Goar Mestre no quedaría a conclusiones favorables, la afirmación de Goar Mestre no quedaría destruida. Tal vez la República no sea un fracaso, pero resulta muy difícil encontrar hoy un cubano consciente y sincero que, interrogado sobre el camino que llevan las cosas en Cuba, no se declare cuando menos insatisfecho y casi siempre desolado. Ése es el estado de ánimo que se recoge constantemente en la calle, en los ámbitos de trabajo, en la sobremesa del club o del hogar. A diario, frente a la noticia del último latrocinio, del último muerto más o menos misterioso, del último escándalo congresional, de la inepcia administrativa reiterada o de la defraudación de la confianza pública por algún presunto salvador, nos decimos unos a otros con una cólera sorda, en la cual no deja de poner el ánimo criollo su gota de humor: “¡Qué relajo, caballeros!”
“Relajo” —he ahí la palabra, degenerada ella misma, que el cubano inventó hace tiempo para describir ciertas cosas de su país. Ni siquiera “relajación”, que sería demasiado culto, demasiado solemne: “¡relajo!” Es vocablo de la misma tribu que “choteo”, “embullo”, “lipidia”, “pastora” y tantos más acuñados por nuestro instinto verbal. Estas palabras no se generalizaron sin fundamento, sino porque aluden a modos específicos de nuestra psicología y de nuestra conducta. Por lo que se refiere a “relajo”, el diccionario Larousse lo define (no sin señalar el origen cubano, lo cual es sin duda un honor ante el extranjero) como una “depravación de costumbres”. No creo que sea del todo exacta la definición, entre otras razones porque no determina bien el fenómeno. “Depravación” es demasiado fuerte. El “relajo” es lo que la misma degeneración fonética indica: un modo especial, casi frívolo, de estar relajado, de haber perdido la tensión en los tejidos sociales y morales.
Es posible, repito, que tal cosa no haya ocurrido en absoluto en Cuba, o que sólo pueda afirmarse de lo superficial de nuestra vida, y no todavía de nuestra propia entraña. Ya lo pondremos en claro. Más, por lo pronto, resulta muy grave que casi todos los cubanos tengamos la sensación, o al menos la aprensión, de que nos estamos relajando y casi disolviendo como pueblo.
Casi todos, digo. Una excepción que hay que señalar enseguida es la que ponen de manifiesto nuestros círculos políticos. Quien se haya siquiera asomado a ellos alguna vez, sabe bien que allí lo que suele prevalecer más bien es una actitud frívola o “feliciana” hacia los males de Cuba. El destino de la nación no los preocupa gran cosa, sino los destinos que dé el gobierno. Los políticos discuten, intrigan, ríen, a veces se matan o se van de pesquería; pero nada más. Se supone que están dedicados profesionalmente a resolver los problemas de Cuba; pero de hecho lo que siempre están resolviendo es “su” problema —el problema de seguir cobrando jugosamente por ignorar los problemas nacionales.
Aquí me detengo, sin embargo, para medir bien mis palabras. El tema de la actitud de los políticos ante la Nación es de los que reclaman especial examen, y alguien lo ha de tratar en nuestro curso. Pero ya que no he podido eludir el tocarlo, estoy en el deber de preguntarme si, en efecto, “todos” nuestros políticos tienen esa actitud de frivolidad que antes dije. E inmediatamente pienso que no. Enseguida acuden a mi memoria los nombres de ciertos hombres públicos nuestros —todo lo contados que ustedes quieran— que en su conversación privada nos revelan un estado de conciencia y de sensibilidad para nuestros problemas, y que en su vida pública han acusado alguna vez, ya que no siempre, los perfiles del patriota y del estadista. Algunos de esos políticos nuestros han de tomar parte en este curso, porque la Universidad del Aire ha creído conveniente aprovechar su talento o su experiencia en las cuestiones que nos proponemos ventilar.
Pero nadie negará que ese tipo de políticos es, por desgracia, muy raro entre nosotros. ¿Se dirá que lo es en todas partes? Para rechazar ese dudoso consuelo, basta informarse un poco sobre el personal en los altos planos de la política extranjera. Además, en otros países, los hombres públicos de ese estilo responsable y competente se mueven entre políticos menores que no son tan livianos como lo suelen ser entre nosotros. En otros países, los planos sucios de la política menuda sirven siquiera para que escalen las esferas de la gobernación los estadistas genuinos. Aquí no. Desde hace ya bastante tiempo, la política está cada vez más verticalmente dominada por el arribismo, la prisa de aprovechamiento descarado, la incompetencia más escandalosa. Y yo creo que hay que hacerles a nuestros pocos políticos excepcionales la justicia de reconocer que habrían podido servir mejor a Cuba si no tuvieran que moverse entre esa fauna parasitaria. Es esa gentuza politiquera la que nos autoriza a decir que aquí la política es insensible a los grandes problemas nacionales. Ellos son los únicos cubanos para quienes Cuba no resulta una patria dolorida y dolorosa.
¿Los únicos? Detengámonos también aquí. Nos hemos acostumbrado demasiado a echarles a los políticos la culpa de todo lo malo que en Cuba ocurre. No dudo yo, ciertamente, que tengan buena parte de responsabilidad, por acción o por omisión; pero olvidamos que somos los demás cubanos los que, por acción o por omisión también, hacemos los políticos que padecemos. Fuera de la ciénaga en que éstos se mueven y medran, hay también muchos lodazales más o menos disimulados y muchos parches yermos para la vida ciudadana. Se da en ellos un tipo de cubano —por llamarlo de alguna noble manera— encallecido y egoísta, cuando no cómplice. Para él, esa breve palabra “Cuba”, que con tan hondos dejos de fervor y de esperanza resonó en nuestro siglo histórico, no designa ya más que una islita “de corcho”, donde todo el mundo puede vivir bien a condición de tener pocos escrúpulos. Cubanos —por llamarlos de alguna manera— que han perdido ya totalmente el sentido patrio, y se creen muy decentes porque sólo se cuidan de ganar para sí y dejarle algo a la familia. Honradamente creo que esa gente le hace aun más daño a la república que los políticos.
Daño inmenso le hacen también los que, sin haber llegado a esa insensibilidad cívica, sin dejar de sentir los vacíos y bochornos de nuestra vida pública, creen que nada es posible hacer para remediarla y sólo tratan de salvar sus propios valores, asumiendo hacia todo lo demás un pesimismo radical y tocado de elegante desprecio. Los gabinetes de estudio, las oficinas de profesión o negocio, las cátedras y los dorados retiros están llenos de gente de ésa. Con tales entreguistas, tampoco ha de medrar mucho Cuba.
En fin, pudiera añadir a estas zonas de indirecta responsabilidad toda aquella muchedumbre aun mayor de cubanos desvalidos o en precario que no dejan de llevar por dentro su alma patria y su esperanza, pero se resignan a vivir en una perenne provisionalidad, confiando en que alguien, algún día, de algún modo, les venga a sanear la República. O aquellos otros que están maleados a la fuerza, y viven al servicio de la corrupción ajena como vivirían ayudando al esfuerzo noble si el clima social fuese más próvido. Pues lo más grave que le ocurre a un pueblo cuando se relaja, es que la sociedad entera se vuelve como un tejido blando de anuencias, consentimientos y desidias, en que sin querer nos vamos desmoralizando los unos a los otros.
Sin querer —eso es lo más doloroso. Contra todos los pesimismos radicales, he sostenido siempre que nuestro pueblo es de un material humano intrínsecamente excelente. Generoso y alegre, clarísimo de inteligencia e inventiva, nada apoltronado, a pesar de su trópico, sino muy activo para buscarse y mejorarse la vida; pueblo que odia el abuso, se mofa de la autoridad soberbia y es capaz de morir por su libertad, tiene todas las aptitudes para forjarse un destino superior a su propio tamaño. En climas extranjeros más propicios, el cubano se granjea siempre afectos y respeto, y muchas veces singular eminencia. En su suelo, sin embargo, este pueblo tan bien dotado parece estar fallando históricamente. Da la impresión de que no logra dominar su propia realidad. Y no porque tenga los problemas difíciles de vida y conducta que todos los pueblos confrontan, sobre todo en esta época de crisis que vive el mundo, sino porque está dejando arraigar condiciones de deterioro material y moral que tienden a hacerse irremediables mientras más se las abandona.
¿A qué se debe esta amenaza de frustración? ¿No será que, por un complejo de circunstancias históricas en que se nos distrajeron por igual la inteligencia y la voluntad, hemos quedado envueltos en una serie tan enmarañada de círculos viciosos que hasta nuestras virtudes se nos están convirtiendo en defectos —nuestra generosidad en codicia, nuestra alegría en cinismo, nuestra inteligencia en pillería, nuestro amor a la libertad en “relajo”?
Ya sé que un plañido semejante se ha escuchado en otros muchos momentos de nuestra breve historia. Hay quien infiere de eso que el cubano es un quejoso consuetudinario, lo cual, después de todo, no sería tan deplorable, porque, como decía Varona, la queja siquiera es una señal de vitalidad. Pero nadie se queja en balde, y si nuestras cuitas tienen ya tanta historia, debe de ser porque tienen muy honda raíz.
En todo caso, parece que ya va siendo hora de averiguar lo que nos pasa. Hora de intentar un examen detenido y lo más a fondo posible de los problemas más graves y urgentes en la vida cubana, y de proyectar ese examen en un plano de difusión suficiente para que llegue al mayor número posible de conciencias. Generalizar el conocimiento de los problemas es ya un modo de acercarse a resolverlos. La verdad, la claridad, tienen una fuerza enorme de incitación. Un pueblo transido de verdades sobre sí mismo, mostrará siempre una alta presión de voluntad pública, a menos que esté ya enteramente desmoralizado. Lo que ocurre es que ciertos pueblos, el nuestro entre ellos, andan casi siempre alimentados de mentiras, o cuando no, de verdades a medias, de simplismos cómodos y de superficialidades más o menos halagüeñas. Cuba está necesitando desde hace mucho tiempo una cura de verdades enteras. Y de verdades, repito, que lleguen, no sólo a tales o cuales zonas privilegiadas de atención pública, como ha dicho Goar Mestre, sino también a esa mayoría social inmensa cuya incultura es precisamente el pretexto de que los pillos se valen para explotarla. El gran instrumento para una difusión semejante es la radio; por eso acudimos cada vez más a él los que aún confiamos en la palabra —en la palabra responsable— como vehículo de salvación.
Termino. Ya ustedes saben de un modo general lo que nuestro curso se propone. Lo demás lo irán poniendo de manifiesto nuestras tareas todos los domingos a las tres de la tarde. Vamos a examinar nuestros problemas principales en todos los órdenes —los problemas políticos, sociales, económicos, morales, culturales, los problemas de la organización pública y de la vida cotidiana que a todos nos afectan. La Universidad del Aire como tal no aborda ese examen ni con optimismo ni con pesimismo. Se acerca a él en una actitud crítica, de enjuiciamiento sincero. Es posible que algunos de los disertantes a quienes ustedes han de escuchar aquí hasta el mes de junio, lo vean todo, o por lo menos vean alguna parcela de nuestro paisaje, con color de rosa; otros, en cambio, puede que acentúen el matiz sombrío. No hemos elegido a nuestros disertantes con vistas a la actitud que puedan tener, sino en razón de la autoridad con que pueden hablar —autoridad moral, autoridad de inteligencia y autoridad de experiencia. Suya será la responsabilidad de lo que digan, con lo cual la Universidad del Aire podrá estar o no de acuerdo. Lo importante es que tales opiniones salgan al aire; que se discutan cuanto sea posible en este pequeño ámbito de la CMQ, y que la conciencia pública las recoja. Este nuevo curso se propone pues, sin apasionamientos, pero con una honda y limpia pasión cubana, saber dónde estamos parados —cuál es la actualidad y cuál debe y puede ser el destino de Cuba.
Los populares Aires libres frente al Capitolio Nacional, en los años 50
Texto leído el 2 de octubre de 1949 en la Universidad del Aire del Circuito CMQ. Tomada de Cuadernos de la Universidad del Aire del Circuito CMQ, 11. Tercer curso, Octubre 1949 – Junio 1950. “Actualidad y destino de Cuba”, La Habana, Editorial Lex, 1949, pp.1-10
Comentarios
El Camagüey
9 mesesA continuación, el Dr. Mañach presentó al General Loynaz del Castillo con las siguientes palabras: Hemos querido que fuera una alta y gallarda figura de nuestra historia guerrera y republicana, el último mayor-general que nos queda de las luchas emancipadoras, un soldado de bravura casi legendaria, un patriota inmaculado, uno de los amigos entrañables de José Martí y de Antonio Maceo, quien viniera aquí esta tarde a decir las primeras palabras sobre la actualidad y destino de Cuba. Nadie mejor que él, uno de los fundadores de la República, para contestar la pregunta que va a ser objeto de su disertación: “Los ideales cubanos de la fundación, ¿están siendo cumplidos en la República?” Señores: todas las palabras huelgan. No hay necesidad de presentación. Simplemente les señalo la presencia gloriosa con que honra esta tribuna de la Universidad del Aire, el MAYOR GENERAL ENRIQUE LOYNAZ DEL CASTILLO. Escuchémosle. La conferencia en cuestión está disponible en este sitio web: https://bit.ly/4bJd4S8 También está disponible la conferencia de Carlos Márquez Sterling (de ese propio curso), titulada "Los partidos políticos en Cuba, ¿cuáles son sus deficiencias?": https://bit.ly/3zGFb7i
Romel Hijarrubia Zell
9 mesesEl juicio certero e imparcial, sin favores ni ofensas para unos u otros, caracteriza a los grandes hombres de un pueblo: lo fue Goar Mestre que, partiendo de sus conocimientos técnicos y de un poco de ayuda, logro desarrollar la radio y la TV en Cuba hasta niveles superiores a la media mundial. Además, estaba la CMBF, donde la buena cultura y su costo era asumida por Goar Mestre, como una modesta contribución a la cultura general ciudadana. En otros estados, por ejemplo Argentina, fue muy bien acogido y querido por los porteños por su gran obra mejorando su hacer televisivo, informativo, cultural. La Universidad del Aire fue una programación sin dogmas, ni ideologías dominantes: abierta a diferentes criterios y opiniones, que buena parte del pueblo cubano escullaba, valoraba y debatía, dirigida por un gran hombre e intelectual,- también de acción en los años 30-, Jorge Mañach Robato. R.
María Antonia Borroto
9 meses@Romel Hijarrubia Zell: Plenamente de acuerdo con usted. La Universidad del Aire es una ejemplar muestra de civismo.
angel rodriguez
8 mesesFijesen lo que dice el Goar: negativamente. No: no creen que nuestra política sea la política que los fundadores de la República soñaron; . PERO ESOS MISMO LLAMADOS FUNDADORES CREARON EL CULTO A LA PERSONALIDAD CON EL PEOR OPIO EXISTENTE. EL NAZIONALIAMO MESIANICO....
Olivia Cano Castro
1 horaMucha tela por donde cortar: responsabilidades de los medios; la propia existencia de la Universidad del Aire !!!!_, valentía cívica al abordar este tema; selección de los expositores, la cubanidad como trasfondo, puntos sobre las íes desde diversidad de criterios. Muy útil en los momentos actuales.